Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

domingo, 18 de noviembre de 2012

Karma


Cuando entramos en el club, los primeros minutos, como de costumbre, no pude concentrarme en nada más que en la música que hacía temblar desde las paredes hasta los músculos de mi cuerpo. Nunca dejaría de tener ese efecto en mí. Me subí al pódium y mi cuerpo se dejó llevar, sin más. Ni pensamientos, ni preocupaciones, ni personas existían ya, éramos sólo ella y yo.
Cuando ya sacié mi sed rítmica volví con mis amigos y seguimos bailando como locos un buen rato más. Mi noche transcurrió entre idas y venidas hacia la pista de baile y ellos, cada vez más perjudicados. Me gusta mucho salir con gente de mi clase, suelen tener tan poco sentido del ridículo como yo y eso es sublime, vernos bailar es la cosa más divertida que pueda pasar en la vida de alguien.
Pero poco me duró la diversión porque tenía un objetivo y por desgracia el efecto del alcohol me estaba abandonando. Me propuse no ser una borde estrecha sin corazón, y no rechazar a alguien de buenas a primeras con mi sonrisa de “vale, bien, ¿te largas?”
Se supone que en un club para homosexuales los chicos acosadores a chicas no deberían de ser un problema, pero nada más lejos de la realidad. Es como si todos los tíos sebosos cerders a muerte se pusieran de acuerdo para venir a la discoteca a triunfar bajo el prejuicio más establecido que hay: “los chicos gays traen a sus amigas hetero y son vulnerables”.  Irónico es que tanto los tíos gays como los hetero tengan una cosa en común: les gusta restregarse en culos como si no hubiera mañana.
Cuando me di cuenta, había rechazado a tantos tíos que había perdido la cuenta. Os aseguro que no perdí la cuenta porque sea una Diosa del ébano, sino porque hay tal cantidad de babosos heterosexuales en estos sitios gay que os sorprenderíais. Desde el que su forma de bailar era darme golpes en el culo con su pelvis hasta el que me metió la lengua en la boca sin más (os lo juro, sin más). A pesar de que me había prometido intentar no soltar la mentira de “mi novia es celosa y se enfadará si nos ve”, recuerdo haberla dicho tres veces. Es una excusa que no siempre me beneficia, la verdad.
En un momento de la noche alguien se acercó por detrás y empezó a seguir mis movimientos no demasiado mal. Decidí dejarme llevar y creo que fue uno de mis highlights de la noche. No es fácil que un chico baile bien, y yo quería creer que no sería otro cerder seboso, pero cuando me giré lo era, y aunque intenté no tacharle enseguida, al final el instinto me pudo.
Y aquí vino la catástrofe natural que desembocó en una misantrosociopatía universal en la que me odié por ser así. ¿Por qué tengo que rechazar a alguien sólo porque me parezca rematadamente ordinario? Con lo fácil que sería si sólo me importara el físico. Y claro, al hacerme esta pregunta enseguida me respondo que a mí no me dice absolutamente nada un tío así si es más que evidente que va a lo que va, que no juega, que no lo pone difícil, que no es capaz de retarme Si alguien no supone un reto para mí me aburre, y si me aburre mi cerebro desconecta, no me interesa.
Decidí sentarme y empecé a mirar a todo el mundo cuando se acercó una chica bonita que me preguntó qué me pasaba. Le mentí y le dije que había perdido a mis amigos, y tras una conversación un tanto desinteresada por mi parte me dijo que siempre se fijaba en la gente a la que le hacía falta un bastón (entiéndase bastón como soporte para estabilizarse de forma metafórica). Vamos, que según esta muchacha yo iba mareada perdida por el mundo sin encontrar el equilibrio. Totalmente cierto.
Pensé: ¿y si soy yo la que me hago creer que todos estos son una panda de mediocres básicos y evidentes que no despiertan en mí ni un ápice de curiosidad para evitar problemas? ¿Por qué sólo atraigo a la mierda? ¿Por qué no se puede acercar un chico normal con ganas de tener una guerra verbal? Quiero guerra, quiero pelearme hasta morir, quiero morder a alguien que sea capaz de morderme a mí. Alguien que me vea sentada con ganas de exterminar a la humanidad y me rete, que sea capaz de vacilarme y jugar sin tener miedo, y que realmente tenga algo que aportar. ¿Dónde están metidos los chicos así? Hablo de los de verdad, no de los fantasma, o de los intentos de, a esos se les ve venir de lejos. Y mejor no hablar de los que te usan como medio para mejorar algún aspecto de su vida, pero no porque aporten nada o quieran que tú aportes nada.
