Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

sábado, 7 de agosto de 2010

Besos carmín en Y


Salió del local y ahí estaba. Aquel misterioso hombre al cual no dejaban entrar en la exclusiva discoteca parisina de Picadilly.
- Creo que está demasiado llena – le dijo
- Y yo creo que sos demasiado linda.
Ashley dejó la ciudad llena de besos carmín. Cuando amaneció y se dispuso a irse, el misterioso hombre la retuvo.
- Esperáte un poco más – y empezó a acariciarla.
- ¿Aún quieres más?
- A veces las caricias no significan sexo necesariamente. Sos demasiado reacia al contacto.
- Está bien – dijo a regañadientes.
Y así estuvieron. Para Ashley no fue tan difícil dejarse mimar, después de todo, pero Anaís era una pesadilla en esos momentos, y sólo pensar en Richard la mataba. Mientras, la dulce voz de aquel hombre hacía de barrera al mundo exterior, afortunadamente.
- Eres muy cariñoso, es… agradable – se atrevió la asustada Ashley a decir
- A las mujeres como vos, tan lindas y frágiles, hay que tratarlas con cuidado y cariño. Y sentir cómo te oponés a ello hace que quiera mimarte más.
Ashley experimentó una sensación contradictoria. Por un lado, la aversión de abrir su corazón a un hombre extraño, y por otro lado, que el mismo hombre extraño expresara cosas tan bonitas hacia ella, otra extraña.
- ¿De verdad crees que soy linda?
- Vos no sos linda. Vos sos hermosa

Keep walking

La lluvia me empapaba a cada paso que daba, pero no paré, pues a esas alturas no había ya nada que pudiera ponerse delante de mí. Aunque hubiera andado y desandado el mismo camino muchas veces, ahí estaba, en la puerta, esperando a que mi ángel guardián bajara y me llevara al cielo para olvidar.

Londres me pareció un lugar lúgubre, feo y solitario. Sentí simpatía. Mis rizos se solían enredar en las chaquetas y sudaderas que los hombres más caballerosos me dejaban a causa de mis atuendos veraniegos tan poco apropiados para el clima.

- Antes hacía calor. Tú has traído el frío, blondie – solían decirme.

Y no lo negaba. Si de mí dependiera el clima mundial habríamos entrado ya en una nueva glaciación.

A menudo las personas que no me conocían me observaban con curiosidad, y extrañamente solía hacerles sentir simpatía hacia mí. Quizás la compasión fue un arma a mi favor, pero me daba igual, porque estaba tremendamente cansada, como si hubiera estado días y días andando sin parar, haciendo el mismo maldito camino siempre. Y en sentido figurado así era. Estaba muy desgastada, harta de ver la misma película, con el mismo final una y otra vez. Harta de las mentiras, de la hipocresía generalizada y de la falta de sentimientos. Como si hubiera estado caminando en la orilla del mar durante años y al girarme ver que no había dejado ni una sola maldita huella. Así de triste era. Sin huellas, sin corazón. Al final, como siempre, sólo estaba yo. Yo, y mi maleta, y mi ángel guardián. Deberíais tener uno. No sé si se pueden comprar, o alquilar, en el caso de que no tengáis. Es esperanzador para la desesperanza. Siempre me asombraré de lo increíble que es ver reír a una persona de forma tan natural y desinteresada cuando uno mismo se siente tan retorcido en el dolor, y aún más impresionante es la forma contagiosa en la que acabas riendo también.

Así que continué caminando, pero esta vez iba acompañada, y los pasos que daba me parecían alentadores, fáciles, incluso apetecibles.

No íbamos solas. Más humanos (desinteresados también), disfrutaban de nuestra compañía y nos seguían a cada peripecia que nos proponíamos hacer.

A fin de cuentas… menos a la muerte, a todo se sobrevive, afortunadamente. Se puede estar sumido en el dolor, pero llevarlo genial. Y como casi todos portamos algún tipo de dolor, sólo me queda daros ánimo, y pilas. Pilas para esos pies cansados o asustados de andar.

Keep walking, me dice un tal Sayer de vez en cuando, y resulta que puede ser hasta divertido, y más cuando alguien te sujeta para que no caigas.

viernes, 6 de agosto de 2010

Reinventar

Reinventar. Carpe diem. Besos carmín.

La lluvia que caía en Picadilly me mojó de inspiración.

Fluír, fluír, fluír. Libre.

Be not afeard; the isle is full of noises,
Sounds, and sweet airs, that give delight and hurt not.
Sometimes a thousand twangling instruments
Will hum about mine ears; and sometime voices
That, if I then had waked after long sleep,
Will make me sleep again; and then in dreaming,
The clouds methought would open, and show riches
Ready to drop upon me, that when I waked
I cried to dream again.