Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Algo de cojones y pastillas

Camina. La puerta hacia la libertad parece cercana. Vamos, no te desanimes, cada paso que das es un paso menos para alcanzarla. Va, sigue. ¿Por qué jadeas? Apenas llevas caminando 5 minutos, venga, qué vago, ¿acaso no quieres ser libre? Más rápido, tan sólo tienes una oportunidad. Jajajaja, son imaginaciones tuyas, la puerta no sigue igual de lejos que en el principio, ya casi puedes tocarla.



Jajajaja, ¿qué te creías? No puedes alejarte del vacío por mucho que quieras. Ya puedes caminar, correr, esconderte donde sea, no te desharás de él, porque está dentro de ti. Nunca llegarás a esa puerta, porque no existe. Jajajaja, has llegado a pensar que podrías acariciar esa libertad, qué inútil. ¿No te das cuenta de que quien es esclavo de la soledad, va a estar solo durante toda su vida? Así que ve asimilándolo si quieres empezar a ocupar una mediocre existencia en este cubo de basura llamado Tierra, o sino, algo de cojones y pastillas.

martes, 16 de diciembre de 2008

Un abrazo

- Dame un abrazo, Richard – pidió Anaís a su amigo de toda la vida.

- ¿ Y eso? –preguntó

- Me di cuenta de que cuesta mucho ser feliz – contestó – No me mires así, Rich. No me refiero a la tontura que muchos confunden con la felicidad. Me refiero a esa tranquilidad, esa paz que te hace sonreír cada mañana al despertar de forma natural. Ese algo que perdí hace tiempo y que dudo volver a recuperar nunca. Quizás se pierde al perder la inocencia, a… ¿madurar? No sé, Rich… hace tiempo que me siento en medio de la nada, y no sé hacia dónde debo ir.

- No dramatices, Anaís.

- Supongo que es eso lo que debo hacer, pero dime entonces cómo salvarse del hastío.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Orgullo o yo

Ella paseaba por las calles de la indiferencia mientras él moría bajo las cuatro paredes de esa sucia habitación que lo había acogido durante años. Paredes llenas de odio, impotencia, tristeza, pero sobretodo, vacío. Los temblores, los llantos, las fuertes respiraciones en un intento de agarrarse a la poca cordura que le quedaba, no llegaban siquiera a producir una brisa en su cabello que la hiciera girarse. Nada. Acercarse hacia él, sentarse delante, parar por un momento cualquier pensamiento, valor, juicio, y contemplarle. Mirar por un momento sus ojos rojos, entender que – joder- se muere por ella, que cualquier paso hacia atrás es un hacha en su corazón, que ella, motor de su vida, si se descuidaba, provocaría una gran muerte. Difícil es, sin embargo, competir con orgullo, su fiel amante. Mala compañía, intentó decirle alguna que otra vez, pero nada. Este energúmeno le ciega los ojos, le crea vicios adictivos en contra de todo. Deja de querer, deja de sentir, como puro mecanismo de supervivencia. Tan sólo si confiara… no tendría que elegir entre el orgullo o él.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Efecto boomerang con intereses

Eres veneno en sangre inyectado con la mirada. Eres una abeja, el aguijón tus palabras. Te mueves por instinto, por pura supervivencia. Observas a tus víctimas, peor que una mantis. No las matas, sino que las moldeas a tu gusto. Haces mil y un esbozos de todo eso que nunca has tenido y que nunca tendrás, y moldeas a la gente tal cual. Tu argumento interno irreconocible sería repartir tu infelicidad al resto de personas con posibilidad de saborearla, y es tu placer personal. Macabra pero víctima de tu propia obra. Hoy, parándome a pensar en tu maquiavélico plan de sustitución, me di cuenta de cuan elaborado ha llegado a ser con el paso de las estaciones. Ay, querida tóxica, no puedo sino compadecerme de ti. La felicidad es algo casi utópico, pero la infelicidad… je, la infelicidad es el castigo más grande, y es el precio que inconscientemente pagarás el resto de tu vida en tus fallidos intentos de dominación. Porque, ¿acaso el domador puede ser domado? Efecto boomerang con intereses, diría yo. Tu toxicidad ejerce un bucle de realimentación positivo, con tendencia a un crecimiento explosivo. Cuidado, amiga, puede que un día acabes envenenándote en tu propia esencia. Y, ¿sabes lo más gracioso? Me dará exactamente igual.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Lluvia de sentimientos

Un día llegué a casa y me pregunté: ¿de verdad he estado 7 horas fuera? Parece que sólo fuera un lapsus de mi mente y que en realidad sigo sentada en la silla, con la cabeza apoyada en mi mano, pensando por qué la felicidad no está hecha para personas como yo. Sayer me diría en una situación como esta que la felicidad es aburrida, pero no sé qué es peor, eso o el vacío. Un vacío intermitente, que aparece cuando crees poder hallar esa sensación de plenitud. Vale, sí, siempre he sido un alma descarrilada en cuanto a sentimientos, y que por instinto elegiría el camino de la amargura, pero eh, yo también quiero un break.
Por lo demás, todo se resume a rutina. Sal de casa, pon una sonrisa en tus labios, parece una persona normal, relaciónate con la mediocridad, hazte ver como tal, que si destacas, peor será. Estudia, vuelve a casa, agóbiate, sueña y agóbiate más por no conseguir que el sueño se transforme en realidad. Frústrate por no poder escribir o porque lo único que puedas escribir sea esta mierda. ¿La normalidad es una enfermedad contagiosa? ¿Puede la esencia de una mente soñadora, perversa, quizá manipuladora, y un poco idealista volverse simple? Ay… un día, llegaré a un sitio que no se corresponderá conmigo, y entonces, realmente habré dejado de ser yo.

Nos vemos en el comienzo de la noche, cuando aparquemos nuestros cuerpos y nos unamos en un tornado de sentimientos que nos haga estallar de placer…mental. Que no hay mejor sensación que una mente en sintonía con otra.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Sol

Dicen que para los escritores la felicidad es castigo. Cada vez estoy más de acuerdo. Señores, Norealidad está cerrado por vacaciones. He de decirles que encontré un paréntesis en Realidad, donde se está muy muy a gusto. Temporal o permanente, quién sabe. No se preocupen, sigo guardando los ladrillos de libro por si algún día vuelvo a necesitarlos.
Qué puedo decirles sino que quiero, que quiero y que por fin disfruto del silencio. Mi mente, ajena a todo pensamiento negativo, ahora se centra en dos cosas: en estudiar, y en el tiempo, leento como él mismo. Y si no continúo escribiendo frecuentemente es porque pocas cosas más que cursiladas salen de mi boca. Esto del amor… es una ruleta rusa. Aprovechemos la retirada de las nubes para saborear un poco más el sol.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Inspiración

-Tengo que confesarte algo. Anaís ha descubierto Realidad, y cada vez me cuesta más que permaneza en Norealidad. No sé qué le atrae de aquí, un mundo tan feo, que no deja de presionar las puertas de la frontera.

