Ashley y su indiferencia. Se acostumbró tanto a fingir que
nada le importaba que acabó por ser así. Mujer fatal, de vicios: alcohol,
tabaco y manipulación. En la cama, quien ella escogiera: mujer, hombre… daba igual
mientras la hiciese gritar. Eso cuando la lujuria superaba sus ganas de jugar a
las marionetas.
¿Amor? Eso para las adolescentes con baja autoestima de la
generación Crepúsculo, ella sabía que era pura pantomima literaria, una idea
fácil de vender y fácil de creer pero que era lo más lejano a la realidad
posible. El único amor que sentía era el de cuando tenía cabezas entre sus
piernas.
Ashley se levantó de aquella cama en la madrugada del
sábado, y ella se sintió contrariada.
- ¿No te quedas? – le preguntó la chica cualquiera.
- Prefiero mi cama.
- ¿Te volveré a ver?
- Lo dudo. Pero tranquila, me has dejado muy
satisfecha.
Se colocó las medias, se subió la cremallera de la falda y
calzó sus zapatos rojos. Acto seguido cogió la chaqueta que había dejado posada
en la silla y se despidió mientras salía por la puerta de una casa desconocida,
la que con toda seguridad jamás volvería a pisar.
A veces Ashley odiaba tener esa personalidad fría que le
impedía desarrollar cualquier tipo de sentimiento que no fuera interesado hacia
alguien, sobre todo cuando veía a las parejas atontadas por la calle, pero
sabía perfectamente que esas burbujas de enamoramiento eran más transitorias
que sus roturas de medias. El problema de la idealización es que, una vez desenmascarada,
la decepción es irremediablemente grave e irreversible. Cuando conoces a una
persona haces un boceto de lo que quieres y crees que sea, pero en cuanto se
abre el telón y ves lo que te va a aportar (que suele ser nada) sólo desearías
no haberte metido en ese lío en el que no podrás salir sin mancharte la falda.
Así que Ashley no quería, sólo deseaba.
Pues desear satisface, pero querer no.
"El problema de la idealización es que, una vez desenmascarada, la decepción es irremediablemente grave e irreversible."
ResponderEliminarUáh! Que puntazo! ;)