Lo mejor de la noche fue encontrarme con  Sr. Mordedor, alguien a quien conozco demasiado bien, y sus movimientos extasiantes. Sólo por eso toda la noche valió la pena, un lapsus ilegal que daría para otra historia.
Concluí que mi karma estaba bien jodido. Por eso sólo atraía a la mierda más grande del universo o a chicos casados (metafóricamente) o a emocionalmente inaccesibles, narcisistas, egomanipuladores, y un sinfín de tíos disfuncionales o carentes totalmente de interés, y era obvio que la culpa era del karma. Del karma o de Darwin, que me odiaba y no quería que sobreviviera en este mundo. Y mientras, los chicos de verdad están escondidos en sus casas viendo cine de culto y leyendo obras maestras, o viciándose a la PS3, o escribiendo textos que hablan de tías mediocres y ordinarias a las cuales no pueden tener.
Desde luego estamos en caminos totalmente equivocados.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Le rompería la cabeza


- Llevas toda la tarde ausente.
- Perdona, Elena, te juro que estoy intentando prestarte atención, pero mi mente no responde.
- No hace falta que lo jures. ¿Qué te pasa?
- Nada.
- Anaís, esto lo podemos hacer por la vía lenta, donde yo te hago un sinfín de preguntas que nos lleven a lo que te preocupa, o por la vía rápida, es decir, me lo cuentas y yo intento ayudarte.
- Es que no lo sé, Elena, te juro que no sé lo que me pasa, simplemente no me estoy sintiendo como yo misma últimamente.
- ¿Es por el cabrón desalmado que te ronda la cabeza?
- No es un cabrón desalmado, es… gilipollas.
- ¿Qué ha hecho esta vez?
- Es más bien qué no hace. Es demasiado buen escritor, Elena, convence a cualquiera con las palabras, pero luego es tan pobre en gestos… Es imposible creerle una vez pasa el efecto hechizante de sus discursos elocuentes.
- ¿Y no crees que aún así es mejor que no puedas creerle?
- ¿A qué te refieres?
- Si encima te diera motivos para creer sí que estarías perdida, porque estarías planteando algo totalmente desorbitado y sin sentido, que no estaría decidiendo tu cabeza elegante e inteligente, sino tu corazón quinceañero.
- Pero me sentiría tranquila, podría disfrutar de la esperanza y no me reconcomería la incertidumbre. Es como… ya sabes.
- Sí, y que te haga sentir como el otro hijo de puta no ayuda a que me caiga mejor.
- Es la incertidumbre, pero sobre todo el remordimiento de sentir que en el fondo sé que me la están jugando, que él lo está haciendo.
- Es que está jugando, querida.
- Y no me siento como yo misma. Me encanta el juego, pero siempre, y sabes que cuando digo siempre significa siempre, lo controlo yo. No me involucro sentimentalmente con nadie, eso lo mata todo, y sin embargo ahora mismo parezco una estúpida desesperada por una prueba, cuando siempre busco hechos que lo tiren todo por tierra. ¡Y ahora hago justo lo contrario! No sé qué me está pasando.
- Pues lo mismo de siempre, que pasa de ti y te da juego.
- No, si al final Héctor tendría razón cuando me decía que siempre echaba por tierra relaciones saludables y buenas y me perdía en los turbios y complicados vínculos de siempre, vamos, al masoquismo puro y duro…
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- Es que era una masoquista en toda regla. Ha tenido tropecientas relaciones en su vida y las únicas que tiene en un altar son aquellas en las que la han apalizado mentalmente hasta la extenuación. ¿Cómo se puede ser tan tonta?
- No sé, Héctor, ella ya te previno de sus lastres.
- ¿Y qué? Tampoco cerraba puertas, quería que estuviera ahí pero no quería cerrarse a la posibilidad de encontrar al hombre de su vida, cuando a lo mejor era yo. Siempre me trató como una persona en standby, y me daba largas y más largas, que ahora no estaba disponible emocionalmente y que sólo podía darme lo que me daba, pero claro, ahí estaba, y cuando yo me comprometía demasiado ya se encargaba de abofetearme la cara para recordarme que yo sólo era un pasatiempo para calmar su soledad.
- Ya te advirtió.
- ¡Claro, joder! Pero yo pensaba que estaba no disponible para todos, no sólo para mí. Fijó tanto la idea de que yo no cumplía sus estúpidos requisitos que aunque los hubiera cumplido nunca habría sido yo el protagonista de sus sueños.
- ¿Requisitos?