Las palabras no fluyen como lo hacían antaño. No sé qué escribir, no me inspira ni mi sombra, toda oscura ella llena de misterio. ¿Se pueden intercambiar sombras? Si fuera así podría disfrazarme de la suya y seguirle tras ella. Quizás así me sintiera parte de él. Qué ilusa, ¿no? Puede que aún no me hayan reciclado en el vertedero del olvido. Yo me llevo cada día pero es como la maldición de los muñecos diabólicos de R.L Stine, siempre vuelvo, con más carga cada vez. En otras ocasiones, en sueños podía seguir viviendo en la fantasía, podía albergar la esperanza de que en algún lugar de su frío corazón, seguiría teniendo ese pequeñito hueco que un día me perteneció, o eso creo. Quizás todo fue un reflejo, un espejismo, la ilusión de que fuera así puede que me hiciera ver lo que yo quería. Pero ahora, las noches son negras. Sé que sueño, porque sería otra persona si no lo hiciera, pero no sé qué pasa en ellos. ¿Tan duros tienen que ser que mi propia cabeza me evita el dolor? Lo dudo, será más bien que mi cabeza está tan desgastada que no puede inventar más situaciones agradables, y me escupe lo único que le queda, la jodida realidad. Bueno, una dosis no será tan mala, ¿no? No queda nada más. No queda esperanza, tan sólo mareos, mareos, mareos y cinta aislante al área afectada de mi mente y mi corazón. ¡Y ya está! No hay más.

Tan sólo le pido que me haga más daño, que me duela tantísimo, que pueda tener alguna excusa más antes de que se me olviden todas las otras.


Anaís, vuelve, joder.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Sinceridad

Se acaba el verano. Y con él, todas las promesas que un día prometí y que hoy sé ya nunca tendrán un lugar que no sea el olvido. Con todas ellas me voy también yo, puesto que aunque hacía tiempo que me había abandonado, nunca había sido tan definitivo.
Dicen que a lo largo de la vida sólo recordamos aquellos momentos que de verdad nos han marcado. Bien, puedo decirles que yo un día soñé. Y no ha habido otro momento en el que haya sido más puramente yo que cuando soñaba. Es una pena que los sueños, sueños son, y que por muchas historias que crees, no se convertirán en nada más que algo frustrado.
Pero ya ni frustración me dejo sentir, y mejor. Mejor no sentir, no pensar, no divagar. Todo eso nada más trae pensamientos que no tendrán nunca base.
A veces me pregunto dónde quedaron todos esos momentos llenos de vida que un día tuve el placer de experimentar. Si acaso existieron o todo ha sido fruto de mi retorcida cabeza. Si fue de verdad, o una simple ida y venida. Ahora todo me parece como una mala pesadilla, tan mala que ya ni sueño.
Se hicieron tantas confesiones, se dijeron tantas cosas, se experimentaron tantas sensaciones… que si sigo sabiendo que fue verdad es por las fotos que no me atrevo a mirar y por lo que siento cada día desde el primer rayo de sol hasta que Insomnio se retira.
Y qué remedio que cambiarlo todo. Quizás esos cambios sean los indicios de las palabras que
nunca llegaré a escuchar de alguna boca. Quizá tanta claridad ofusque. Pero no, a mí sólo me ofusca mi mente. Por lo demás, lo tengo todo muy claro.
Y si algún día esto sale mal, siempre tendré a Anaís, que me está esperando en Norealidad con los brazos abiertos. Pero de momento, tengo denegada la entrada. Estoy demasiado corrompida. Dejar de sentir, después de todo, no es tarea fácil.

En uno de esos tristes días de septiembre en los que, a pesar de salir un sol espléndido, todo se cierne de un color grisáceo.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Norealidad

Oh, iba todo tan bien, tan jodidamente bien. Había creado un mundo perfecto, un mundo en el cual tenía todo lo que necesitaba. Lo coloreé con sonrisas, planté semillas de pasión en todos los caminos. Creé personajes perfectos que tarde o temprano me acompañarían, y construí los edificios más hermosos a base de libros. Oh, ¿cómo puedo atreverme a llamarlos vulgarmente "libros"? Aquellos no eran libros; eran vida. Miles de vidas paralelas de las cuales me rodeaba. Sus paisajes se mezclaban en mi mundo, los protagonistas se hacían ciudadanos de mi condado, las pasiones... siguieron siendo pasiones sacadas de la fantasía. ¡Era todo taaaaaaaan bonito, taaaan perfecto! Pasaba las horas, los días, las semanas, en este maravilloso mundo. Paseaba entre las notas de una música que me incitaba a la felicidad. Gritaba a las gentes las historias más fabulosas jamás contadas, y sobre todo, reinaba en mí.

Lo mejor era la frontera entre Realidad y Norealidad. En mi mundo no hay pasaportes, hay controles de almas. Un alma sucia, jamás podría entrar en él. Sin embargo, di a las gentes la posibilidad de acceder a Norealidad con una condición: debían crear una historia fantástica, que les enamorara tanto que se convirtieran en el propio protagonista de su invención. De esa forma, podrían soltar su corrompida alma y acceder a mi mundo a través de sus sueños. ¿Cómo creen sino que creé todo esto?

Pero como siempre, tuve que joderlo todo. Estaba taaaaaaaan feliz.

Llegó la noche. Me tumbé en los jardines del olvido a escuchar la brisa de ternura que soplaba. Y de repente, cuando todo quedó bajo la supervisión de las emociones, pasó. En un momento, abandoné Norealidad, salí de aquel lugar tan genial, y me encontré en la cama de mi habitación.

- Mierda!

Y en ese preciso momento, te eché jodidamente de menos.

miércoles, 27 de agosto de 2008

¿Realidad o fantasía?

Despierto. Miro a mi alrededor. Todo parece extrañamente calmado. Mi ordenador, en su mesa. Mi ropa, colocada en la silla. Oigo un ruido procedente de la cocina. Alguien está silbando. De repente, alguien tremendamente familiar entra en mi habitación y me da los buenos días cariño. Cariño. Me levanto y doy un rodeo por la casa. Todas sus cosas están allí, donde siempre. Nada parece haber cambiado. Todo sigue… igual. Decido dejarme llevar y comprendo que todos los recuerdos anteriores habían sido una mala pesadilla. Me sonríe, más que nunca, con la sonrisa más espléndida que jamás podría darme, y es entonces cuando pasa. Me inclino a besarle, me corresponde. Nos fundimos en un pasional beso. Cuando me separo, ya totalmente convencida de que todo era real, le regalo uno de mis te quieros. Entonces, todo cambia. Él desaparece, la casa queda oscura. Le busco, pero no hay rastro de él, ni de sus cosas. Vuelvo a mi habitación, y es un caos. Semanas de descuido se acentúan. No dejo de oír una risa burlona. Alguien se está riendo de mí, sin duda. Salgo a la calle y me dejo pasear. Me siento en un banco, y de repente, vuelve a estar ahí, como si nada hubiera pasado. “Qué tardona eres” me dice. Le cuento lo ocurrido y no me escucha. Algo le impide oírme. Sigue hablando de otros temas. Me promete un regalo sorpresa. Vamos caminando, y me quedo absorta en mis pensamientos. Le miro, y está, pero no parece de verdad. Le estoy hablando cuando al girarme, veo que la gente me está mirando. Estoy hablando sola. Huyo. Corro. Corro tanto que llego a un sitio que no conozco. ¿Qué está pasando? ¿Qué es real? No estoy loca. No lo estoy. Doy marcha atrás y vuelvo hacia donde estaba. Tantas personas y ninguna se asemeja a mi efímero compañero. Pongo en orden todos mis pensamientos lógicos, de los cuales dudo y vuelvo a casa. Me doy una ducha, me despejo, y salgo de casa otra vez. Se va haciendo de noche, y no quiero pasar esta noche sola. Una vez más, él aparece. Más guapo que nunca, y cómo no, acompañado de su sonrisa. Intento estar alerta, pero es difícil teniéndole al lado. No puedo evitarlo, y me dejo llevar. Cenamos, y salimos fuera. Me mira, parece que es de verdad, no puede ser mentira! Esto es real. Me acaricia la mejilla. Parece que de verdad me quiere. Entonces le abrazo, y le digo que no me deje nunca más. No puede ser. Es como que se escurrió de mis brazos. Estoy abrazando al AIRE. Llueve, y yo no puedo sino gritar, gritar con toda mi alma, porque estoy en la calle SOLA.

