La vida está formada por enlaces. Enlaces en la materia, entre las personas, hasta dentro del propio cuerpo todo está enlazado. Algunos son débiles, y otros prácticamente nulos. Hasta se podría decir que hay enlaces que encajarían mejor en la categoría de “desenlazados”. Sin embargo, hay otro tipo de enlaces que son fuertes, sólidos, a veces tanto que parecieran ser un todo, en vez de dos entes que se relacionan por distintos intereses.
Las personas, por lo general, funcionan así. Los enlaces son una necesidad, ya que gracias a ellos se obtiene esa estabilidad tan difícil de obtener a veces sin esa mano –enlace- a la que agarrarte cuando vas a caer. Algunos se conforman con uniones mediocres, debilitadas en la mayoría de los casos por banales intereses o frustraciones ocultas, pero no hay nada que llene más que esa fusión total con una persona, con ese nuevo tú que en conjunto formáis. Ambos se convierten en un espejo en el que lo que se ve es lo mismo para los dos, porque la complementariedad es absoluta.
Quizás por eso los enlaces débiles no sean tan dolorosos y fácilmente se olvidan: realmente nunca dejaron huella. No se puede decir lo mismo de las uniones fuertes, pues me harto de observar cada día en las facciones de muchas personas las consecuencias de una rotura de enlace. Se vuelven personas inestables, permanentemente andando sobre una cuerda desgarrada a cada paso que dan. Con el tiempo aprenden a formar un enlace consigo mismo, pero de vez en cuando, si les prestas mucha atención, se puede ver cómo su mirada sigue perdida, con la nostalgia de ese equilibrio que ya nunca volverá a ser el mismo, y aunque con el tiempo se acostumbrarán a su unión individual, jamás lograrán esa estabilidad hasta que retomen la capacidad de receptividad hacia las personas.
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Las personas, por lo general, funcionan así. Los enlaces son una necesidad, ya que gracias a ellos se obtiene esa estabilidad tan difícil de obtener a veces sin esa mano –enlace- a la que agarrarte cuando vas a caer. Algunos se conforman con uniones mediocres, debilitadas en la mayoría de los casos por banales intereses o frustraciones ocultas, pero no hay nada que llene más que esa fusión total con una persona, con ese nuevo tú que en conjunto formáis. Ambos se convierten en un espejo en el que lo que se ve es lo mismo para los dos, porque la complementariedad es absoluta.
Quizás por eso los enlaces débiles no sean tan dolorosos y fácilmente se olvidan: realmente nunca dejaron huella. No se puede decir lo mismo de las uniones fuertes, pues me harto de observar cada día en las facciones de muchas personas las consecuencias de una rotura de enlace. Se vuelven personas inestables, permanentemente andando sobre una cuerda desgarrada a cada paso que dan. Con el tiempo aprenden a formar un enlace consigo mismo, pero de vez en cuando, si les prestas mucha atención, se puede ver cómo su mirada sigue perdida, con la nostalgia de ese equilibrio que ya nunca volverá a ser el mismo, y aunque con el tiempo se acostumbrarán a su unión individual, jamás lograrán esa estabilidad hasta que retomen la capacidad de receptividad hacia las personas.
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Acostumbrada a la basura, apareciste tú como un dulce chocolate. Se sintieron perdidos mis sentidos de locura, la miel de tus labios me volvió adicta al instante. Podrías pensar que lo que digo no es verdad, pero mi mirada sobraría para demostrar que esto es real.
Como yo me dejé cuando apareciste ante mis ojos, imposible ganar, ya te habías adueñado de mi todo. Un todo que por entonces no era nada, y ahora no hay palabra que defina este amor por ti tan loco.
joder,que hiperdulce....
ResponderEliminar:)
"Me olvidé la vida son cuatro días,
ResponderEliminartres gasté, y uno creo que te debía."
=)
He vuelto del infierno. Me he traido toda la vida que me cabía en los bolsillos. La robé de la mesilla de noche del mismísimo Belcebú. Feliz Navidad, mi pequeña y dulce señorita, mano de hierro en guante de seda. Gracias por tus ánimos.
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