Lo primero que le dije cuando le conocí fue: “me recuerdas a
alguien que ya no está”. Entró en mi vida silenciosamente, pasando desapercibido,
siendo nadie, pero estando, y cuando su ego maltrecho se mezcló con mi creciente
soledad creamos un monstruo encantador. Yo me hallaba sorprendida por el hecho
de que alguien fuera capaz de encenderme la luz, de que me interesara más que
por la conversación fácil como remedio contra el aburrimiento. Me encantaba
fantasear y aspirar a él. Como con Sam, me dejaba sin respiración a menudo y en
un mismo día podía odiarle y amarle al mismo tiempo, porque era un jodido
encanto insoportable.
Las mentiras son siempre bonitas, hasta para brujas malvadas
de caparazón duro, y las irrealidades pueden ser tan tentadoras que, en estados
de vulnerabilidad, pueden ser muy engañosas. Era tan irreal que acabé por
creérmelo.
Así que la opción más factible después del gran hinchazón
que tengo en mi trasero como consecuencia de la elegante patada desprevenida
que me llevé por estar en las putas nubes dibujando corazones en el aire es
joderme el orgullo, sea o no sea así la realidad, porque real o no estoy hasta
los cojones de Sams, Luckys, Hanks, y la madre que les parió a todos, y
prefiero creer que he estado dando vueltas sobre mí misma hasta que no he
podido mantenerme en pie que pensar en un final trágico consecuencia de un amor
imposible, porque más bien ha sido inexistente. Y no duele, porque algo irreal
no puede doler, pero, joder, cómo escuece.
¿Qué pasa pequeña?.
ResponderEliminarMe recuerdas tanto a alguien que conocí una vez y que ya no está... porque creció!.
Yo se como acaba el cuento. Caperucita viste de cuero y lleva un látigo insoportable. El lobo, pobre lobo, entre los vivos y los muertes ulula esperando el restallar del látigo de la que un día fue una niña soñadora.
He vuelto. ¿Quieres un té americano? :)