Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

martes, 15 de diciembre de 2009

Hacia Belén va una burra (o 40.000)

Somos la oveja negra de la sociedad. Proyectos fallidos de un rebaño de cabezas vacías e inconexas. No cumplimos con los requisitos mínimos para el buen funcionamiento del conjunto. Pensamos, y ello nos hace estar por encima de la niebla que ciega – a propósito- los ojos de las personas. No parecemos tener las mismas necesidades que el resto.

Los más sensatos – que son pocos – nos toleran. No comprenden necesariamente nuestras formas, pero prefieren no meterse en “camisas de once varas”. De todas maneras, su vida es demasiado sencilla como para intentar complicarla.

Sin embargo, hay otros “seres” que, no sé si por su “generosa” bondad o por falta de “vida” en su vida, se dedican a trazar planes para mejorar la calidad de nuestra existencia.

Nos observan, lo hacen durante todo el tiempo –demasiado-, y nos miran apesadumbrados, con pena, con compasión en los ojos. -“Oh, pobres niños encomendados al diablo. Mira cómo viste/habla/camina, mira cómo se pasa el día en el ordenador, haciendo a saber qué maldades (tal vez leer, escribir, o incluso estudiar, pero si lo supieran su leitmotiv se iría a la mierda), mira cómo se pasa todo el día con el novio, mira cómo va sola a todas partes, no tiene amigos.”

Y es la propia bondad de esos seres, su narcisismo a rebosar, el que les hace intentar conducirnos por la senda “adecuada”. –“¿Por qué no dejas el ordenador un rato y te pones a estudiar? ¿Por qué no sales con Tengolabocagrandedetantochupárselaalosdemiclase? Se le ve muy correcta. ¿Es que tu familia no te quiere? ¿No crees que deberías acostarte más pronto?”.Y así una sucesión de proposiciones vomitivas.

Pues miren ustedes, mis queridos hombres y mujeres de bien: me importa lo más mínimo lo que crean que es adecuado para mí, siendo personas tan ajenas como lo son. Estaré donde, cuando y como quiera estar. Si quiero acostarme a las 4 de la mañana, lo haré. Si prefiero estar 2 meses encerrada hasta salir con alguien, lo haré. Si paso demasiado tiempo con los susurros de mi mente y mi corazón, no haré nada al respecto. Es más, si me da por hacer el pino en medio de un paso de zebra mientras canto We were born for this, lo haré y seré mucho más feliz que ustedes, porque estaré viviendo al 100%, sin preocuparme de las formas, del qué dirán, de cómo me vean, de todas las consecuencias que ser así conlleva, y me reiré a carcajadas, porque mientras ustedes creen ver, yo veo, y mientras creen saberlo todo, yo puedo ver en sus miradas que ni tan siquiera saben quiénes son.

Mientras ustedes creen vivir, yo me río de la vida. Y disfruto.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Enlace contigo


La vida está formada por enlaces. Enlaces en la materia, entre las personas, hasta dentro del propio cuerpo todo está enlazado. Algunos son débiles, y otros prácticamente nulos. Hasta se podría decir que hay enlaces que encajarían mejor en la categoría de “desenlazados”. Sin embargo, hay otro tipo de enlaces que son fuertes, sólidos, a veces tanto que parecieran ser un todo, en vez de dos entes que se relacionan por distintos intereses.

Las personas, por lo general, funcionan así. Los enlaces son una necesidad, ya que gracias a ellos se obtiene esa estabilidad tan difícil de obtener a veces sin esa mano –enlace- a la que agarrarte cuando vas a caer. Algunos se conforman con uniones mediocres, debilitadas en la mayoría de los casos por banales intereses o frustraciones ocultas, pero no hay nada que llene más que esa fusión total con una persona, con ese nuevo tú que en conjunto formáis. Ambos se convierten en un espejo en el que lo que se ve es lo mismo para los dos, porque la complementariedad es absoluta.

Quizás por eso los enlaces débiles no sean tan dolorosos y fácilmente se olvidan: realmente nunca dejaron huella. No se puede decir lo mismo de las uniones fuertes, pues me harto de observar cada día en las facciones de muchas personas las consecuencias de una rotura de enlace. Se vuelven personas inestables, permanentemente andando sobre una cuerda desgarrada a cada paso que dan. Con el tiempo aprenden a formar un enlace consigo mismo, pero de vez en cuando, si les prestas mucha atención, se puede ver cómo su mirada sigue perdida, con la nostalgia de ese equilibrio que ya nunca volverá a ser el mismo, y aunque con el tiempo se acostumbrarán a su unión individual, jamás lograrán esa estabilidad hasta que retomen la capacidad de receptividad hacia las personas.

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Acostumbrada a la basura, apareciste tú como un dulce chocolate. Se sintieron perdidos mis sentidos de locura, la miel de tus labios me volvió adicta al instante. Podrías pensar que lo que digo no es verdad, pero mi mirada sobraría para demostrar que esto es real.

¿Y qué más da que el miedo quiera devorarme la cabeza? Si tu voz es un antídoto mejor que la libreta, y eso es un hecho, para mí el séptimo cielo, tus dedos rozándome y fundirnos en sexo.

¿Y qué más da que digan que la vida dura dos días? Si en cada uno de ellos has estado jugando con mi pelo. ¿Y qué más da lo que opinen, lo que piensen, lo que hablen? Mientras pierden el tiempo, yo gano momentos de oro.

