Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

domingo, 7 de septiembre de 2008

Inspiración

-Tengo que confesarte algo. Anaís ha descubierto Realidad, y cada vez me cuesta más que permaneza en Norealidad. No sé qué le atrae de aquí, un mundo tan feo, que no deja de presionar las puertas de la frontera.

Las palabras no fluyen como lo hacían antaño. No sé qué escribir, no me inspira ni mi sombra, toda oscura ella llena de misterio. ¿Se pueden intercambiar sombras? Si fuera así podría disfrazarme de la suya y seguirle tras ella. Quizás así me sintiera parte de él. Qué ilusa, ¿no? Puede que aún no me hayan reciclado en el vertedero del olvido. Yo me llevo cada día pero es como la maldición de los muñecos diabólicos de R.L Stine, siempre vuelvo, con más carga cada vez. En otras ocasiones, en sueños podía seguir viviendo en la fantasía, podía albergar la esperanza de que en algún lugar de su frío corazón, seguiría teniendo ese pequeñito hueco que un día me perteneció, o eso creo. Quizás todo fue un reflejo, un espejismo, la ilusión de que fuera así puede que me hiciera ver lo que yo quería. Pero ahora, las noches son negras. Sé que sueño, porque sería otra persona si no lo hiciera, pero no sé qué pasa en ellos. ¿Tan duros tienen que ser que mi propia cabeza me evita el dolor? Lo dudo, será más bien que mi cabeza está tan desgastada que no puede inventar más situaciones agradables, y me escupe lo único que le queda, la jodida realidad. Bueno, una dosis no será tan mala, ¿no? No queda nada más. No queda esperanza, tan sólo mareos, mareos, mareos y cinta aislante al área afectada de mi mente y mi corazón. ¡Y ya está! No hay más.

Tan sólo le pido que me haga más daño, que me duela tantísimo, que pueda tener alguna excusa más antes de que se me olviden todas las otras.


Anaís, vuelve, joder.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Sinceridad

Se acaba el verano. Y con él, todas las promesas que un día prometí y que hoy sé ya nunca tendrán un lugar que no sea el olvido. Con todas ellas me voy también yo, puesto que aunque hacía tiempo que me había abandonado, nunca había sido tan definitivo.
Dicen que a lo largo de la vida sólo recordamos aquellos momentos que de verdad nos han marcado. Bien, puedo decirles que yo un día soñé. Y no ha habido otro momento en el que haya sido más puramente yo que cuando soñaba. Es una pena que los sueños, sueños son, y que por muchas historias que crees, no se convertirán en nada más que algo frustrado.
Pero ya ni frustración me dejo sentir, y mejor. Mejor no sentir, no pensar, no divagar. Todo eso nada más trae pensamientos que no tendrán nunca base.
A veces me pregunto dónde quedaron todos esos momentos llenos de vida que un día tuve el placer de experimentar. Si acaso existieron o todo ha sido fruto de mi retorcida cabeza. Si fue de verdad, o una simple ida y venida. Ahora todo me parece como una mala pesadilla, tan mala que ya ni sueño.
Se hicieron tantas confesiones, se dijeron tantas cosas, se experimentaron tantas sensaciones… que si sigo sabiendo que fue verdad es por las fotos que no me atrevo a mirar y por lo que siento cada día desde el primer rayo de sol hasta que Insomnio se retira.
Y qué remedio que cambiarlo todo. Quizás esos cambios sean los indicios de las palabras que
nunca llegaré a escuchar de alguna boca. Quizá tanta claridad ofusque. Pero no, a mí sólo me ofusca mi mente. Por lo demás, lo tengo todo muy claro.
Y si algún día esto sale mal, siempre tendré a Anaís, que me está esperando en Norealidad con los brazos abiertos. Pero de momento, tengo denegada la entrada. Estoy demasiado corrompida. Dejar de sentir, después de todo, no es tarea fácil.

En uno de esos tristes días de septiembre en los que, a pesar de salir un sol espléndido, todo se cierne de un color grisáceo.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Norealidad

Oh, iba todo tan bien, tan jodidamente bien. Había creado un mundo perfecto, un mundo en el cual tenía todo lo que necesitaba. Lo coloreé con sonrisas, planté semillas de pasión en todos los caminos. Creé personajes perfectos que tarde o temprano me acompañarían, y construí los edificios más hermosos a base de libros. Oh, ¿cómo puedo atreverme a llamarlos vulgarmente "libros"? Aquellos no eran libros; eran vida. Miles de vidas paralelas de las cuales me rodeaba. Sus paisajes se mezclaban en mi mundo, los protagonistas se hacían ciudadanos de mi condado, las pasiones... siguieron siendo pasiones sacadas de la fantasía. ¡Era todo taaaaaaaan bonito, taaaan perfecto! Pasaba las horas, los días, las semanas, en este maravilloso mundo. Paseaba entre las notas de una música que me incitaba a la felicidad. Gritaba a las gentes las historias más fabulosas jamás contadas, y sobre todo, reinaba en mí.

Lo mejor era la frontera entre Realidad y Norealidad. En mi mundo no hay pasaportes, hay controles de almas. Un alma sucia, jamás podría entrar en él. Sin embargo, di a las gentes la posibilidad de acceder a Norealidad con una condición: debían crear una historia fantástica, que les enamorara tanto que se convirtieran en el propio protagonista de su invención. De esa forma, podrían soltar su corrompida alma y acceder a mi mundo a través de sus sueños. ¿Cómo creen sino que creé todo esto?

Pero como siempre, tuve que joderlo todo. Estaba taaaaaaaan feliz.

Llegó la noche. Me tumbé en los jardines del olvido a escuchar la brisa de ternura que soplaba. Y de repente, cuando todo quedó bajo la supervisión de las emociones, pasó. En un momento, abandoné Norealidad, salí de aquel lugar tan genial, y me encontré en la cama de mi habitación.

- Mierda!

Y en ese preciso momento, te eché jodidamente de menos.