Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

martes, 14 de agosto de 2012

El principio del fin

Hoy es el día en el que piensas: “es el principio del fin”.

Es verano y hace calor, pero la brisa nocturna se autoinvita por mi ventana y se balancea con los mechones de mi pelo, grácil y simpática. Voy despeinadísima y el vestidito con el que duermo está girado por mis nerviosos cambios de posición. No me importa si se queda al descubierto mi ombligo y se entrevén los lacitos de mis bragas, porque estoy sola. 

Me doy la vuelta. Hay algo peor que el calor sofocante que se te adhiere a la piel cual parásito, y es el vacío. ¿Cuántos años llevo hablando, escribiendo y pensando sobre el vacío? Antes, por influencia de Sam, lo llamaba hastío, tedio, decadencia… Viene a ser lo mismo. ¿Cuándo no he sentido la necesidad de reflexionar sobre esa sensación tan desagradable? Supongo que cuando aún no sabía de mi existencia o cuando se tomaba unas vacaciones que siempre eran mucho más cortas de lo que yo ansiaba. 

Me costó mucho asimilar que tenía que convivir con él, pero cuando lo hice elegí estrategias realmente decentes para disimularlo, o disfrazarlo de autenticidad, o de alternativa. “Soy una chica diferente y por eso es difícil que alguien me llene”. Who knows. De todas formas era una falsa convivencia, en el fondo yo seguía convencida de que no era vacío, de que era otra cosa y de que podría deshacerme de él cuando quisiera. 

Me vuelvo a dar la vuelta. Esta vez me giro hacia la ventana, y afuera, en los jardines que tengo en frente, veo a una pareja pasar. Van cogidos de la mano, y ella, con su brazo libre, se agarra a su chico. Conozco esa sensación de seguridad. Y siempre que veo estas situaciones me inspiro mucho, y empiezo una guerra mundial entre mis yo’s con multitud de opiniones diferentes –demasiadas para salir de una misma persona-.

“No llevarán mucho tiempo saliendo” 

“Qué bonito es el juego del principio, el drama y el éxtasis que supone conseguir a la persona que quieres, ese momento en el que te das cuenta de que las ideas que has estado intentando arrancar de tu cabeza a toda costa por lo desorbitadas que parecían han resultado ser un hecho factible”

“Les durará unos pocos meses, y luego la rutina se cargará la relación, como hace con todas” 

“Los sentimientos son un estado mental transitorio” 

Etc.

Y entonces me siento profundamente triste, porque mientras estoy pensando todas esas cosas hay una chica a 3 metros de mí que va agarrada de su novio y que sonríe en toda la amplitud que su músculo zigomático le permite. 

Ahora es cuando todos vosotros pensáis que soy una pobre desgraciada a la que nadie hace caso y que está más sola que la una. Os equivocáis. Y eso es lo peor, que sí me hacen caso, yo podría ser esa chica si quisiera. ¿Significa eso que no quiero? No. Significa que soy un caso perdido porque aun queriéndolo no lo quiero. Y cuando podría quererlo es absoluta y desorbitadamente imposible. Lo de siempre. Y todo porque yo soy yo y no soy compatible. 

Echo de menos la tranquilidad, la estabilidad, la sencillez. Está muy bien ser una femme fatale, seducir a tu adversario para obtener de él lo que quieras, está genial llevar el alma pintada de carmín, ¿pero sabéis una cosa? En realidad voy despeinada por casa, con una camiseta ancha y unas braguitas rosas con lazos de Hello Kitty. Que aunque me suba a mi escenario imaginario e interprete canciones de divas que valen su peso en oro, a escondidas es más probable que me encuentres tarareando canciones que hablan de polvo de hadas y caballeros andantes mientras dibujo corazones y estrellas en post-it’s y pienso en leñadores que no necesiten ningún tipo de carruaje real para llevarme al fin del mundo con sólo una mirada.

Y mi pregunta, como siempre, es: ¿cuándo dejaré de estar inhabilitada en el momento oportuno? Teméis a los lobos porque son animales salvajes y agresivos, pero os olvidáis de que por las noches se lamentan aullando en soledad.

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