Dame un beso de despedida, de despedida de este mundo, pues es mucho mejor el que formamos los dos juntos. Y no me sueltes de la mano, no me dejes caer, que hasta las personas más fuertes podemos dejarnos vencer.

Como yo me dejé cuando apareciste ante mis ojos, imposible ganar, ya te habías adueñado de mi todo. Un todo que por entonces no era nada, y ahora no hay palabra que defina este amor por ti tan loco.


jueves, 26 de noviembre de 2009

Misantropía II / Inferno


La invisibilidad nunca fue mi mejor arma. Siempre, de algún modo, acababa destacando en algo, y eso era como tirarme piedras contra mi propio tejado, pues lo que más ansiaba era dejar de tener unos ojos bonitos, una voz dulce, una sonrisa perfecta, para pasar desapercibida y así olvidar las conveniencias y los buenos modales, como método para vivir en sociedad, de lado.
Dentro de mi maquiavélica mente observaba a todas y cada una de las personas que día a día me rodeaban. La mayoría, basura, pero siempre había unas pocas que conseguían atraer mi atención, casi siempre por sus cualidades peculiares, muchas de las cuales yo carecía, o por sus extrañas circunstancias. Solía tener sueños idílicos en los que yo era capaz de relacionarme con esos “entes” especiales y sentirme normal haciéndolo, como si fuera una divertida rutina más. Pero sabía que no existe la perfección, y que en el momento en que intentara convertir en realidad mis sueños se iría todo al traste, seguro que yo me encargaría de ello, por lo que así viví toda mi vida, alejada del círculo dentro del mismo.
Sin embargo, cierto día alguna persona que otra, inexplicablemente, consiguió acceder más adentro de mí que el resto, y la confortabilidad que sentí fue tal que no me vi con fuerzas para echarlos de mi vida, quedándose indefinidamente – a veces, intermitentemente- en ella.
Yo era más que feliz, sin saber cómo tenía ciertas personas con las que poner el on en mi mente, con menos motivo ahora iba a intentar ahora expandir mis fronteras interpersonales. ¿Para qué? Tenía todo lo que necesitaba.
Pero, ¿basta sólo con estar satisfecha una misma? Descubrí que mi pseudomisantropía generaba misantropías no deseadas, y me sentí impotente. ¿Qué podía hacer? Hasta mi parte más irracional habló con un tono esclarecedor: equilibrio. Aunque sea una desequilibrada mental.
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Nunca hagas pactos con el diablo, ni tan siquiera pienses en ello, pues puede que te maldigas eternamente. Al igual que en el organismo el ATP transfiere un fosfato para convertirse en ADP y proporcionar alta energía para ejercer las funciones vitales, el diablo se nutre de todo el amor y lo transforma en odio, ya que su eterna lucha es destruir todo afecto positivo. Sin embargo, jamás se podrá llevar al amor de verdad, ése que está adherido al alma y que aunque tú no lo quieras permanecerá latente.
Como alternativa a su “fatídica” desventaja, elabora un plan muy sucio, en el que incomunica todo ese amor con odio, dejándolo intacto, pero no sintiendo otra cosa más que ira y rabia por todo lo demás, ardiendo en llamas toda la sensatez, y no es que tenga precisamente mucha, pero en semanas como ésta deberían encerrarme bajo llave hasta que toda mi ira indefinida se desvaneciera, porque en el fondo sólo quiero seguir queriendo tan intensamente como siempre.
100 mg de racionalidad. Eternas toneladas de ti.

martes, 27 de octubre de 2009

Ángel

Siempre supe que nunca abandonaría mi vida. Aunque el concepto se redujera a un rinconcito de mi cabeza, él siempre estaría presente. Jamás lo dudé.

En los meses más duros, donde su esencia era ceniza en mi piel y su ausencia gritos silenciosos a través de ella, incluso entonces, en las pocas veces que me permitía mirar hacia atrás, me reconfortaba dibujar su sonrisa en mi mente, o imaginar sus reprimendas si supiera de mis actos misántropos, o tan sólo recordar sus ojos penetrantes en mi alma. Era otra forma de felicidad, una lastimosa, cruel y desgarradora, pero era mi felicidad después de todo. Siempre me preocuparía, intentaría estar al día, aunque fuera en silencioso lejano secreto.

Al final mi historia tuvo un final feliz, y la amargura fue barnizada con dulce miel. No intenté negar nunca mis sentimientos, porque, ¿para qué? Era más que obvio que yo siempre sería yo y conmigo iría lo importante, pero tampoco era tonta, y prefería amarle en silencio antes que sufrir por no obtener lo que quería.

Pero cuando se trata de ángeles, el miedo es innecesario. Y él es un ángel.

Me iluminó con su luz y me envolvió en calidez desde el momento en que abrí los ojos, y comenzó a cantarme nanas encantadoras hasta que el insomnio, harto, me dejó libre después de meses y meses de convivencia. Seguía temerosa, me gustaba todo demasiado, pero él continuó apareciendo en los momentos en los que me hallaba sin rumbo y no sabía qué camino escoger. Qué estúpida, pues él posee la certeza en sus manos. Y así, volví a sonreír y por vez primera tuve la seguridad de que yo había hechizado a un ángel, y de que estaría a mi lado para siempre. Ya no había cabida para el miedo, las incertidumbres y los inquietantes futuros próximos, todo estaba muy claro, tanto como su cara angelical al sonreírme cada mañana.

