Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Algo de cojones y pastillas

Camina. La puerta hacia la libertad parece cercana. Vamos, no te desanimes, cada paso que das es un paso menos para alcanzarla. Va, sigue. ¿Por qué jadeas? Apenas llevas caminando 5 minutos, venga, qué vago, ¿acaso no quieres ser libre? Más rápido, tan sólo tienes una oportunidad. Jajajaja, son imaginaciones tuyas, la puerta no sigue igual de lejos que en el principio, ya casi puedes tocarla.



Jajajaja, ¿qué te creías? No puedes alejarte del vacío por mucho que quieras. Ya puedes caminar, correr, esconderte donde sea, no te desharás de él, porque está dentro de ti. Nunca llegarás a esa puerta, porque no existe. Jajajaja, has llegado a pensar que podrías acariciar esa libertad, qué inútil. ¿No te das cuenta de que quien es esclavo de la soledad, va a estar solo durante toda su vida? Así que ve asimilándolo si quieres empezar a ocupar una mediocre existencia en este cubo de basura llamado Tierra, o sino, algo de cojones y pastillas.

martes, 16 de diciembre de 2008

Un abrazo

- Dame un abrazo, Richard – pidió Anaís a su amigo de toda la vida.

- ¿ Y eso? –preguntó

- Me di cuenta de que cuesta mucho ser feliz – contestó – No me mires así, Rich. No me refiero a la tontura que muchos confunden con la felicidad. Me refiero a esa tranquilidad, esa paz que te hace sonreír cada mañana al despertar de forma natural. Ese algo que perdí hace tiempo y que dudo volver a recuperar nunca. Quizás se pierde al perder la inocencia, a… ¿madurar? No sé, Rich… hace tiempo que me siento en medio de la nada, y no sé hacia dónde debo ir.

- No dramatices, Anaís.

- Supongo que es eso lo que debo hacer, pero dime entonces cómo salvarse del hastío.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Orgullo o yo

Ella paseaba por las calles de la indiferencia mientras él moría bajo las cuatro paredes de esa sucia habitación que lo había acogido durante años. Paredes llenas de odio, impotencia, tristeza, pero sobretodo, vacío. Los temblores, los llantos, las fuertes respiraciones en un intento de agarrarse a la poca cordura que le quedaba, no llegaban siquiera a producir una brisa en su cabello que la hiciera girarse. Nada. Acercarse hacia él, sentarse delante, parar por un momento cualquier pensamiento, valor, juicio, y contemplarle. Mirar por un momento sus ojos rojos, entender que – joder- se muere por ella, que cualquier paso hacia atrás es un hacha en su corazón, que ella, motor de su vida, si se descuidaba, provocaría una gran muerte. Difícil es, sin embargo, competir con orgullo, su fiel amante. Mala compañía, intentó decirle alguna que otra vez, pero nada. Este energúmeno le ciega los ojos, le crea vicios adictivos en contra de todo. Deja de querer, deja de sentir, como puro mecanismo de supervivencia. Tan sólo si confiara… no tendría que elegir entre el orgullo o él.