Es como un fantasma que merodea cerca de las almas débiles para alimentarse. Como un vampiro sediento. Sediento de mi alma. Me doy cuenta de todo lo que está pasando, y ya no caeré más en el engaño. Puede que tenga que evitarle, puede que tenga que no mirarle a los ojos por miedo a que me cace. Puede que tenga que poner mil excusas para no saber demasiado de él. No quiero un fantasma como compañía. Algún día vendrá alguien, quizá no con el Volvo plateado y el alma sedienta de sangre como Edward en Crepúsculo, pero vendrá alguien que Realmente esté. Y que no sea un mero sueño, o un mero fruto de mi imaginación dramaturga. Que bien es cierto que yo nací para ser personaje, de hecho creo que me escapé de algún libro, pero debe de haber mucha más gente como yo que sueñe con tener un sueño que sea de verdad. Así que, esperaré a que la puerta de algún coche se abra para mí, y Él, me salve.

sábado, 23 de agosto de 2008

Nos encontraremos bajo la lluvia

Llovía el día en que cruzaron palabra por primera vez. Pero había pasado mucho tiempo desde aquel intercambio de miradas.

Por entonces, Hugo trabajaba allí por las tardes para ganar algo de dinero mientras estudiaba periodismo por las mañanas en la universidad. Su trabajo consistía en hacer todo lo que el resto de empleados –incluido el jefe, por supuesto-, de manera despótica, le mandaran hacer.

Un día, después de estar 20 minutos fotocopiando contratos de publicidad, la vio entrar. No debía tener más de 15 años, y se escondía tras la sombra de un hombre cuyo semblante mostraba la fuerza de alguien que carga el peso del mandato, el cual debía de ser su padre. Iban acompañados de su jefe, que, con la sonrisa de alguien que está haciendo buen negocio, les invitó a tomar asiento en una de las mesas de reunión principales de la radio.

Hugo seguía haciendo fotocopias mientras observaba y escuchaba todo lo disimuladamente que podía. Hablaban de renovar. Al parecer, el hombre que acompañaba a la niña era un arquitecto madrileño de renombre que tenía una empresa constructora. El jefe le había estado mostrando la estructura de la radio y pretendía echarlo todo abajo para construir de nuevo un lugar de trabajo más moderno y adecuado para la época, ya que el edificio sobre en el que se encontraban llevaba más de 200 años en pie.

Entre palabra y palabra, ella se perdió en los diferentes pasillos que había por allí. Observaba a cada una de las personas que pasaban y se detenía en cada objeto que formaba el trabajo. Él no dejaba de mirarla a pesar de parecerle demasiado pequeña, y ella acabó por percibirlo. Le miró fijamente e hizo una mueca de cortesía, la cual él correspondió. Acto seguido ella siguió su recorrido, ocasión que Hugo aprovechó para seguir mirándola. Había algo en esos ojos inquietos y curiosos que le producían interés. Ella se volvió a percatar de sus miradas y esta vez no le sonrió, sino que, con la despreocupación de una niña que no teme, le encaró y se quedó mirándolo un buen rato, cosa que le incomodó. Apartó la vista rápidamente y se dijo que no la volvería a mirar hasta que no saliera. Pero no puedo evitarlo y lo volvió a hacer. Ella, impasible, seguía mirándola con aquellos ojos que se clavaban como estacas. Ella observaba sus gestos, olía su miedo, y cuando estaba a punto de irse como si hubiera acabado de fotocopiar, la miró, y ella se rió. Sonrisa inocente y natural, que no hizo sino enternecerle y ver que sólo se trataba de un juego. Le sonrió y se fue de la fotocopiadora.

Rato después, mientras la veía irse, ella se giró y le sacó la lengua.

- Laia, vamos – dijo su padre.

- Sí, ya voy – y salió de la radio riendo.

Muchos meses pasaron mientras Hugo se preguntaba quién era aquélla chica de ojos azules y pelo castaño salvaje. Ahora trabajaba en las oficinas que sustituían temporalmente nuestro lugar de trabajo, mientras estaba siendo remodelado.

Varias veces vio a su padre, pero jamás a ella. Alguna que otra vez, como haciéndose el tonto, preguntó a alguno de sus compañeros si sabían algo sobre ella, pero apenas recordaban su visita. Algunos incluso bromeaban:

- ¿Con 20 años y andas preguntando por una cría de 15? No sabía que te gustaban jovencitas.

Al final la incertidumbre fue desapareciendo y poco a poco fue apartándose el misterio sobre aquella chica.

Pasaron los años y por fin acabó periodismo. Dejó su puesto de becario en al radio y se puso a hacer prácticas en un periódico local. Su trabajo consistía en ir hacia los lugares en los que había ocurrido algún suceso y obtener toda la información útil posible.

Con el dinerillo que había ido ahorrando se alquiló un piso pequeño en una calle escondida por Urquinaona, y allí pasaba las horas que le quedaban después de trabajar o callejear por Barcelona. No tenía muchos amigos, no creía en las amistades múltiples. Tan solo podía contar con dos: David, amigo desde la infancia con el que se veía de cuando en cuando, pero no importaba porque seguían teniendo la misma confianza de siempre; y Sara, una compañera de facultad con la que alguna que otra vez había confundido el término amistad, pero a pesar de eso se veían con frecuencia y estaban al tanto de sus respectivas vidas.

Dos años más habían de pasar hasta que todo cambió, años en los que Hugo escaló puestos y consiguió ser redactor del periódico.

Un día salió tarde del trabajo, y llovía. Por suerte, no era el primer día que había llovido en la semana y ya iba provisto de paraguas. No era partidario de metro o bus, así que fue caminando. Llovía bastante pero se podía estar, aunque no había una sola alma en la calle. Medio guarecido entre callejuelas salió a plaza Urquinaona.

De repente, extrañado, vio la figura de una mujer, desorientada y algo asustada.

martes, 19 de agosto de 2008

Nada

La palabra es: nada

Nada por aquí, nada por allá. Como los magos.

A veces me pregunto para qué tanta palabrería, si a la hora de los hechos, nada de nada.


Desde muy lejos, más que nunca, para los cuatro gatos que me leen.



Giró la cabeza ante la incapacidad de ver en qué se habían convertido. La gente pasaba, ajena a lo que estaba sucediendo, y él no podía sino envidiar su ignorancia. Al final, con la poca fuerza que encontró en él, la miró directamente a los ojos y le dijó:

- Si es eso lo que quieres, te lo pondré muy fácil.

jueves, 14 de agosto de 2008

Espejito que (casi) todo lo ve

Me tomas, me dejas, me callas, me besas, me miras, te observas, te piras, me alejas.


No te preocupes, Anaís. Cuando el disco de tu pensamiento parezca estar acabando, volverá a repetirse, y tú, ya estarás volviendo a pensar en él.


