Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

sábado, 28 de marzo de 2009

Hay nuevos tacones en la ciudad de polvo

Salí pegando gritos y dando portazos a aquella estúpida gente de aquel estúpido bar de aquella estúpida ciudad, y me senté en la acera de enfrente. Encendí un cigarrillo y esperé. Esperé como cada día a que ese Algo apareciera. Nada. Vacío, hastío, tedio, pero nada nuevo. Definitivamente, me había vuelto inmune, había asumido el hastío y lo había hecho mío. El vacío ya no era tan puro y grande como antes, pero tenía el mismo efecto que una astilla clavada en el dedo (cuando creías que el dolor había cesado, te rozabas y sentías el molesto pinchazo que te hacía ver que estabas igual). Mi cigarro se consumió, pero yo fui encendiendo otros sucesivamente, hasta que me quedé sin paquete. Entonces me levanté y emprendí el camino hacia mi espacio de supervivencia, o en otras palabras, mi casa. Era consciente de que mis tacones causaban sensación y de que a cada paso que daba hombres y mujeres se giraban para observarme –unas con admiración, otras con envidia, algunos con deseo, otros con pena- pero a mí poco me importaba ya. Odiaba aquella ciudad llena de gente mediocre e ignorante a los hilos que ataban sus cuerpos.

Vivía de mi “discreto” trabajo de directora de marketing en una empresa de zapatos. No me iba nada mal, siempre he sido triunfadora profesionalmente hablando. Como consecuencia de mi trabajo, tenía un armario lleno de regalos de diferentes firmas de zapatos y ropa, por lo que el vestuario no era ningún problema. Hombres no me faltaban, podía acostarme con cuantos quisiera, pero al final seguía sola igualmente. Sólo tenía a una amiga, la única que conservaba de mi pasado, la cual inevitablemente me conocía algo más que el resto, cosa que en parte era un respiro en mi complicada historia. De todas formas, la mayoría del tiempo lo pasaba en la empresa, o vagando sola por las calles, de museos a cines, y de cines a cafeterías, en las cuales me pasaba horas bebiendo café y observando a la gente pasar. En el fondo la envidiaba, pero era algo que reconocía muy pocas veces.

Puede que estén pensando que si tanto odio esta existencia por qué no he acabado ya con ella, y tienen toda la razón del mundo, pero verán, nunca tuve las suficientes agallas para hacerlo, y sinceramente, me gusta jugar con las personas que se cruzan en mi vida día a día, ponerlas a prueba, desorientarlas, reírme de ellas. En fin, mis muñecos preferidos. A esas alturas de mi vida, con 23 años, -desafortunadamente- ya había salido de ser marioneta a ser titiritera, después de muchos descosidos en los hilos o muchos fallos por parte de mis propios titiriteros.
Y hasta aquí por hoy. Por cierto, me llamo Ashley, Ashley Hayes, y les doy la bienvenida a mi historia. A partir de ahora me parece que me leerán un poco más. Esto es demasiado largo y complejo de explicar, espero hacerlo lo mejor que pueda.


P.D: ¿Y si les estoy engañando y en realidad es todo una ironía que tiene por objetivo la diversión de una maquiavélica persona –titiritera- como yo? Ustedes mismos.

domingo, 22 de marzo de 2009

Vodka

Estoy borracha y muero de sueño. Lo primero es mentira, aunque me gustaría ser capaz de llegar a ese estado y petar al mundo con mis delirios ebrios. Así que, queridos lectores, déjenme imaginar por esta noche que voy borracha y que me da igual todo, de esa forma podré desvelar secretos sin sentirme tan mal por ello. Comencemos de nuevo, pues:

Estoy borracha y muero de sueño. La botella de vodka ha volado, y ahora el mundo peligra teniéndome delante del portátil escribiendo mensajes-bomba. Quiero odiar, oh sí, quiero odiar. Soy una estúpida que bien podría valer de modelo a la religión católica, por el rollo de poner la otra mejilla. Bien, me he quedado sin jodidas mejillas católicas, budistas, y las que coño haya. Pero ni una pizca de odio. Rabia sí, a borbotones, pero efímera y devastadora, me quita las posteriores ganas de odiar. Ahora mismo muero por ella. He pasado 3 horas bailando sin parar, ausente de mí misma, como mejor estoy, hasta que ella me ha vuelto inundar. Pero sin odio, claro. ¿Y cómo odiar si no hay rastro de odio en mí? Yo nací para ser mediocre. Algún día estaré por encima de los sentimientos mundanos, os lo prometo.


