Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

miércoles, 30 de septiembre de 2009

El fin

Era un día raro.

Me desperté con la sensación de pesar, como si mi cuerpo se preparara física y mentalmente para algo que parecía rutinario. Tras lavarme la cara me observé frente al espejo: la misma barba sin afeitar, la frente –permanentemente ya – arrugada, el pelo alocado… Pero había algo que no encajaba con mi Outlook. Ya no tenía esas horribles bolsas –de basura-, consecuencia de la falta progresiva de descanso, bajo mis ojos, y mis facciones, así como mi cuerpo entero, se hallaban relajados. - Estaré en medio de una pesadilla- pensé, pero lo cierto es que me sentía más vivo que nunca.

Dejé pasar el día enredándose por las curvas de mi ser, y al llegar la noche comprendí que definitivamente la pesadilla había acabado, había puesto fin en mi vida. El infierno ya no tenía más fuego guardado para mí. Y entonces sonreí, y me acordé de las palabras que meses atrás me había repetido una y otra vez con el objetivo de sosegar mi desesperación: “Todo acaba, todo acaba…”. Estaba en lo cierto, porque ya no habría más insomnio, ni pastillas vomitivas. No más vacío ni distancias, ni impotencia ni muertes en vida.

Me sentí con ganas de celebrar la noticia por todo lo alto. Quería que cada persona del mundo supiera que era un hombre nuevo, que ahora Tranquilidad me acariciaba las 24h. Hubiera incluso gritado, pero la imagen que vi frenó mi deseo.

Una chica, de unos 19, se escondía en una estrecha calle poco transitada y dejaba brotar cientos de lágrimas de sus ojos. Por descontado, sabía por su mirada que la desesperación la consumía, y cuando ya sólo cenizas quedaran, aquella pobre princesa desterrada sería una nada andante.

- Siempre habrá almas que perpetúen la existencia del vacío – pensé.

Quise ayudarla, pero bien sabía que de nada serviría. Así que la miré, intentando decirle a través de mis ojos que todo acaba, todo acaba…