Así que gracias, pequeño susurro, porque contigo recordé cómo respirar y reír se conviertió en necesidad. Te quiero.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

El fin

Era un día raro.

Me desperté con la sensación de pesar, como si mi cuerpo se preparara física y mentalmente para algo que parecía rutinario. Tras lavarme la cara me observé frente al espejo: la misma barba sin afeitar, la frente –permanentemente ya – arrugada, el pelo alocado… Pero había algo que no encajaba con mi Outlook. Ya no tenía esas horribles bolsas –de basura-, consecuencia de la falta progresiva de descanso, bajo mis ojos, y mis facciones, así como mi cuerpo entero, se hallaban relajados. - Estaré en medio de una pesadilla- pensé, pero lo cierto es que me sentía más vivo que nunca.

Dejé pasar el día enredándose por las curvas de mi ser, y al llegar la noche comprendí que definitivamente la pesadilla había acabado, había puesto fin en mi vida. El infierno ya no tenía más fuego guardado para mí. Y entonces sonreí, y me acordé de las palabras que meses atrás me había repetido una y otra vez con el objetivo de sosegar mi desesperación: “Todo acaba, todo acaba…”. Estaba en lo cierto, porque ya no habría más insomnio, ni pastillas vomitivas. No más vacío ni distancias, ni impotencia ni muertes en vida.

Me sentí con ganas de celebrar la noticia por todo lo alto. Quería que cada persona del mundo supiera que era un hombre nuevo, que ahora Tranquilidad me acariciaba las 24h. Hubiera incluso gritado, pero la imagen que vi frenó mi deseo.

Una chica, de unos 19, se escondía en una estrecha calle poco transitada y dejaba brotar cientos de lágrimas de sus ojos. Por descontado, sabía por su mirada que la desesperación la consumía, y cuando ya sólo cenizas quedaran, aquella pobre princesa desterrada sería una nada andante.

- Siempre habrá almas que perpetúen la existencia del vacío – pensé.

Quise ayudarla, pero bien sabía que de nada serviría. Así que la miré, intentando decirle a través de mis ojos que todo acaba, todo acaba…

martes, 18 de agosto de 2009

Fantasías

Son sueños de un futuro tan cercano como –quizás- factible. Imagino jugosas rutinas que incitan hasta al más vago a salir de la cama y hacer frente a los días. En ellas nos convertimos en seres con circunstancias sorprendentemente normales y somos capaces de mezclarnos entre el resto de personas sin perder esa luz que nos caracteriza.

En mis sueños nos vemos siempre a la salida de mi facultad, y como saludo me das un beso en la frente. Quizás cualquier persona me diría que un beso en los labios sería más romántico y pasional, pero para mí su boca en mi frente significa mucho más que en cualquier otro sitio, pues me siento tan protegida, tan especial y única… Y lo mejor de todo es que este gesto lo realiza delante de todos por primera vez, queriendo que vean lo importante que yo soy para él, que todo carece de sentido sin mi presencia.

En mis sueños pasamos la semana encargándonos de nuestras obligaciones, pero a veces comemos juntos, y los días se van sucediendo con mis ataques de histeria y tus toques de humor a la vida. En ellos me clasificas por primera vez como lo que siempre quise ser pero no se pudo, y me paseas como un bonito regalo en tus círculos.

En mis sueños me coges de la mano y la acaricias mientras hablas con un conocido por la calle. También me besas la mejilla en la biblioteca mientas subrayo los apuntes, y pasas tu brazo a mi alrededor mientras tomamos una copa con los amigos. En ellos es obvio que me adoras y que nada es lo mismo sin mí.

Pero sobretodo, en mis sueños sé que me quieres, porque lo siento, y no existen ni dudas, ni temores, ni muros entre nosotros que me impidan llegar a ti, ni malos momentos que recordar, porque la plenitud y la seguridad es máxima. Porque confío en ti.

Sólo faltan los polvos mágicos para convertir este sueño en realidad. ¿Será hora de usarlos ya?

domingo, 9 de agosto de 2009

Éxtasis

Aburrimiento. Horas que arrastran los pies perezosamente, muertos los minutos. Cada día es una copia barata del anterior, y ni los libros, ni la tele ni el ordenador consiguen parar este dolor de cabeza provocado por la ausencia de actividad social, de mi actividad social. El cerebro se me retuerce, angustiado, estirando cada músculo con el fin de alcanzar algo entre el aire que llene este vacío, pero sabe que ahí no está lo que yo necesito, que, como habitualmente suele suceder, me es imposible conseguir (por una vez en meses no por ninguna desgracia, afortunadamente).

Y aquí estoy, pasando los días como una muerta en la cama, pensando en la veracidad del universo en general y de mis extrañas circunstancias en particular. Y es que esta ausencia de droga me trae a la memoria otros meses mucho más fríos en los que, a pesar de mi mono, aceptaba el fin de las dosis, y preparaba un plan de acción, ya que sabía que irremediablemente el éxtasis se había terminado para mí.

¿Cómo debo sentirme cuando medio año más tarde despierto y encuentro en la mesita mi vieja bolsita de droga, más atrayente y apetecible que nunca? Intento resistir, pero al final me digo que por tomar un poco hoy no pasará nada.