Pero no olvides que un día, al levantarte y mirarte en el espejo, tendrás que verte sin verle. Así que no te ilusiones mucho.

martes, 12 de agosto de 2008

Después del lapsus

Cuando creí que la realidad superaba al sueño, estaba equivocada. Se trataba de la misma pesadilla. El mismo miedo que Ilusión se procuró llevar, volvió a aparecer. El reloj se paró por milésima vez, y vi como la ligera esperanza que días atrás me había acompañado, se burlaba de mí. Yo, cansada, apenas tenía fuerzas para abrir los ojos.
Esto no podía durar mucho, Anaís. Era muy parecido a los entonces. Y esos, ya no volverán. ¿Página 3? Ja, qué optimista.

domingo, 3 de agosto de 2008

Una de cursilada

Tan sólo un latido de tu corazón para hacerme vivir con la intensidad del corredor que ansía llegar a la meta. Mi meta, tu amor. No quiero dedicar ya tantas palabras en torno a lo mismo. Prefiero que una tarde, cuando solo estés, te dejes llevar por las sensaciones de los recuerdos que he creado sólo para ti, de todas esas sonrisas que te regalé, todas esas miradas que nunca encontraron otro paradero que tú, todas esas lágrimas que guardé en tu ausencia. Siéntate amor y piensa. Piensa en mí, piensa en todo el camino que ya llevamos andado, y el que nos queda. Piensa en ti, y en todo lo que has madurado, así como viste mi esfuerzo por hacerlo. Pero sobretodo, piérdete en las notas de mis tequieros, todos los que te dije, y todos los que aún callo. Piérdete en el sabor de los besos que me diste, en esos y en los que aún no me has dado. Piérdete en el mar de mis ojos y sueña conmigo todo lo que veo a través de ellos. Que quererte, te quiero, pero más allá de eso, te amo. En todos los sentidos, en todas las formas y significados posibles. Y sólo con saber que si te miro, me mirarás, que si te canto, me escucharás, y que si te beso, me corresponderás, tengo bastante.

domingo, 20 de julio de 2008

Eternidad

Si la vida se reduce a todo aquello que nos importa, ¿dónde quedan todas esas cosas que aún quedan por descubrir? El mundo es tan grande, caben millones y millones de historias diferentes para contar. ¿Cómo podemos conformarnos con estar como estamos, entonces? Si tenemos toda una vida para vivir momentos especiales, conocer a gente que nos deje sin aliento, que tengamos mil desengaños, que consigamos aquello que un día nos propusimos y que nos ha costado esfuerzo. Que un día alguien te mire a los ojos y te diga que haces que su vida sea más bonita, y ya no hagan falta más palabras, dejar llevar el guión a los sentimientos. Que un día despiertes, y te des cuenta de que lo que has soñado no era un sueño, era la realidad. Que pasen meses sin ver a una persona, y que cuando la veas, no haya pasado el tiempo. Que vayas a un sitio nuevo, conozcas muchas personas, y te enriquezcas tú mismo. Hay tantas cosas que nos quedan todavía por vivir… que no podemos reducirlo todo al Hoy. Porque si no crees que mañana puedes encontrar algo mejor que lo que tienes hoy, empezaste y acabaste en el mismo momento. Y si crees que tu hoy va a ser el mismo toda la vida, te equivocas. Porque a veces las épocas asquerosas parecen eternas, pero hasta la eternidad tiene un límite, y creedme que se cansa. Deja de llover y brilla el sol.

viernes, 18 de julio de 2008

Algo de ego pour moi

Me apetece contar algo sobre mí. Quizás algún día, cuando haga algo que tenga sentido para el mundo, y signifique algo para alguien, le interese saber qué soy.

Soy un algo que se resiste a ser nada y lucha por ser más.
La conformidad no forma parte de mi vocabulario. Ni de mi forma de vida.

Concibo la vida como un camino que está pedregoso, el cual debes mejorar con tus esfuerzos. No creo en la suerte. Vivimos entre circunstancias que nos conducen por unas sendas u otras. Pienso que la suerte es una forma de justificación ante las imposibilidades que se crea una persona.

Una de mis mayores virtudes y a la vez defectos es la pasión. Voy a todas con todo. Puede llegar a ser un problema, porque como alguien cantó una vez: o me echas fuego o me extingo. Y puedo resumirme en ello. Sin embargo, y no sé si afortunada o desgraciadamente, quien
consigue entrar en mi corazón, nunca saldrá de él. Ambas cosas son tremendamente difíciles.

Apoyo los detalles, las pequeñas cosas. Es de las cosas que más me hace querer a una persona. Odio las falsas promesas, los teprometo que nunca se prometen ni a sí mismos, y amo los hechos. Si ahora mismo tuviera que escribir algo “bonito” sobre esto, diría:

“Dame el te quiero de tus besos, envuélveme con el calor de tus teechodemenos. Déjate de palabras que nunca escucharé. Que no quiero soñarte, quiero tenerte.”

Voy por la vida acompañada de notas musicales. A mi alrededor no falta nunca música, porque me muevo con ella y forma parte de mí, al igual que el ritmo, porque música deriva en él, y yo necesito ritmo constante, es mi carburante. Ya se habrá supuesto que me encanta escribir. Sí. Porque si no escribo me ahogo. Gracias a eso puedo evadirme e inventar historias de esos deseos reprimidos que todos tenemos. Y si hay alguien que se sienta bien leyendo las chapuzas que hago, aún mejor. Y por último, como pasión, me fascina el cerebro y todo de lo que se compone. Mi sueño es poder investigarlo y ayudar así a la ciencia. Por supuesto me muero por tratar a gente y ver cómo puedo influir en ellos. Para ello quiero estudiar medicina.

Aunque soy muy exagerada para todo, y a veces resulto bastante totalitaria, me considero profundamente de izquierdas, e intento tolerar a los que no piensan igual. Pienso que cada persona es libre de pensar y actuar como quiera, si con ello no perjudica a nadie más, y que se debe respetar por muy diferente a ti que sea.
Afortunadamente, y después de mucho tiempo, muchísimo, tengo suerte de tener unos amigos muy buenos. Pocos, pero buenos. Tengo un grupo envidiable. Una mejor amiga inmejorable. Y también algunos amigos sueltos por el mundo entero que valen la pena. Esto es bueno para mí, ya que desgraciadamente para ser feliz necesito tener gente a mi alrededor. Soy adicta al cariño.

Bueno, también tengo mi parte superficial. Soy adicta a las compras, y no tengo concepto de ahorrar. Espero ganar el suficiente dinero para satisfacer mis caprichos. Para ello curraré mucho, seguro.

Y no mucho más. A veces me castigo demasiado por mis defectos. Me gustaría ser más perfecta, pero bueno, sólo tengo 16 años, tengo una vida entera para conseguirlo.

Bueno, hasta aquí mi dosis de egocentrismo. Hay veces que llego a un límite y debo satisfacerme. Quizá los poquísimos que leáis lo que escribo podáis entender mis historias un poco mejor.

Un beso




Abrí la puerta y me encontré con un mundo muy diferente al que yo había vivido siempre.

- Has estado soñando – dijo una voz

Con la mirada decaída, miré ese mundo otra vez, y cerré la puerta un día más.

