Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

sábado, 7 de agosto de 2010

Keep walking

La lluvia me empapaba a cada paso que daba, pero no paré, pues a esas alturas no había ya nada que pudiera ponerse delante de mí. Aunque hubiera andado y desandado el mismo camino muchas veces, ahí estaba, en la puerta, esperando a que mi ángel guardián bajara y me llevara al cielo para olvidar.

Londres me pareció un lugar lúgubre, feo y solitario. Sentí simpatía. Mis rizos se solían enredar en las chaquetas y sudaderas que los hombres más caballerosos me dejaban a causa de mis atuendos veraniegos tan poco apropiados para el clima.

- Antes hacía calor. Tú has traído el frío, blondie – solían decirme.

Y no lo negaba. Si de mí dependiera el clima mundial habríamos entrado ya en una nueva glaciación.

A menudo las personas que no me conocían me observaban con curiosidad, y extrañamente solía hacerles sentir simpatía hacia mí. Quizás la compasión fue un arma a mi favor, pero me daba igual, porque estaba tremendamente cansada, como si hubiera estado días y días andando sin parar, haciendo el mismo maldito camino siempre. Y en sentido figurado así era. Estaba muy desgastada, harta de ver la misma película, con el mismo final una y otra vez. Harta de las mentiras, de la hipocresía generalizada y de la falta de sentimientos. Como si hubiera estado caminando en la orilla del mar durante años y al girarme ver que no había dejado ni una sola maldita huella. Así de triste era. Sin huellas, sin corazón. Al final, como siempre, sólo estaba yo. Yo, y mi maleta, y mi ángel guardián. Deberíais tener uno. No sé si se pueden comprar, o alquilar, en el caso de que no tengáis. Es esperanzador para la desesperanza. Siempre me asombraré de lo increíble que es ver reír a una persona de forma tan natural y desinteresada cuando uno mismo se siente tan retorcido en el dolor, y aún más impresionante es la forma contagiosa en la que acabas riendo también.

Así que continué caminando, pero esta vez iba acompañada, y los pasos que daba me parecían alentadores, fáciles, incluso apetecibles.

No íbamos solas. Más humanos (desinteresados también), disfrutaban de nuestra compañía y nos seguían a cada peripecia que nos proponíamos hacer.

A fin de cuentas… menos a la muerte, a todo se sobrevive, afortunadamente. Se puede estar sumido en el dolor, pero llevarlo genial. Y como casi todos portamos algún tipo de dolor, sólo me queda daros ánimo, y pilas. Pilas para esos pies cansados o asustados de andar.

Keep walking, me dice un tal Sayer de vez en cuando, y resulta que puede ser hasta divertido, y más cuando alguien te sujeta para que no caigas.

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