Diez días más tarde vuelvo a ser adicta. ¿Seré yo o es que el éxtasis sabe ahora mejor? Como diferente, renovado… adaptado a mí. ¿Y qué se supone que tengo que hacer: creer que esta droga no me matara esta vez porque parece más sana para mi salud, o debo alejarme y evitar otra posible muerte, mucho peor sin duda que la anterior?

Sin embargo, también pienso: ¿y si esto no es más que una ilusión de mi cruel mente por apaliar los efectos del todavía latente mono que habita en cada célula de mi cuerpo, y cuando menos me lo espere, el éxtasis habrá salido de nuevo de mi vida haciéndome comprender que realmente nunca estuvo?

Ah… demasiadas preguntas. Demasiados sentimientos.

viernes, 31 de julio de 2009

Otra noche más

Observé como 500 veces el lugar. Humo, ruido, gente de todo tipo… y allá, entre toda esa marabunta, una luz resplandecía: era él. Yo trataba de ocultar mi más que evidente insaciable placer por observarle, y proseguía mis conversaciones banales pero a la vez divertidas mientras disimuladamente le echaba miradas furtivas. A veces parecía que él se daba cuenta, pero otras era yo la que le cazaba atento a mis movimientos. ¿Era verdad o tan sólo era un intento de mi desesperada mente por hacer realidad lo ciertamente imposible?
Decidí salir a la calle para respirar el aire “fresco” de la ciudad. Intuí su mirada tras mi espalda, y disfruté imaginando sus pies en busca de mi torpe caminar. Fuera todo parecía más crudo, y los sueños se esfumaban en un suspiro. –Mejor- me decía, ya que para mí ilusionarme era tan fácil como dar una bocanada de aire, y demasiadas cicatrices poblaban ya mi frágil mente.
En cierto momento de mis divagaciones sentí su presencia cerca. Ahí estaba, a mi lado, intentando averiguar mi paradero psíquico.

- Hace frío – me dijo

- Siempre lo hace – le contesté secamente, para estar fría y no dejarme llevar.

Se quedó callado, pero su cara de frustración me incitó a pensar que por dentro un dilema batallaba con su esencia. Quizás me quería pero la impotencia de la situación tan repetida le impedía sincerarse. –Tonterías – pensaba tras esta idea tan ingenua por mi parte – Habrá conocido a alguien, querrá irse y no sabe cómo decírmelo- Este tipo de pensamientos eran muy habituales en mi cabeza, pues yo procuraba joderme con ellos para no elevarme hacia las nubes y esperar una tranquilidad que probablemente ya no me pertenecía.

De repente, habló:

- Yo… estaba pensando que…
Y yo, que me dejé llevar por mi realidad paranoica, le contesté:
- Puedes irte, sé el camino de regreso.

- ¿Qué? – respondió, para mí como si se estuviera haciendo el loco.

- Lo que oyes. Diviértete.

En ese momento me dirigí hacia la puerta para recoger mi bolso y largarme, pero él me frenó el paso.


- ¿Qué? – le contesté expulsando hastío por doquier – No me lo pongas más difícil, no quiero saber con quién te irás esta noche, prefiero ser una ignorante antes que…

- ¿Antes que qué? – dijo, ahora más tenso.

- Antes que imaginarte con otras – le confesé, y me arrepentí ipso facto, pues si algo había caracterizado mi amistad estos años con él era la ausencia de confesiones rebajadoras de este tipo.

- No hay otras - dijo, yo tomándomelo como una muestra de compasión, algo que odiaba a más no poder.

- No es asunto mío – me limité a decir.

Y lo siguiente fue un silencio eterno, y unos ojos profundos que me desnudaban por completo sin posibilidad de escape. Al final, comenzó a hablar de nuevo:


- Escucha, yo...
Pero justo entonces llegó uno de los nuestros reclamándonos, por lo que otra noche más tuve que conformarme con las especulaciones y paranoicas hipótesis que mi mente elaboraba con el objetivo de descubrir qué escondía tras el velo de su mente.

lunes, 13 de julio de 2009

Ventilador para favorecer el pensamiento

Esta mañana, tras una intensa jornada de nohacerabsolutamentenada me preguntaba qué sería de Inspiración. ¿También ella toma vacaciones en verano? Lo cierto es que es una putada, porque no puedo contactar de ninguna forma, y en consecuencia, mi mente está tirando a blanco. ¿Es que ya no tengo nada que aportar al mundo? ¿Ya saqué de mí todo lo que tenía en la cocina de mi alma y la dejé vacía? Pero si he de ser sincera, creo que todo se debe a la convivencia con Tranquilidad. Y no puedo quejarme, pues ya sabía que con su aparición las ideas se evaporarían – al menos, mi concepto de idea - , pero me resisto a pensar que ha de ser así hasta que el desequilibrio emocional, el insomnio, el hastío, y todo lo que ello conlleva regrese. Quizás haya de reinventarme, buscar otras esencias por las que fluir, sacar el jugo de la paz que me inunda y plasmarlo en textos que sigan inspirando a otras personas, pero a Srta. Nostalgia no es la paz lo que le mueve a escribir, sino todo lo contrario. Es la vida subida en una montaña rusa lo que la lleva a liberar el vacío a través de la palabra. ¿Significa esto entonces que ahora que encontré lo que buscaba al escribir he de abandonar la esperanza de evadirme a través de ese arte? Ah, demasiadas preguntas sin respuesta, y encima mi Oráculo está de vacaciones, nada podría ir peor (qué irónico, ya que todo va aparentemente bien).