- Hoy me quedaré durmiendo.

jueves, 17 de julio de 2008

Ella

Hoy me di cuenta de los motivos por los que mi archienemiga actúa así. Y la entendí. Digamos que soy la cómplice de su crimen.
¿Cómo reaccionáis al sentir vacío? Ella, da cariño de forma proporcional. Es una forma de cubrir ese vacío. Supongo que tiene la esperanza de que se le devuelva, pero a fin de cuentas sólo hace el ridículo.
Un día le apetecía ver su nombre reflejado en el cristal. Entonces, ella lo escribía encima. Otro día, le apetecía un te quiero con miel. Ella se lo preparaba a él. Y así, un día, de tanto dar cariño cada vez que le hacía falta, se dio cuenta de que ya no le quedaba, y ahora volvía a estar vacía, de él y de sí misma. ¿Qué podía hacer mi pobre enemiga? Temía que si dejaba de hacerlo tuviera que enfrentarse a un vacío todavía peor, la realidad. Dudaba poder recibir cariño de ese manantial. Porque de él sólo podía beber el águila nada más. Volaba y volaba. A veces bajaba a tierra, pero en seguida ponía rumbo, y desde luego se iba a lugares a los que jamás dejaría que ella le acompañara. Demasiado libertad contra demasiada dependencia.
De esta forma Ella, que no podía quedarse así, creó un personaje sacado de sus sueños, le dio vida en historias, y suplió el vacío que sentía, ahora sintiéndose feliz. Pero… ahora hay otro problema. Ella jamás volvió a nuestro mundo. Se convirtió en otro personaje creado por ella misma a la imagen que quiso, y se quedó en su realidad perfecta. Y ahora sólo sé de ella cada vez que la identifico en cualquier historia que escribo.

martes, 15 de julio de 2008

Gran sauce

Pasabas los días bajo el ramaje del sauce. Lo admirabas, con su sólido tronco, tan firme e indestructible. Sobre ellas yacías durante horas, días, meses… Allí se estaba tan a gusto. Cuando te encontrabas con otros árboles presumías del sauce como el mejor de los mejores, y que nadie se atreviera a discutirlo. Tan pequeña e imperfecta tú, tan grande y perfecto el sauce. Con él aprendías en naturaleza, las más sabias lecciones aprendidas las viste subida, entre sus ramas. Pero un día empiezas a hacerte mayor, y descubres que tu árbol preferido, tan perfecto, no lo es tanto. Ves que cuando llueve, recoge más gotas de agua para él sin dejar apenas ninguna para los demás. Que ya no cuida la rama en que te subías siempre, y está resquebrajándose. Que te quiere con locura sí, pero desde luego tú has crecido y ya no es lo que era. Te has hecho más grande que él. Y ahora lo miras, y está seco, sin hojas, y la rama en la que solías pasar tan buenos ratos, se rompió. No puedes abandonarlo pero no tienes otro remedio, jamás volverás a poder mirarlo a la cara sin pensar que un día con sus hojas te protegía y te daba calor, y que ahora tuviste que plantar tu propio árbol, para poder sobrevivir, porque el sauce ya está demasiado sucio y débil.


Eso de que ellos nunca te decepcionan, es mentira, desgraciadamente. ¿Dónde está la excepción, joder?

domingo, 13 de julio de 2008

Miradas

Me estás mirando. Puedo notar que intentas no hacerlo, pero me deseas. Observas cada uno de mis movimientos, y sé que con un fugaz cruce de ojos, te pongo nervioso. El resto de personas se vuelven invisibles, ya no están. Sólo tú, y yo. Me levanto, hago como que no te he visto seguirme, y espero. Espero un largo rato, te cuesta dejarte. Salgo al lugar donde muy a tu pesar, me estás esperando. Me acerco. Te miro, y con esa mirada, ya te lo he dicho todo. Así que ahora siénteme. Acaríciame, que necesito sentir tus dedos sobre mi piel. Estreméceme como cuando me susurrabas al oído los secretos más profundos. Déjame ser tuya por una noche y no pienses en deberes y posturas. Tan sólo quiéreme, como lo has hecho siempre, y no pongas precio ni límites a tus besos. Que esta noche sólo estamos tú y yo, y mañana queda muy, muy lejos.

domingo, 6 de julio de 2008

Ríndete final

Se dieron dos besos. Fueron caminando a la salida cuando de repente sonó un disparo. La estación se inmovilizó. Los terroristas la habían tomado. Richard y Ashley se tiraron al suelo del pie de la salida. Cogieron a Ashley de rehén. Cuando entraron más terroristas, al ser obstáculo Richard le pegaron un tiro, y Ashley al ponerse a gritar, le dieron otro.


Fin.

sábado, 5 de julio de 2008

Ríndete II

Cuando me di cuenta, ya llevaba dos semanas fuera de la vida con la que tanto había soñado. Adiós a mis estudios, adiós a mis amigos, pero sobretodo, adiós a él. Aún seguía sin comprender cuál había sido el motivo de su arrebato. Yo sabía que lo tenía muy desatendido, y pensaba compensarle en acabar las clases. Siempre que me concentro en alguna cosa, suelo dejar de lado las demás, y yo notaba como él estaba quemado, pero no decía nada. Bueno, en una semana todo habrá pasado – solía decirme a mí misma. Pero no dio tiempo.

Aquella noche terminaba más tarde las clases debido a una práctica. Por la noche había quedado con Richard para cenar, así que él vendría a por mí. Cuando bajaba por las escaleras me encontré con mi amigo medio francés medio inglés, Carter. Era de 1º año, y andaba un poco perdido por el idioma. Le conocí de casualidad en uno de esos momentos en los que te entra la vena humanitaria, un día a principios de curso que lo vi intentando comunicarse pero nadie le entendía. Nunca fui muy buena en los idiomas, pero el francés lo aprendí de pequeña cuando íbamos a visitar a mi tía de Toulouse. No era una experta, pero me defendía. Desde entonces prácticamente no se había despegado de mí, cosa que entendía, y nos hicimos amigos. Claro que ya desde un principio supe que a Richard le molestaría. No es que fuera celoso, pero Carter junto con mi carrera quitaban parte del tiempo que podía pasar con él, y le empezó a tomar rabia. Estaba convencido de que a Carter le gustaba, y motivos no le faltaban. Pero él no creía que yo sintiera nada por él, simplemente siempre ha sido de pensar que si hay alguien de por medio encontraré algo que le haga mejor que él y le abandone. Es cierto que Carter se me había declarado un par de veces a lo largo del curso, y que a veces intentaba imitar a Richard para conseguir mi atención, pero yo siempre le dejé claros mis sentimientos. Si había llegado hasta donde estaba era porque realmente quería a Richard, y lo tenía muy claro. Pero él no. Esa noche que bajaba por las escaleras de la universidad, Carter apareció llorando, y me dijo que no había conseguido pasar de curso, y que probablemente se tuviera que volver a su país porque sus padres no podían financiar otro año más. Estaba muy triste, así que lo abracé. Un buen rato. Se ofreció a acompañarme a casa pero yo le dije que estaba esperando a Richard, y se fue. Pasaron horas hasta que me fui a casa. No hacía frío, pero yo me encontraba helada. Richard no apareció, y no contestó a ninguna de las llamadas que le di. Cuando llegué a ese piso pequeño y cutre en el que vivía provisionalmente, me dispuse a ir a casa de Richard, pero al tumbarme a la cama un momentito, el cansancio, junto con el dolor de cabeza y las lágrimas, me dejaron en coma.