Necesito algo. ALGO.

martes, 17 de marzo de 2009

Noches de enero

- ¿Por qué no escribes?

- Porque tengo miedo.

- ¿Miedo a qué?

- A mí mismo.

Eran las 3 de la mañana, y yo no aguantaba más el olor a mediocridad de ese antro, así que salí, y me senté en el banco más cercano, tampoco era plan de mandar a tomar por culo a la gente que me había invitado. ¿O sí? En fin, daba igual, ya estaba fuera, aunque la discoteca se resistía a permitir que la olvidara haciéndome oír desde fuera su ritmo inigualable. –Fuck- me decía una y otra vez.


Durante la media hora que estuve ahí fui la espectadora de las historias más mundanas y a su vez tan inspiradoras. Una chica cualquiera agarrada a un chico cualquiera, dispuestos a pasar una noche inolvidable, rodeados de sexo, drogas y “chunga-chunga”. Un grupo de amigas para las cuales la noche acababa de empezar, saliendo de una discoteca para meterse en la de al lado. Posiblemente al día siguiente la mitad de ellas no se acordaría de nada, y la otra mitad se arrepentiría de acordarse. Un chico preocupado con lo que parecía ser su chica en brazos, acompañándola a una esquina para que vomitara. –Qué bonito – pensé irónica y no irónicamente. Y por último, una chica que sale gritando a su novio en medio de la calle, incluso pegándole. –Seguro que el chico se ha atrevido a mirarle el culo a otra mujer – me dije, divertida.

- Ya está bien por hoy, me piro a casa – dije en alto.

¿Y los acompañantes? Por mí podían introducirles a todos un petardo por el culo, yo vería encantada el festival de luces y vísceras humanas. De camino a casa iba absorta en mis pensamientos. Me reabrigaba constantemente, como si por muy confortable que fuese mi abrigo yo siguiese helada. No encontrando nada en el suelo que pudiera ser de mi interés, se me ocurrió mirar al frente. Y ahí estaban. Como me ocurre normalmente, siempre tengo que encontrar pruebas de felicidad en vidas ajenas. A dos metros de mí, caminaba una pareja de jóvenes –quizás, demasiado – sobrios, por cierto. Desde luego que ella no estaba helada como yo, pues tenía su abrigo y su hombre-hombro protector. Y cómo no, ese tipo de parejas tan explícitamente felices me miran y sienten escalofríos. Ella le murmuró algo y él asintió. Sí, probablemente estarían compadeciéndose de mí. Oh, pobre de mí, que en una noche fría de enero caminaba sola hacia casa. Mi cabeza empezó a llenarse de ira, y en el punto en el que pareja feliz y yo estábamos a la misma altura, mientras me seguían mirando, les grité:

- ¡Me basto conmigo misma! ¡No necesito a nadie! No necesito a un hombre a quien llorarle las penas, no necesito a un hombre que me de las buenas noches, ni que me abrigue cuando tenga frío. No necesito a un hombre que me haga reír, ni que me apoye cuando todo el mundo me de de lado. ¡Eso es lo que la sociedad espera de vosotros, mediocres!


Hice el ridículo más imposible e inimaginable del mundo.

- Le decía a mi hermano que me gusta tu boina.

Oh, sí, reitero que hice jodidamente el ridículo más grande de toda mi vida.

- ¡A la mierda!

Me encajé la boina y me fui andando, por no decir corriendo. En el camino – o sprint- a casa me pregunté por qué coño llevaba semanas sin escribir, y después de mucho tiempo obtuve respuesta. Era miedo. Miedo a plasmar en palabras mi realidad más desagradable y menos esperada. Miedo a que al escribir, tendría que asumir la situación y no evitarla directamente. Pero joder, mi sangre hervía palabras, y yo me suicidaría pronto si no las reflejaba en el papel. Así que, una vez más, pasando de mi vida misma, me dediqué a hacer lo único que sabía hacer: contar historias. Y aquí está el resultado. Podría ser feliz y llevar una existencia mediocre y tranquila, pero así no tendría motivos para escribir. Aún no he decidido que eso sea bueno o malo. Todo se verá.





[Aclaración: todas las situaciones que escribo son ficticias, ninguna de ellas ha sucedido en otro lugar que no sea mi mente. Aclaro esto porque en la entrada anterior varias personas pensaron que lo que contaba era real. Aquí lo único real es que mi cabeza no funciona correctamente. Un beso.]