Supongo que no me queda otra que observar cómo se suceden los acontecimientos de mi extraña circunstancia como persona, y encontrar nuevas esencias para reinventarme (con mi esencia pura, claro).

La vida de un escritor es de lo más complicada. ¿Será eso lo “bonito” de todo esto?

domingo, 21 de junio de 2009

Otro

- Estoy harta de tanta mediocridad.

- Eso no es nada nuevo, ya estabas harta ayer, así que tu excusa para venir a las 4 de la mañana hasta aquí no me convence. ¿Qué pasa?

- Mmm, ¿me encanta tu casa?

- No cuela. Pasa.

Entré, una noche más, a la casa de quien se había convertido en mi salvador en los últimos meses. Estar con él era como jugar al pilla-pilla, siempre que permanecía a su lado era “casa”, y por lo tanto, estaba segura. Sam me abría la puerta a la hora que fuera, y soportaba mi neurótica presencia y mi continua paranoia sin mostrar desagrado alguno. Es más, me atrevería a decir que disfrutaba viéndome elaborar cadenas de deducciones irracionales que desembocaban en una autodestrucción masiva. Nos amábamos, pero de una forma… un tanto peculiar.


- ¿Vodka? – sugirió.

- No, hoy no beberé, prefiero ser consciente de todo lo que digo y hago.

- Oh, cariño, tú nunca eres consciente de lo que dices o haces, estés o no borracha.

- Mm… cierto.

- Y ahora, cuéntame – dijo paciente y acomodado en su adorable sillón de cuero.

- Ya sabes por lo que he venido, Sam.

- ¿Otra vez la misma historia?

- Siempre la misma historia.

- ¿Os habéis enfadado?

- Claro que no. Soy yo… para variar.

- Tú y tus jodiendas.

- Eh, eh, eh, no me vengas con las tuyas.

- ¿Vas a empezar a hablar o me puedo ir a dormir?

- Que sí. Es solo que… no puedo ser una amiga al 100%. Yo… tengo ciertas limitaciones.

- Lógico.

- Sólo necesito tiempo, ¿verdad?

- Claro que sí, eres una tía muy cool.

- Algún día podré, de verdad, estoy segura, sólo tengo que esperar a que otros dedos se enreden en mis rizos, y entonces… todo será genial para todos, ¿a que sí?

- Oh, nena, mis dedos estarán siempre a tu entera disposición.

- … No te andes con jodiendas, Sam, no te andes con jodiendas.


Rompimos a reír, y así, otra noche más, el tío cool de las jodiendas me salvó.

viernes, 12 de junio de 2009

Otra

Había quedado en reunirme con Richard en cinco minutos. Era un tanto anormal la situación, porque él sólo me llamaba habitualmente para follar, y esta vez quería que habláramos.

- ¿Hablar? – le dije yo- ¿Desde cuándo hablamos?

- Hay una primera vez para todo, nena – se limitó a decir.

Caminaba hacia el lugar un tanto extraña, pero secretamente feliz. Ojalá ese hombre amará algo más que mi coño algún día.

Cuando llegué él me estaba esperando, y estaba extrañamente ansioso. Si no hubiera comenzado a hablar hubiera pensado que realmente tenía ganas de sexo.

- ¿Y bien, de qué quieres que hablemos? – le dije

- Tienes que ayudarme

- ¿Qué ocurre?

- Es… algo muy complejo de explicar.

- Dispara.

- He conocido a una chica.

El mundo se me vino abajo, y el vacío se extendió en toda la longitud de la frase. Decidí ser fría, como siempre.

- Mm, ¿y qué?

- No es una chica… normal.

Le odiaba.

- Oye, mira, no puedo perder el tiempo con historias amorosas. Yo no soy esa amiga que estás buscando.

- Déjame acabar. Fui a la redacción a entregar la historieta de esta semana, y cuando salí había una chica, una niña diría, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor, y muy perdida, con miedo. Era tan guapa, me hechizó en el primer momento. Ella me miró, y vio que tenía un libro entre las manos. Entonces, se acercó corriendo hacia mí, y con voz angelical me pidió si podía ojear el libro.

- ¿Y?

- Y luego, ella… intentó meterse dentro del libro.

- ¿Perdona?

- Como lo oyes.

- Creo que bebes demasiado Vodka.

- No te estoy mintiendo, joder.

- ¿Y qué explicación le das?

- No lo sé, estoy totalmente confundido. Ella apenas dijo nada, tan solo que necesita encontrar a su autora.

- ¿A su autora?

- Sí.

- ¿Qué pasa, ahora es un personaje salido de un libro?

- Eso parece…

- ¿Qué más sabes?

- Su nombre.

- ¿Y bien?

- Anaís.

- … ¿Qué quieres de mí?

- Tienes que conseguirle una identidad para que pase desapercibida.

- ¿Y ya está? ¿No hay nada más que Yo pueda ofrecerte?

- Ashley, ya follaremos otro día, no es el mejor momento.

- … No te enteras de nada, Rick. De nada, de absolutamente nada. Eres un imbécil.

- ¿Qué coño te pasa?

- Nada. Pasado mañana tendrás la identidad de tu chica. Adiós.

- Ashley

Me giré.

- ¿Sí?