A la mañana siguiente cogí un taxi y paré en el portal donde tantas veces me había despedido, para finalmente haberlo pisado pocas horas después en la mañana. Me bajé decidida, pero al llegar al rellano, empecé a temblar y las primeras lágrimas del día asomaron. ¿Y si esto es el fin? – pensé aterrorizada. La puerta principal estaba abierta, así que me planté cara a cara con su puerta. Toqué el timbre, y al minuto o así salió el que había sido mi novio durante 5 años, intermitentemente. Despeinado y recién sacado del sueño, me miró serio como si de repente se hubiera dado cuenta del problema.

- ¿Qué ha pasado? – dije llorosa.

Él, callado, miro serio al suelo. Ni siquiera podía mirarme a los ojos. No pude evitarlo y corrí a abrazarle. Ni se inmutó. ¿Qué estaría pasando por su mente para tratarme con tanta frialdad?

- Pero, ¿qué te he hecho?

- Lo mejor será que lo dejemos, Ashley. Tienes que estar concentrada en tus estudios y es mejor que sea sin mí – mintió Richard.

- Pero… - dije sin entender nada

- De verdad, lo mejor será que te vayas

Y una vez hubo hablado se fue hacia el interior de su casa y me dejó plantada ahí mismo. Me fui por el mismo camino que había recorrido tantas otras veces, sin ser consciente de nada. Ni siquiera estaba pensando. Fui a ese piso cutre, empecé a recoger mis cosas, y en poco menos de una semana, me fui a mi ciudad. Ya pensaría qué hacer con mis estudios. Por el momento necesitaba estar lejos de todo. No avisé a nadie, ni a Carter, ni a Richard. A nadie.
Un par de semanas después, sin noticias de Richard, le echaba enormemente de menos. No le conté a nadie lo que había pasado. No podía afrontarlo. Le enviaba mails que sabía que no contestaría, porque había algo que no le dejaba. ¿Qué ha pasado? – me preguntaba constantemente. En ellos le decía que le quería, que le echaba de menos, que me encantaría verle y que habláramos… Nunca mentí.

Todo cambió cuando un día, tirada en el sofá pasando un calor insoportable, recibí una llamada.

- ¿Sí? – dije esperanzada.

- Ashley, c’est Carter (La conversación se supone que es toda en francés, pero para que lo entendáis lo escribo en castellano)

- Hola… ¿Cómo estás?

- Sorprendido. ¿Por qué regresaste?

- Pasaron muchas cosas y me tuve que volver.

- Y tanto, tu novio se ha vuelto loco.

- ¿Cómo dices?

- El otro día lo encontré por los alrededores de la universidad y por un momento pensé que me pegaría.

- ¿Qué pasó?

- No sé muy bien qué ha pasado, pero me dijo que ahora tenía vía libre para lo que quisiera contigo, que ya no estabais juntos.

- ¿?

- Me dijo que nos había visto abrazándonos esa noche que te conté lo que me había pasado.

- Joder…

- Tu novio me tenía ganas.

- Carter, tengo que irme, te llamaré en cuanto pueda. Cuídate.

- Au revoir, chèrie.

Me quedé en shock. Por eso no fue a por mí. Nos vio, y al llevar todo el año pensando que había algo entre los dos supongo que fue la prueba que necesitaba, y le dolería. Me sentí fatal, cabreada, triste, y a la vez esperanzada. Esto no hubiera pasado si le hubiera prestado más atención – me dije arrepentida. Tenía que llamarle cuanto antes. Quizá no me cogiera el teléfono, o quizá sí. Tuve suerte.

- ¿Dígame?

- Richard, qué bueno oír tu voz. ¿Cómo estás? Soy Ash..

- … Hola, vaya, qué sorpresa. Estoy genial, ¿y tú?

- Bueno, quería hablar contigo de algo importante. Hasta hace poco no sabía por qué habías actuado así, pero hace unos minutos me he enterado de todo, y quería explicarte lo que pasó.

- No te preocupes, Carter me lo dijo todo.

- Pues qué bien, porque yo no he querido nunca a ese chico, sólo a ti Rich. Debí demostrártelo de otra forma, lo siento.

- Lo siento yo, Ashley, pero ya es demasiado tarde… Tú no tenías tiempo para mí y la cosa se enfrió. Ya no vale de nada intentar.

Tuve que resignarme a sus deseos. Sabía que cuando se enteró de su confusión se debió sentir horrible, pero tenía demasiado orgullo como para reconocerlo, y sé que en ese momento más que en ningún otro lo tendría lo más distante posible. Son sus medidas de seguridad hacia él mismo. Lo hace y con eso se siente a salvo de que puedas descubrir cualquier sentimiento que le haga vulnerable.

El caso es que poco a poco me iba llamando, y yo a él, más que nada para no perder el contacto, aunque yo sabía que era su manera de decir “lo siento, no quiero perderte”, y con eso me conformaba, aunque siguiera llorando cada noche por estar tan lejos. Estuvimos así como medio año. Yo trasladé mi expediente a la universidad de mi ciudad y reanudé mis estudios. Hablábamos frecuentemente, como aquellos tiempos cuando sólo éramos unos adolescentes con tantos sueños queriéndose cumplir, y nos pasábamos el día hablando. Un día. En uno de los tantos arrebatos que forman mi persona, me apeteció mucho verle. Y se lo dije sin más, sin rodeos.

- Me gustaría verte, Rich.

- No sé si sería una buena idea…

- Ni yo, pero prefiero arriesgarme. Por favor, seré buena.

Sabía que él no me diría que no, aunque nunca llegué a saber si de verdad quería verme o simplemente se vio en el compromiso. Yo quería pensar que sí tenía ganas. Lo que sí le puso en un compromiso fue el pedirle dormir en su misma casa. Intenté por todos los medios quedarme en casa de alguien, pero volvían a ser vacaciones y no quedaba nadie de los míos por esos lares. Sólo él. No sabía qué haría cuando le viera, pero no quería ni planteármelo. Sólo verle sonreír, y ya podría volverme.

El viaje en tren se me hizo eterno. Sin embargo, cuando quedaba apenas media hora, me entró el pánico, como siempre. ¿Qué hago yo aquí? – me decía – Me estoy metiendo en la boca del lobo, como siempre. Ojalá todo salga bien…

Bajé del tren que servía de conexión entre su vida y la mía, y me mezclé entre la gente. Como no, antes de que él se hubiera dado cuenta siquiera de mi existencia, yo ya lo había visto. Con sus típicos aires pasotas, pero nervioso. Miraba a la gente haciendo que no miraba a nadie. Y entonces me vio. Por un instante me pareció verle sonreír, pero eso era adelantar acontecimientos. Me acerqué, y tímidamente, como siempre solía ser, le saludé.


- Hola, Rick.