- Sí, sus estúpidos requisitos, como saber idiomas, tener estudios superiores (y no le valían todos porque la señorita despreciativa no se contentaba con que tengas cualquier licenciatura), tener ciertas aspiraciones, ciertas actitudes, ciertos valores… En fin, un montón de gilipolleces que tiene súper internalizadas y que si no cumples te tacha de su lista.
- Ya te dije desde un principio que estaba un poco ida de la olla.
- Y lo está, pero aún así, yo estoy, o estaba, enamoradísimo de ella, y se dedicó a despreciar mis sentimientos porque yo no era el hombre de su vida, porque me falta iniciativa, no tengo sus aspiraciones en la vida y no le aportaba nada (en ésta última se quedó a gusto diciéndomela). Y ahora me entero de que está pillada de un gilipollas que no la quiere ni un poco y además que está a tomar por culo, que probablemente la use de pasatiempo y juega con sus sentimientos.
- ¿Y por qué a éste sí le hace caso?
- Porque es inalcanzable para ella y eso le resultará alentador, o simplemente porque está loca. Es del tipo de chicas a las que hay que evitar a toda costa.
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- Tienes que evitar a los hombres así a toda costa, Anaís. Son personas a las que les gusta jugar, y es probable que lo que te dice es cierto, pero ya sabes que hablar es muy fácil, y yo no veo que este tipo tenga intenciones de hacer algo más que soltar su verborrea.
- ¿Sabes lo peor? Que yo me dejo llevar por arranques pasionales y alguna vez le he propuesto presentarme sin más. ¿Sabes cuál fue su reacción?
- Sorpréndeme.
- “Avísame con tiempo, no vaya a ser que tenga a alguna de mis fulanas en casa”, y luego se fue a dormir, sin más. ¿Cómo te quedas?
- No tiene interés, y ese comentario es de bocazas y gilipollas a más no poder, pero no, no tiene interés. No sé si porque se lo das fácil, porque vas al grano o porque como está jugando sin más su interés es bajo, pero no deberías tener esos arranques emocionales.
- Es que cuando le mostré la posibilidad esperaba que intentara persuadirme de que lo hiciera, o que mostrara algo de emoción o de algo, yo qué coño sé, pero desde luego no esa mierda de contestación y un me piro a dormir.
- La verdad, Anaís, es que teniendo a quienes tienes aquí deberías intentar pasar de todo esto.
- Ya lo sé, pero los que tengo aquí no me despiertan ese interés, pero es que, joder, no puedo exponerme tanto cuando su única preocupación de que nos veamos es que no se le junten dos fulanas en casa. Sólo juega, estoy segura.
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- Ella sólo juega, le gusta jugar con las palabras y con lo que con ellas puede llegar a expresar, pero le importa una mierda si consigue que me enamore de ella, y no es justo.
- No, no lo es, pero ya ha pasado un tiempo como para que dejes esto atrás ya, tío.
- No me refiero a esa injusticia. Me refiero a que no es justo que jueguen con ella cuando su corazón se muestra una de cada millón de veces.
- Eso es cosa suya, Héctor.
- Ya, pero a pesar de todo la quiero.
- A quien quieres es a la “ella” que tienes formada mentalmente.
- La quiero a ella y punto.
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- Es que no le quiero, no quiero a alguien así en mi vida, no quiero tener la sensación constante de que yo voy a más que él. Y odio tanto que me engatuse con su mierda que le rompería la cabeza.
- Pues que le den por culo.
- Eso, que le den por culo a él por haberme hecho creer importante cuando sólo era un felpudo.

Y una lágrima de rabia y pena cayó por la rosada mejilla de Anaís, consciente de que tenía que parar todo esto como fuera y ya.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Rojo cereza


Ashley sabía dónde tenía que ir para conseguir su objetivo. Estaba cansada del pesimismo que había cargado durante la semana, no era algo propio de ella y no estaba dispuesta a dejar que el placer se alejara por culpa de nimiedades.
Abrió el armario y sin dudar fue hacia el final de la larga barra llena de diferentes prendas, donde se encontraba su vestido preferido: de color rojo cereza, acabando sutilmente por encima de sus rodillas, atado al cuello, con un bonito escote y la espalda al descubierto. Era un vestido sanador, cuando se lo ponía su mentalidad cambiaba por completo y ya nada le importaba más que sus curvas, la lencería de encaje que llevaba debajo, los tacones que la elevaban por encima de cualquier mortal, y sus labios que homenajeaban la fruta prohibida con su intenso carmín.
