- ¿Quién mierdas eres? – dijo Adrienne al chico que la había
casi obligado a meterse en el coche y había arrancado a toda velocidad,
haciendo que el aeropuerto quedara como un dibujo borroso en la lejanía.
- ¿Puedes hacer el favor de estarte quieta? Lo estás
complicando todo mucho más – contestó el chico con una voz ronca que hubiera
intimidado a Adrienne de no ser porque era bastante jovial.
- ¿¿Que me esté quieta?? ¡Me has secuestrado, gilipollas! Va a
estarse quieta tu madre, déjame bajar del puto coche YA.
- Vaya, no sabía que en París fuerais tan malhabladas – dijo el
chico con una sonrisa burlona.
Adrienne se quedó un momento pensativa, valorando la
situación. Lo cierto era que el chico en cuestión no daba miedo, y no parecía
que fuera a hacerle daño, pero no cabía duda de que él sabía mucho más de ella
que al revés, lo que la inquietaba bastante.
- ¿Quién eres? – volvió a preguntar Adrienne.
- Mmm, un chico.
- ¿En serio? – Adrienne miró al techo y suspiró. - ¿Dónde está
Christian?
- ¿Quién?
- No me trates como a una tonta. ¿Dónde me llevas?
- A un lugar seguro.
- ¿Con Christian?
- No, con Christian no.
- ¿Dónde está?
- Él está bien, no te preocupes. Quien ahora mismo no lo está
eres tú.
- Eso es evidente, ¿no crees? Me has secuestrado.
- ¿Quieres no preocuparte?
- ¿Me vas a matar?
- No.
- ¿Y a violar?
El chico echó la vista atrás, como cavilando mientras la
miraba de arriba abajo para finalmente decir que no burlonamente.
- Eres gilipollas.
- Cállate y cuando lleguemos donde tenemos que llegar te
explico todo.
Adrienne quería pensar que no pasaba nada, que todo estaba
en orden, pero no pudo dejar de temblar durante todo el trayecto.
Finalmente llegaron a una calle random de Londres. Adrienne
no tenía ni idea de dónde estaba, pero el chico bajó y la sacó del coche con
más educación que cuando la metió en él, aunque no la soltó hasta que se
metieron en el portal, no sin antes ver cómo un hombre trajeado tomaba las
riendas del auto y se lo llevaba.
Cogieron el ascensor y el chico apretó la decimotercera
planta. Adrienne lo tenía muy cerca y ahora que se había quitado las gafas
podía apreciar el color miel oscuro de sus ojos y la barba rebelde que llevaba.
- ¿Cómo te llamas? – preguntó Adrienne.
- Puedes llamarme Alex.
- ¿De qué otra forma podría llamarte?
- Cállate.
Llegaron a la planta en cuestión y Alex abrió la puerta de
un piso de lo más común, sin nada fuera de lo normal. Pidió a Adrienne que se
sentara en uno de los sofás y desapareció para volver a los pocos minutos con
una tila.
- Esto es para que dejes de temblar, ya te he dicho que no voy
a hacerte daño, ni soy un secuestrador.
Adrienne bebió temerosa la tila, pensando que quizás llevaba
veneno y que en pocos minutos se dormiría para despertar en un futuro lleno de
sangre e intestinos fuera, o quizás sin riñones.
- Gracias… ¿Podrías explicarme qué está pasando?
- Sí. Christian te pidió expresamente que fueras cautelosa a
la hora de comunicarte con él.
- Y lo he sido.
- No lo debes de haber sido demasiado si te han descubierto.
- Chris llevaba dos semanas sin dar señales de vida y teniendo
en cuenta el jaleo que tiene montado aquí y que no me cuenta, me preocupé, como
es lógico. Además, ¿quién me ha descubierto? O lo que es mejor: ¿quién no tenía
que descubrirme?
- Básicamente su familia, pero no te puedo contar más, eso es
cosa suya.
- Quiero verle.
- Lamentablemente ahora mismo no va a poder ser. Su familia
cree que yo he ido al aeropuerto para meterte en el siguiente avión hacia
París.
- ¿Christian también lo cree?
- No, él sabía lo que iba a hacer.
- ¿Sois amigos, entonces?
- Aaalgo así, se podría decir.
- Uf, eso me deja mucho más tranquila.
- Me alegro.
- ¿Y si no puedo verle por qué ha dejado que me traigas hasta
aquí?
- Porque sabía que no te quedarías tranquila y que pensarías
que lo tienen en un sótano torturándole o algo por el estilo, y que querrías
explicaciones. Como él no te las puede
dar, me ha pedido que te las dé yo.
La conversación no fue mucho más trascendente después.
Adrienne se encontraba cansada, pero a pesar de que sabía que ellos eran amigos
no conseguía tranquilizarse. ¿Y si todo era mentira? Alex se dio cuenta y cogió
el teléfono.
- Sí. Todo bien. Está bastante nerviosa, creo que no se fía de
mí. Tampoco soy tan mala persona – iba diciendo Alex por el teléfono.
De repente llamó a Adrienne, y entre susurros le dijo:
- No te alteres, no te alargues ni esperes de él respuestas
recíprocas, le tienen vigilado.
Adrienne cogió el teléfono con la respiración acelerada.
- Christian, ¿eres tú?
- Hola, Alex, ¿cómo fue? ¿Todo bien?
- Oh, gracias a Dios que escucho tu voz, me estaba volviendo
loca. Tu amigo me ha secuestrado y no me fío, y necesito verte, y…
- Me alegro, lo mismo te digo. No te preocupes, está todo en
orden, todo irá bien.