Tengo intenciones de continuar unas paginillas más esta historieta. Tengo que decir que he rectificado algunas cosas con respecto al primer “capítulo”. En él dice que era verano cuando se veían, pero realmente son vacaciones estándar, no es ninguna época concreta del año. Eso os lo dejo a vosotros. Y bueno, también en este capítulo habréis visto que es lo mismo pero desde la visión de la chica, la cual ha sido la narradora propia, no como en el otro que Richard era un personaje más. Bueno, pues ya iré publicando cosillas. Gracias por leer a los pocos que lo hacéis, y muchas más gracias por comentar. Por cierto, los que lo hagáis, si no os importa, dejadme un link o algo para poder devolveros el comment, que si no me sabe mal. Un beso =)

viernes, 4 de julio de 2008

Buenas noches, Insomnio

Buenas noches, Insomnio. Ya es otra más que te apoderas de mí. Me quitas la posibilidad de soñar y me acorralas con mis estúpidos pensamientos. Hoy no, hoy no estoy para eso. Esta noche quiero soñar que puedo volver a soñar. Pero tú, tan egoísta como siempre, me robas mis vacaciones nocturnas y me condenas a los condicionales perfectos que nunca podrán cambiar. Y así pasamos, noche tras noche, bajo la luz de la luna, tú, insomnio, mis sentimientos y yo. Lo contradictorio de mi contradicción es que si pudiera soñar, temería hacerlo. Temería porque mis sueños son más reales que la realidad. Siempre lo fueron, y siempre lo serán. En ellos, si vienes, sonrío, y si me dejas, lloro. No hay escondite puesto que el sueño en sí lo es. Y como en ellos no puedo esconderme, sufro cuando vienes, me besas y sé que volverás a irte de forma incluso más dolorosa que en la vida real. Pero incluso sufriendo soy feliz porque por un pequeño instante, estás conmigo, eres real, te puedo tocar y puedo abrazarte. Sé que el amanecer te robará como roba mi sonrisa cada día, pero nada importa en ese momento. La luz del sol entra por mi ventana, y entonces todos los tequieros, los cariños, las promesas… quedan más lejos que nunca. Tanto, que a veces, mientras los busco, me pregunto si de verdad existieron alguna vez o mi cabeza me la está volviendo a jugar. Por eso, impaciente Insomnio, temo soñar, porque si sueño, al despertar, le buscaré y no estará, y entonces me quedaré sola otro día más.



Escribí un poema el cual por ahora no publicaré porque los que me conocen saben que se me da peor que mal. Siempre fui más de prosa.

jueves, 3 de julio de 2008

Ríndete I

- Ella es el sabor más agridulce de mi mente. Es una okupa a la cual no puedo echar. Tampoco quiero. La pienso, y sin darme cuenta, ya la estoy queriendo otra vez.

- No deberías ir a verla. Sólo conseguirás…

- No pretendo conseguir nada. No puedo hacer como que no va a estar cuando viene sólo por verme.

- Así nunca la olvidarás.

- Eso es algo con lo que ya contaba.

Richard salió, sabiendo que su amigo tenía razón y que sin embargo, no podía sino dejarse llevar, aunque sólo fuera para contemplar por una vez más su sonrisa, sus meteduras de pata tan entrañables, y esa mirada fija que hacía no ver pero que sabía que tenía sobre él cuando algo no iba bien. No pensaba tirarse al vacío, pero era demasiado importante como para negarle la estancia. De todas formas ya habían pasado 6 meses, y aunque no quisiera reconocerlo, se moría de ganas por verla. Se quedaría unos días en su casa de la playa. En principio Richard intentó que se quedara con alguna amiga, pero ausentado todo el mundo al ser verano, no pudo sino ofrecer su casa.

Hacía medio año que Richard había dejado a Ashley. Aún le dolía recordar las lágrimas en su cara, diciendo por qué, y mostrando un lo sé. Eran amigos desde pequeños, a pesar de vivir en ciudades diferentes. A medida de que se hacían mayores, iban sintiendo como la amistad que los unía iba tomando otros matices, y cada vez que se veían no sabían cómo ocultar sus sentimientos por miedo a que el otro se diera cuenta y se alejara. Al fin, un día Richard se apareció por sorpresa en casa de Ashley y le dijo que la quería. A los 18, Ashley se mudó a la ciudad de Richard y comenzaron a vivir una historia de amor preciosa. Pero poco a poco ella se dejó absorber por su carrera y apenas tenía tiempo para él, el cual también estudiaba pero no era su vida. Además, no podía soportar que anduviera tanto con ese tal Carter, compañero de carrera. Se le notaba a 300 leguas que iba detrás de su chica. Ella negaba y negaba, pero Richard sufría, y las malas lenguas no ayudaban. Una tarde que fue a recogerla a la universidad para salir a cenar, los encontró abrazados y no pudo aguantar más. Se fue y la dejó esperando.
A la mañana siguiente Ashley se presentó en su casa, llorando. Richard, casi sin poder articular una palabra, le dijo que lo mejor sería dejarlo. No le dio explicaciones, ni dio lugar a que ella le dijera que ese abrazo se debía al suspenso de Carter, el cual no pasaría de curso. Le pidió que se marchara, que sería lo mejor para los dos. Ella se quedó en la puerta plantada, llorando y mirándole, preguntándose que había hecho mal, y corrió a abrazar a Richard. Él, conteniendo las lágrimas y sus ganas de abrazarla, se quedo parado, y ella, cabreada, se fue.
A la semana se enteró de que ella había vuelto a su ciudad, y que el próximo curso lo haría allí. Fue Carter el que se lo dijo. Se lo cruzó y le paró.
- ¿Qué coño le has hecho?

- No te entrometas en esto más , cabrón, que bastante la has fastidiado ya, ¿no crees? Ahora ya puedes hacer algo más que darle abrazos a escondidas y a saber qué más, porque está libre.

- Pero, ¿qué dices?

- No te hagas el tonto. Llevo viendo todo el curso cómo no te despegas de ella, y os vi bien abrazaditos el otro día, así que no me chulees.

- … Te vas a arrepentir de lo que has hecho. Ashley ha estado ayudándome todo el curso porque no soy de este país y me he tenido que adaptar, y lo del abrazo… de verdad que eres tonto… Si nos viste abrazándonos fue porque a pesar de todo suspendí y me dolió, imbécil.

- ¿Qué? Mira, déjame empaz.

Así fue como descubrió la estupidez más grande que había hecho. Al mes Ashley le llamó y le preguntó cómo se encontraba. Estuvieron charlando un rato y al final se atrevió a decirle:

- Hace unas semanas Carter me llamó, y me contó que habíais estado hablando. Richard, yo no sabía que pensabas eso… Te podría haber explicado…

- Ahora es igual, es mejor así, llevamos toda la vida juntos y si no hubiera sido por esto hubiera sido por otra cosa. Los dos estábamos quemados, ya no sentíamos lo mismo – mintió.
Desde entonces hablaban de vez en cuando, solía llamar ella para ver cómo estaba y para saber qué tal le iban las cosas. No le importaba tener la iniciativa, ya que conocía de sobras a Richard y sabía que le costaba, aunque a veces se diera rabia a sí misma por hacerlo después de lo que había hecho. Al final hablaban casi todos los días y habían recuperado ese buen rollo que tenían de jóvenes.
Un día, en una de sus largas conversaciones telefónicas, las cuales desembocaban en teechodemenos y meencantaríatenerteaquíconmigo mentales, Ashley le dijo:
- Richard… he estado pensando, y… Bueno, hace tiempo que no voy por allí, y se echa de menos a la gente, y no sé… me gustaría verte y pasar contigo unos días.
- …

- ¿Estás ahí?

- Sí… Bueno, a mí también me gustaría verte pero no sé si sería…

- Por favor, Rich, déjame verte…

- Está bien.

No sabía cómo lo hacía, pero siempre acababa convenciéndole. Pero la verdad es que estaba contento, aunque no lo dijera en alto. Sólo con ella se sentía importante.