El taxi la dejó en la puerta de aquel sitio aparentemente sin nada a destacar pero que ella ansiaba como agua de mayo. Iba como de gala y sin embargo el sitio era de lo más normal, pero daba igual porque no había –casi- en el mundo otro lugar en el que Ashley quisiera estar en ese momento. Plantó sus tacones sobre el asfalto y comenzó a caminar hacia dentro.
En cuanto sus manos abrazaron la copa de Martini y su garganta sintió el calor propio del alcohol, decidió que ya estaba lista para ir a por él. Sin embargo, mientras cruzaba la pista empezó a sonar una canción que le producía taquicardias tanto por la letra pasional como por el ritmo sensual y decidió que Lucky podía esperar, quería bailar. Se introdujo entre la multitud y dirigió su cabeza hacia el techo, cerrando los ojos y embebiéndose de cada golpe de ritmo. Sus caderas comenzaron a moverse automáticamente en sincronía con la canción, y sus manos, al principio tímidas, acabaron arrastrándose por todo su cuerpo, con una necesidad ardiente de expresar lo que con palabras ella no había podido hacer hasta ahora. Su pelo era fiero, no podía parar de mover la cabeza ni ninguna parte del cuerpo. Estaba extasiada, y en poco tiempo varias personas quisieron contagiarse de aquel éxtasis que Ashley emanaba. Un chico que seguía muy bien el ritmo de la canción se enganchó a su cintura y empezó a moverse con ella. Ashley se dio la vuelta y se quedó cara a cara con su desconocido justo en el momento en que la canción acabó. Por suerte, la siguiente la volvió aún más loca y a pesar de llevar un vestido rojo y unos tacones de infarto no pudo evitar saltar. Esta canción era muy bailable, siguió con el chico y había tanta sincronía que hasta se había olvidado de Lucky totalmente. Cuando acabó la canción besó al desconocido en señal de agradecimiento, sabiendo que él era gay, y siguió su rumbo, ahora más decidida que nunca.
Ashley subió a la planta de arriba, donde se hallaban los sofás y  otra pista de baile. No tardó demasiado en visualizar a Lucky, estaba con una morena despampanante restregándose a más no poder, pero ella sabía que está noche él iba a ser completamente suyo. Se colocó en la barra y pidió otro Martini, haciendo tiempo hasta que Lucky rompiera el contacto visual con la morena y su instinto depredador prestara atención a la chica del rojo cereza que tenía a dos metros enfrente de él.
Lucky vio aquellos ojos de hielo y por un momento dudó de su mente traicionera a causa del alcohol, pero esa pose no podía ser de otra chica que no fuera ella. Se olvidó por completo de la morena y caminó sorprendido hacia Ashley.
- Wow, cielo, estás… Wow.
- ¿Qué tal, Luck?
- No tan bien como tú, desde luego. ¿Qué haces aquí?
- He venido a bailar, y luego vas a follarme – dio un trago largo de su Martini para no perder la valentía que había tenido hasta ahora.
- ¿Y has bailado ya? – dijo Lucky en tono burlón pero con el deseo en la mirada.
- Sí, pero quiero más – contestó Ashley mordiéndose el labio deliberadamente para crear expectativas a Lucky. En ellos todo se basaba en el arte del juego y en quién daba más. En este caso estaba claro que Ashley estaba ganando con creces.
- Eso tiene fácil solución – Lucky cogió de la mano a Ashley y la acercó de golpe hacia él. Mientras pasaba sus manos por su curvosa cintura cogió con sus dientes el labio que ella seguía mordiéndose y se lo chupó, llevándose un poco de carmín con él. – Espero que acabes sin pintalabios esta noche.
Lucky era muy fácil cuando jugabas a su juego. Ashley se pegó delante de él y comenzó a descender sensualmente al ritmo del tema, mientras él acariciaba todo su cuerpo. Esto no iba a durar mucho más. Ashley se agarró a su cuello y mientras le miraba fijamente eran todo caderas contoneándose todo lo cerca de él que podía, y lo cierto es que Lucky estaba comenzando a pasarlo realmente mal. Intentó besarla pero ella se hacía la esquiva a propósito. Era justo lo que quería, tener el control, jugar con el deseo y hacerlo llegar al límite hasta que no hubiera más escapatoria que huir a su casa. Dio una vuelta sobre él y cuando se volvió a colocar le mordió el cuello.
- Veo que hoy vienes fuerte, cielo – le dijo Lucky cuando consiguió controlar su respiración.
- Yo siempre vengo fuerte, ya lo sabes.