- Gracias –me dijo dándome un beso en la mejilla – no sé qué haría sin ti.

- Follarías con otras.


Y me fui, muriendo por dentro, y con el hastío comiéndome entera.

jueves, 4 de junio de 2009

Descargas eléctricas/Susurros

Noches solitarias sobreviviendo a base de descargas eléctricas. Y es que después de un repentino remolino de sentimientos que parecía hacer rebosar esa fosa de vacío que me acompaña desde hace meses, ha dado paso a una Nada muy vulnerable. Cuando te acostumbras a convivir la mayoría del tiempo contigo misma, los acercamientos por parte de la gente son muy peligrosos, pero a la vez muy tentadores, y yo, cómo no, he sucumbido a la tentación. ¿Cuál es el problema? Que apesto a soledad, y estas muestras de cariño han sido demasiado pasajeras, pero duelen como si me hubieran rajado el cuerpo entero. Y es que como ya he dicho alguna vez, es muy fácil adaptarse a lo bueno, pero tremendamente difícil aguantar lo malo. Tanto, que me engañan constantemente. Sí, llámenme ilusa sin ningún reparo, así soy. Mi mente y mi cuerpo quedan tan destrozados después del “tornado”, que me siento muy vulnerable, y más sola que antes. Necesito estar aislada de las personas, para evitar nuevas muestras de cariño, que ahora supondrían dolorosas descargas eléctricas como castigo a mi ilusionismo cansino. Y así, está noche, necesito vomitar palabras, sacar de mí el hastío, para tener un poco de paz artificial, y mañana comenzar otro día, pudiendo olvidar, con esmero, el tedio.

Me siento tan vulnerable que un solo susurro bastaría para terminar de matarme. Pero que no dejen de tocar a las puertas de mis oídos los susurros, por muy débiles o pequeños que sean, que no cesen… Si cesan, yo… Pero que se alejen, que me odien, que sientan náuseas sólo con rozar mi pelo, que busquen otros oídos adornados con pendientes de princesas, y que alquilen piso en la mente de alguna dama que desencaje menos con las notas de la tan silenciosa pero aún pequeña voz que por las noches imagino cantarme Nana(s) y me hace quedarme dormida con una sonrisa de nostalgia, pero plena, porque de alguna forma, el pequeño susurro está tarareando mi melodía preferida. ¿O es todo producto de mi imaginación?

viernes, 29 de mayo de 2009

Las cuatro palabras

Paso tardes y tardes negociando con el viento, intentando que dance con algunas de las palabras que salen de mi boca hasta llegar a las puertas de tu entendimiento. Escribo mensajes y mensajes en botellas y los envío desde distintos puntos, a ver si alguno roza tus pies, y me lees. Cocino los proyectos de sonrisas e intento seleccionar los que mejor pueden convencerte de que todo va bien, de que el malestar se disipa y de que tranquilidad toc-toquea mi vida. Dibujo distracciones en el aire para regalarte fragmentos de mi mente que sólo quiero que conozcas tú. Bailo horas seguidas de forma que alguno de mis movimientos se transforme en presencia y me sientas cerca. Río y río, a carcajadas, y escojo la sonrisa más verdadera y natural para entregártela y que puedas reír tú también, pues no hay nada bueno para mí que no quiera para ti. Canto melodías capaces de recorrer km en segundos para que te sientas envuelto por mi esencia y puedas elevarte como lo hago yo. Destapo la tuya a tus ojos para que veas tan bien como yo el brillo que desprendes. Pero sobretodo, divago, horas, días, con el objetivo de que alguna de mis divagaciones se rebele contra mí, cobre vida, y se mude a tu cabecita, de manera que me traicione y te demuestre cuánto me importas – cuánto te adoro, y cuánto te… aprecio-.



Sólo si me das las cuatro palabras adecuadas, puedo hacer castillos:

Era un día de sol, pero de lluvia en mi corazón, en el que ni tan siquiera el lápiz apaciguaba la desolación. Sentí la nostalgia en mi mirada al alejarse tus ojos, pues se acababan de ahogar todas las sonrisas en amargos pozos. Ya no habría arcoíris, ya no habría felicidad, tampoco flores que oler tumbados en la hierba, ni colores en tu vida que pintar. El azul de mi iris cada día se volvía más gris, y mi pelo se retorcía de dolor ante la ausencia de tus dedos traviesos, pero ni las pistolas, ni el Vodka, ni el Anís me consiguieron calmar y pasé a ser un andante saco de huesos. Daba paseos, con el fin de distraerme y olvidarte, pero cuando menos lo esperaba, ¡zas!, ahí estabas, para quedarte. También desenvenenaba mi alma con tinta y papel, ideando teorías para conseguir derrumbar esa odiosa pared. Pero cuando ya me daba por vencida y me tumbaba en la cama, dormir no podía, y las horas pasaban. Observaba el lento reloj, escuchaba los susurros del viento, y a cada minuto que pasaba, mi vulnerabilidad iba en aumento. Al final con pastillas simulé un artificial estado de relajación, pero detrás del telón, siempre estuvo presente tu esencia en acción.

(Disculpen el resto de lectores mi pésima capacidad de versificar, siempre se me dio mejor la prosa)

lunes, 25 de mayo de 2009

Huída

- ¿Cuántos meses, días, horas, minutos, segundos, son necesarios? – pensé mientras el sonido de mis tacones se adhería a las paredes de aquel sucio parking, modificando por completo su esencia.