Pasaron las semanas y por fin llegó el gran día. Nervioso en la estación, miraba el gran reloj que le indicaba que ya debía haber llegado. Mareas de personas por todo el lugar, y ella no aparecía. De repente, entre toda aquella multitud, vio sus ojos penetrantes, su sonrisa tímida y su mano alzada. Se acercó y se quedó frente a Richard.
- Hola, Rich…

domingo, 22 de junio de 2008

Orgullo y dignidad


Respira el mismo aire pero no lo comparte. No se deja ser de nadie, huye en cuanto existe la posibilidad. No es por independencia, es por miedo. Observas cómo te mira pero hace como que no te ve.

Hablemos de dignidad y de orgullo. ¿Por qué se tiende a relacionarlos? No se equiparan. No pierdes tu dignidad por no mostrar orgullo. Sin embargo, todos lo creemos. Nos pasamos la vida actuando y haciendo las cosas de la manera contraria a como querríamos que se hicieran, y sin embargo, nuestra excusa es: porque tengo orgullo. ¿Qué orgullo? ¿Es para sentirse orgulloso no hablarle a alguien importante, o comportarte mal adrede, o decir Y cuando sientes X? Se hace continuamente, y lo veo una tremenda gilipollez. No crean que me excluyo, aquí servidora lo ha hecho 1001 veces, pero cada vez lo veo más inservible. No sirve de nada decir algo que no sientes, o actuar de forma contraria a ti. Cuando por piques, o por mantener la postura, te muestras duro, pasota, indiferente… lo único que provocas daño a otras personas y a ti mismo, y sinceramente, prefiero decir te echo de menos como te echo, y estar tranquila, que decir o mostrar un paso de ti, y saber que es mentira.

Hablemos ahora de dignidad. Y veréis como es al revés de lo que pensamos. Cuando pierdes tu dignidad es porque no has actuado conforme a ti, cuando te has rebajado a los pensamientos o acciones de otra persona y te has sometido. ¿Y todo esto no pasa cuando por “orgullo” somos diferentes a nosotros mismos? No haré nada que no quieras que haga, pero no me voy a comportar como si no fuera. Tengo dignidad, y orgullo para sentir lo que siento sin esconderlo.

miércoles, 18 de junio de 2008

Otro más


Otro más. A falta de uno para hacernos mayores. ¿Qué quieres ser? Persona. Muchos caminos se abren y a día de hoy sólo hay miedo a lo desconocido. ¿Qué pasará? Bueno, algunas cosas cambiarán de color, aunque todos acaban en el mismo. Por el momento, esperan largas noches acostada en la cama, mirando por la ventana las sombras de los árboles de mi campo, escuchar sus hojas mecerse con el viento, tranquilidad, sólo aparente. Muchas canciones esperando a ser clasificadas por recuerdos. Mucho que pensar, mucho que escribir. Mucho que ver. Quizá buenos momentos con gente inesperada. ¿Será buen verano? A saber, pero como el verano pasado, pocos. Demasiadas noches me esperan sin soñar. Veamos el curso de las cosas naturalmente. Yo por el momento, sigo sentada viendo la película. Hace frío, ¿eh?

lunes, 16 de junio de 2008

Cadena perpetua

Dime cuántas horas de mi vida empleé en esperarte. Cuántas noches me quedé recostada en la cama esperando el parpadeo que me indicara que estabas ahí. Cuántas veces al día me pregunto el por qué. Cuál es el motivo por el que construiste una barrera entre tu corazón y el mío. Te miro, y me miras como si no pasara nada. Intento escucharte, pero tu corazón está parado. Te hablo, pero sigues tu conversación imperturbable. Y te quiero, pero no quiero hacerlo. Es un juego que nunca consigo ganar, y tú cada día estás más lejos. Y te toco, pero haces como que no me sientes. Borras cada rastro de mi nombre, cada pizca de mi olor, cada huella de los besos que te di… Y aquí estoy, nadando entre lágrimas sin saber qué me queda por hacer, si debo rendirme a la posibilidad de un algo, o hacer como que nunca fuimos. Y es que me siento tan pequeña al gritarte y no oírme. Intento alcanzarte pero cada vez me cuesta más hacerlo, yo te juro que lo intento. Seguir preguntándome cada noche si aún piensas en mí, si al oír mi nombre me recuerdas, si tu forma la sientes o la actúas. Y me queda seguir queriéndote, queriéndote olvidar, queriendo que me quieras, buscando por todas partes ese algo con el que poder romper la barrera y encontrarme contigo cara a cara, mirarte a los ojos y sentir que me devuelves la mirada que siempre me has dado. Abrazarte, y que todo haya pasado. Luego despertaré y será un día más en esta pesadilla. ¿Por qué te proteges? ¿De qué tienes miedo? Pedí el permiso de olvido, pero sigo condenada a cadena perpetua.

domingo, 15 de junio de 2008

Lástima que el tiempo no perdona

Llora al tiempo pero sigue impasible ante todo. Manda peticiones de olvido que nunca le conceden. Pasa lenta la espera de una señal, pero muy rápido el momento del adiós. Las paredes gritan su nombre, la gente lo muestra en su mirada, y su mente… su mente es un continuo tira y afloja de recuerdos y penas. Dime pues, ¿qué puede hacer para dejar de llorar por las noches y sentir el mundo caer cada día? Ella me dice que indiferencia la envuelve con su ausencia, que inseguridad le susurra en el oído cada uno de sus miedos, que se va y no vuelve. Que hay otra mejor. Dime, tiempo, ¿qué puedo hacer yo para que ella no quiera abandonar su cuerpo y desaparecer entre el vacío de las personas? Derrocha sonrisas repletas de lágrimas, y cuando nadie la ve abre el baúl de su conciencia y naufraga con sus sueños rotos. Mírala, allí está, ausente, se pasa los días atrás. Tiempo, dime, ¿no puedes traerla aquí otra vez? ¿Qué puedo hacer yo para acabar con su pena? Tú lo controlas todo, haces que el momento más especial del mundo sea efímero, y consigues que el peor sufrimiento se prolongue una vida entera. Eres cruel y despiadado. Te odio.

viernes, 13 de junio de 2008

Nostalgia

Sólo añoramos las cosas cuando ya han acabado. Mientras, ni las apreciamos. La vida es un constante anhelo de pasado y esperanza de futuro, el cual esperamos que sea mejor que el presente, el que a veces se puede llegar a odiar tanto. El presente es la oveja negra de la familia, no se está contento con él, y siente celos de su primo el pasado, ese tan bonito y mágico, nada que ver con la actualidad. También se siente desplazado ante el futuro, que tiene acaparada todas las atenciones, porque siempre se esperan grandes cosas de él. Sin embargo, hay momentos en los que ni siquiera se contempla le contempla, todo queda en pensamientos difusos, y es entonces cuando la mente va hacia atrás, para alquilar por unos minutos la ciudad de los recuerdos toda para ella. Logras evadirte de una realidad poco satisfactoria y por un instante sientes ese bienestar que vivías por entonces. Recuerdas lugares, sonidos, olores, sabores, y personas que ahora ya no están. Y por un momento eres feliz otra vez. Pero luego, como al niño que quitan su más preciado juguete, vuelve a invadirnos ese vacío del que nos habíamos olvidado, y nos quedamos igual o peor que estábamos. ¿Cuándo pasa la nostalgia a indiferencia? Lo único que tengo claro es que los recuerdos llenan un vacío inmenso, y dibujan sonrisas donde suele haber lágrimas. Es por eso que parte del tiempo lo pase atrás, en el mundo de los recuerdos más geniales que nadie jamás podrá tener, y soy feliz. Llamadme nostálgica, pero es genial.