Cuando pasó un buen rato Lucky pensó que ya era suficiente, y engañándola poco a poco la fue llevando hacia un pasillo poco transitado y poco iluminado, para acorralarla contra la pared.
- Ahora te voy a devolver todo este jueguecito.
- Aquí no, llévame a tu casa.
Estaban ya en la puerta de su casa. Lucky la invitó a pasar y tras ella cerró la puerta.
- Antes de que todo esto empiece y no haya vuelta atrás, contéstame a una pregunta - dijo Lucky.
- Dime.
- ¿A quién estás intentando olvidar?
Lucky no podía obviar el hecho de que Ashley hubiera aparecido sin más después de meses de ausencia a darlo todo con él, no sin un motivo subyacente. Ella lamentó en ese momento que Lucky no fuera más fácil, pero si por algo no había funcionado la parte real de sus vidas era porque ninguno de ellos tenía nada de simple. Sin embargo, ahí estaba, sexy con su barba y sus ojos increíblemente atrayentes, y no quería pensar en nadie más que en Lucky y su pelo, Lucky y su espalda, Lucky y su pecho, Lucky y su cuello. Todo lo demás sobraba, tenía que sobrar, así que se limitó a decir una mentira que él aceptaría como tal:
- A nadie.
Y la cordura acabó por esa noche.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Overbooking de fulanas


Esta noche te estoy odiando mucho. Se trata de creer tus palabras vs. lidiar con el hecho evidente de que cojean en veracidad. Adicta no reconocida a efímeros momentos de esperanza que por un momento me hacen creer que el drama ha vuelto en tromba a mi vida, pero es que serías tan buen político. Sí, hay drama, pero éste no me vale. Por lo que parece últimamente estoy batiendo todos los récords en estupidez adolescente.
Y es tan sencillo como que alguien encienda el interruptor que lleva jodido eones, obviamente vas a prestar atención porque es un hito en la historia de la humanidad, aunque siempre con el característico escepticismo que se encarga de joder vidas a mansalva, porque sabes perfectamente que esto no se acerca ni un poco a lo que tienes en mente. Pero, a veces, las palabras bien conectadas y en un contexto sugerente pueden ser irresistibles si las juntas con una química innata de lo más acertada, y cuando olvidas que las palabras son sólo palabras y que no tienen por qué tener trascendencia alguna igual te estás metiendo en un lío.
Toda verdad es relativa. Puede que la verdad sea momentánea, en este instante yo estoy constatando lo que creo que es una verdad, pero probablemente mañana, cuando mi humor sea mejor o me vuelvan a nublar la mente, mi verdad será otra. Todas correctas, pero circunstanciales. Él vive del momento, solo que su vida es otra cosa. Yo soy una especial, de las mejores de su cosecha del año. Él me siente como un huracán y yo le creo, pero estoy segura de que esta noche cuando se folle a una de sus serviciales fulanas pensará lo mismo de ella, porque el oxígeno atmosférico parece ser que aturde un poquito a mi polifacético chico. Y me daba igual por lo general, no era nadie trascendente después de la obnubilación conversacional habitual.  Después de todo, ¿cómo negarse a una buena conversación en una noche calurosa de verano? Él era un buen helado de chocolate.
Lo más triste de todo este drama es saber que las palabras están vacías de contenido, que son gratuitas pero que no se corresponden con la realidad, con los nulos hechos que puede haber, y que todo es producto de una distorsión de la realidad propia de personas disfuncionales como lo podemos ser él y yo, y eso no es interés, eso es hablarme cuando no hay nadie a quien follar esta noche.
Si fuera por mí ahora mismo te estaría mirando cara a cara, pero probablemente habría habido overbooking de fulanas.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Las calles de mi vida


Me encanta pasear por las calles de mi ciudad de vuelta a casa a altas horas de la madrugada. Cualquier persona de fuera que pase por ellas podrá verlas como unas calles normales sin nada a destacar, pero para mí son especiales. En cada una de ellas están las pisadas de toda mi vida, desde que nací hasta el día de hoy. Me han visto crecer, enamorarme, llorar, reírme, compartir momentos… En definitiva, han sido mi escenario.
Es tranquilo caminar de noche, no hay nadie y parece que tu mente adquiere algo de claridad, aunque no es mi caso ahora que el vodka aka colonia barata que mi hígado está intentando metabolizar me nubla los sentidos. Pero es bonito.
No entiendo por qué acabo huyendo y escondiéndome de todo siempre aquí. No entiendo qué cojones hago contigo si sé que estoy perdiendo el tiempo.