Salí de allí y me alegré de ver que seguía siendo de noche. Odiaba la luz del sol, me hacía parecer angelical, y mi único interés era dar miedo a la marabunta para que me dejara respirar. Encendí un cigarrillo y anduve varias manzanas, sin destino fijo, pero inconscientemente sabía hacia dónde me dirigía. – Aah, soy una idiota incapaz de olvidar durante más de dos días. Necesito algo, algo que borre su esencia de mi esencia, porque estoy jodidamente envenenada –

Como una de esas tantas noches meses atrás, me paré en frente de su casa. Luces encendidas, latiendo vida. Cómo me hubiera gustado ser yo la que compartiera paredes y puertas y ventanas y sofás y corazones… Apagué el cigarrillo, enrabietada y entristecida, mientras intentaba usar la táctica de “Corazón, coraza”, y me hice creer que ésa ya no era mi vida, que yo no tenía absolutamente nada que ver. Nada.

Huí de aquel jodidamente feliz lugar y fui a salvarme. A los 5 minutos me hallaba en otro sitio. Esta vez, luces apagadas – propio de él, seguro que estaba escribiendo únicamente iluminado por una lámpara de 5 $ y por la botella (medio vacía) de Vodka-, y el hastío respirable desde antes de doblar la esquina. Su hastío me incitaba a la decadencia, pero a una decadencia loca, exhaustiva y pasional. Toqué la puerta con toques secos y rápidos. Por supuesto, él ya había intuido que se trataba de mí, podía oler mi soledad y mi desesperación desde aquella misma esquina en la que yo olía su hastío. Abrió y se apoyó en la puerta, esperando a que hablara.
- Esta noche deberías secuestrarme.

Me mostró una sonrisa de ternura y de complicidad, me agarró la mano, y me arrastró hacia su guarida, y yo me sentí a salvo. Salvada por el escritor.

viernes, 22 de mayo de 2009

El reflejo de tus ojos

Me hallaba sentado en el césped con la chica más dulce que jamás había conocido. Ella me sonreía de una forma tierna y siempre era muy agradable conmigo, pero yo no era feliz. Y todo por sus ojos, por sus jodidos ojos en los que no me veía para nada reflejados. No era yo a quien ella veía. Nunca un caramelo fue tan difícil de saborear.

Quedábamos a menudo, ella me contaba cosas, y se interesaba por todo lo que yo hacía. Incluso a veces me daba por pensar que buscaba mi protección, algo que no me costaba ningún esfuerzo. Se la veía tan vulnerable...

Pero a veces él pasaba y se acercaba a saludarla. Ella ya lo había visto a km, como si notara su presencia, como si supiera que él estaba cerca. Y, para mi desgracia, sí que veía su reflejo en sus ojos, y le sonreía liberada, sin ocultar nada – imagino que nada podría ocultarle ya-, y ah, yo moría 890 veces. Luego ese cabrón se iba y ella se quedaba en un mundo totalmente ajeno al mío – y quizás ajeno al resto de la humanidad-.

- ¿Es tu amigo?

- Ajá.

- ¿Fuisteis novios?

- No.

- Le miras diferente.

- Así es.

- ¿Le quieres?

- Sí.


Y ahí me quedaba yo, solo, intentando andar por el impenetrable camino que comenzaba en sus ojos y acababa en los de él.

jueves, 14 de mayo de 2009

Otra voz

Y pasaban los días, y diferentes llamaban a mi puerta. Yo intentaba no darle más vueltas al asunto y abrirles o darles de narices. Solía hacer lo segundo, pero a veces, dada la desesperación por huir de mi mente, les permitía entrar al rellano. Nos sentábamos, conversábamos… Me aburría la mayor parte del tiempo, pero era preferible a estar conmigo y mis pensamientos. Y así un cúmulo de personas “emergencia” pasaban por mi vida día sí día no. Intentaba quererlos, amarlos con todas mis fuerzas, pero sólo conseguía expresar indiferencia y aborrecimiento. Qué difícil era amar cuando no había sustancia (más bien estaba guardada bajo llave) Ah… llegaban las noches y mientras veía consumirse mi cigarrillo, encontraba todo el amor que me faltaba durante el resto del día. Tan sólo una foto bastaba para reencontrar al esqueleto de la persona que fui un día. Ah… qué difícil cambiar los ojos, la piel, el pelo, y la voz… la pequeña voz...

martes, 12 de mayo de 2009

Patada vomitiva en estómago reseco

En días en los que falta tiempo para absolutamente todo, no me explico por qué estoy escribiendo. Quizás sea esa llamada interior que siento cada X que me obliga a vomitar palabras de todo tipo. Esto de estar en camino a la “estabilidad” en medio de un sprint académicamente hablando es todo un peligro. Sí, lo es porque empiezas a acostumbrarte a dormir más de 4 horas al día, te despiertas con buen humor, con ganas de hacer cosas, de vivir, sonríes a la gente, incluso dejas de escribir porque estás sorprendentemente “estable” y no en una montaña rusa de sensaciones. Y aquí es cuando no aprendo nunca. No aprendo que las calmas no son sino el prefacio de una tormenta. No aprendo que tengo que estar alerta ante los momentos estables, porque probablemente sean una mentira creada por mí misma, para disfrutar la patada vomitiva en mi estómago reseco (el cual parecía ir llenándose). Que todo esto es un circo, y yo soy el payaso y a la vez la espectadora. Bien, pues, sabiendo que yo misma busco la autodestrucción, no consigo aprender.