- Te quiero, Christian.
- Y yo también. Cuídate, Alex.
- Hasta luego, Chris. Te quiero.
Alex miraba desde la otra punta de la habitación, observando
la desesperación palpable de la chica e intentaba acordarse de la última vez
que había vivido algo así de intenso. Ya no lo recordaba.
- Precioso. ¿Tranquila ya?
- Sí… Más o menos. ¿Por qué hablaba en clave?
- Ya te lo he dicho, le están escuchando.
- ¿Pero quién le escucha?
- Su familia.
- ¿Acaso son una mafia o algo? ¿Asesinos, terroristas?
- No, mucho peor: son personas influyentes.
- ¿Eso qué significa?
- Nada. ¿Quieres darte una ducha?
- ¿Me lo dices porque huelo mal o para que me calle?
- Te lo digo porque sigues temblando y una ducha con agua
caliente te vendrá bien.
- Ah, pues sí… Gracias.
- Si quieres me meto contigo.
- Eres gilipollas. ¿Dónde está el baño?
- Al fondo a la izquierda, malhablada.
Adrienne se metió en la ducha y durante unos minutos se
concentró en las gotas de agua caliente cayendo sobre su cuerpo, esa sensación
agradable era lo único que quería sentir. No duró mucho, pues enseguida recordó
la voz de Christian, fría pero cercana, al otro lado del teléfono, la aparición
repentina de Alex y su pseudosecuestro para acabar siendo un amigo de Chris,
todo lo relacionado con su familia y lo que parecía ser una mafia extraña, y
demás acontecimientos fuera de lo normal a lo largo del día. Estuvo como media
hora bajo el agua, y cuando salió de la ducha agradeció tener su maleta con sus
pertenencias para poder adecentarse bien el pelo y ponerse decente. Si había
algo que no gustaba a Adrienne era estar en casas ajenas sin sus propias cosas.
Se puso un pantalón de chándal negro que hacía de pijama y
una camiseta ancha. Cuando salió vio que Alex había preparado la cena, cosa que
agradeció porque se había dado cuenta de que no había comido nada desde primera
hora de la mañana, antes de coger el vuelo, y se moría de hambre.
- Ten, toma esta sudadera, te abrigará más que esa
cutre-camiseta.
- Gracias, de nuevo.
Se sentaron en el sofá mientras cenaban, y Adrienne estaba
tímida, como si ahora le supiera mal haberse comportado tan ariscamente durante
todo el día (a pesar de que fuera la reacción más normal).
- ¿Qué dan por las noches en la tele inglesa? – preguntó Adrienne,
sintiéndose estúpida ipsofactamente.
- Telebasura y deportes. He optado por lo primero a pesar de
que hoy juega el Chelsea, mi equipo preferido, porque supuse que el fútbol te
la sopla, Ariednne.
- No me importa demasiado, no. Y es Adrienne, no Ariednne.
- Oh, perdona. Es que tu nombre es demasiado largo y complicado,
no me gusta nada.
- Pues no le puedes hacer nada.
- Ya… Aunque en realidad sí, puedo cambiar tu nombre.
- No, no puedes, soy Adrienne y siempre lo seré.
- No, tengo que buscarte otro nombre, Adrinoséqué es demasiado
complicado. ¿Cómo te puedo llamar? Mmm…
- Adrienne, me puedes llamar Adrienne, porque así es cómo me
llamo.
- Mmm, tiene que ser un nombre corto, sencillo pero
impactante, que siempre vaya a recordar…
- Adrienne.
- ¡Ya lo tengo! ¡Chelsea! Te llamaré así, en honor a mi equipo
de fútbol. No te podrás quejar, ¿eh?
- ¿Chelsea? Por el amor de Dios, ¡me llamo Adrienne!
- Cállate y come patatas, Chelsea.
Después de cenar, mientras miraban la tele, Adrienne notaba
cómo los ojos se le cerraban irremediablemente. Estaba agotadísima, tanto, que
se quedó dormida en el sofá sin darse cuenta. Los volvió a abrir cuando Alex la
despertó, avisándola de que era muy tarde y que debería irse a la cama a
descansar.
- Puedes ir a aquella habitación – dijo, señalándole con el
dedo su ubicación -, es donde Christian duerme cuando se queda aquí.
- Vale… ¿Cuándo me voy a ir? – dijo adormilada.
- Ya hablaremos de eso mañana. Buenas noches, Chelsea.
- Buenas noches…
Adrienne se tiró en la cama y a pesar de que le habría
encantado comprobar si era cierto que ahí dormía Christian a veces, el sueño
pudo con ella y se quedó sumida en él.
Hasta el día siguiente.
Yo me molestaría en madurar un poco más los personajes, y no meter tantos diálogos. La buena esencia de un texto o una historia puede estar en lo que los personajes callan o muestran, antes que lo que hablan. Un saludo.
ResponderEliminarOh, estoy muy de acuerdo, la cosa está en que no dedico demasiado tiempo a esta "saga" porque estoy de lleno con mi novela y cuando escribo aquí suelen ser otro tipo de textos, así que me gusta utilizar esta historia para alternar un poco lo que escribo habitualmente. Es una historieta para pasar el rato y por eso encontrarás más diálogo en algunos capítulos que descripciones y reflexiones en sí. Pero sí, la base de una buena historia reside en las reflexiones que no aparecen de forma explícita en una conversación necesariamente. Gracias por pasarte, leer y dar tu opinión :)
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