Los vacíos parecían rellenarse, pero no veía que era hastío disfrazado. ¿Y qué hastío? Ya no hay un relleno específico para ese vacío, pues desapareció hace muchos miles de palabras, cuando yo era más ingenua de lo que ahora soy. Y yo aún peleándome con este puto no sé qué que, latente, va reapareciendo para recordarme que las cosas no son tan sencillas. Que o me engaño, o me autodestruyo de la forma más cruel para ser muy consciente –demasiado- de que las cosas aquí son como son, que ya no hay dos por ningún lado.

sábado, 2 de mayo de 2009

Factura del viernes

Es una de esas noches en la que mi alma corrompida se lamenta. Araña mis pensamientos y descose las tan mal cosidas heridas. Entonces sangro, y he de poner palabras que hagan de tiritas para calmarme y volver a la estabilidad que con mucho esfuerzo a veces consigo tener.
Éramos doce personas en la mesa, cuatro parejas, un enamorado y tres solteros. Dos de ellas manifestaban el prototipo de relación estancada y no-gratificante. La primera, acostumbrada a la monotonía, y la segunda, en una montaña rusa cuya caída en picado era inevitable, por muchas veces que se montaran en ella. La tercera pareja se componía de tres personas. El chico, la chica, y alguien que ocupaba la mente de ella. Ojos brillantes, media sonrisa esbozada, y pensamientos que retumbaban desde su cabeza hasta mi oído. La última pareja, sin embargo, me hacía sonreír. Recién iniciada, sonrisas en ambas caras, acompañados de mil caricias, abrazos, miradas cómplices… las mariposas en el estómago, las insaciables ganas de pasar más y más tiempo, el clímax de la felicidad. El enamorado tenía el amor muy lejos, triste y apartado del resto del grupo, divagaba y soñaba con que en el futuro la distancia que le separaba de ella fuera diminuta. Por el momento, según él me decía, se conformaba con verla cada ciertos meses. Yo, pobre de mí, le entendía hasta doler, pero no pretendía en ningún momento quitarle protagonismo, así que escuchaba y escuchaba, mientras las heridas de los recuerdos sangraban a borbotones. Algún soltero de los de la mesa miraba el culo de las chicas fugaces que pasaba alrededor, otros echaban miradas furtivas a la única soltera de la mesa, mientras ésta se iba muy lejos de allí.
No me iba lejos de allí. Lo cierto es que nunca había estado cerca. Me hallaba dándole patadas a piedras invisibles y jugando al pilla-pilla con mis sentimientos, pero siempre perdía. Podría decirse que había estado contenta días atrás. No sabía por qué, pero empezaba a ver mi camino dibujándose, y eso me motivaba de una manera increíble. A pesar de las recientes realidades aplastantes descubiertas, con terapias intensivas por parte de mi ángel guardián y mi sobrehumana fuerza de aguante, empecé a sonreír, incluso reír a carcajadas, disfrutar un poco de la sensación de tranquilidad que gozan las personas normales. Volví a sentir pasión por hombres, y los pelos se me erizaban al sentir elegantes provocaciones de fascinantes personajes de historias reales. Pero hoy es viernes, y el peso de toda la semana me puede, y me aplasta. Todos los dolores de navaja vuelven a rajarme, todos los recuerdos vuelven a estremecerme, comienzo a marearme y la ilusión se me queda pálida.

Me dejo caer hasta que alguien vea mi electricidad.

domingo, 26 de abril de 2009

Mi ángel guardián

Esta es la historia de una chica problemática, peleada constantemente con la vida y sus circunstancias. La historia de mi propia convivencia con vacío e infelicidad 24/7. La historia de cortes emocionales por todo el cuerpo, y de naufragios en corazones sin nombre. Pero esta también es la historia de un ángel guardián, un ángel que me sigue a dondequiera que vaya. Un ángel que me ha visto crecer, y a la cual he visto crecer, y que ha permanecido a mi lado incondicionalmente siempre. Un ángel que abre sus alas para protegerme cada vez que me hace falta, y que con su dulce melodía aferra mi alma decadente a lo poco que me atrae de este mundo.

Es un ángel, una luz dentro de mi profunda y opaca oscuridad. Alguien que duerme conmigo las noches en las que voy a morir, que me acoge en su casa las mañanas en las que despierto llorando y no puedo siquiera levantarme pues caigo a un vacío peor que mis mareos y mis noches sin dormir. Alguien que me obliga a desayunar, y que mientras lo hago, lloro y me abraza, todo simultáneamente. Alguien que tiene que estudiar porque mañana tiene un examen y me deja estar a su lado mientras estudia, a la vez que me habla y me habla porque sabe que tiendo a irme lejos de mi cuerpo físico para machacarme con las desgracias que desangran mi corazón. Mi ángel guardián es alguien que me invita a comer a su casa, y me sigue hablando, todo el rato. Y si no lo hace, está. Está muy presente, a mi lado, cerca, haciéndome oír su respiración, para hacerme muy consciente de que hay Alguien a mi lado compartiendo las moléculas de oxígeno, recargándolas de algo que apacigua el inmenso vacío.
Mi ángel guardián es alguien que me hace sentir mejor a 500 km de distancia con una simple llamada telefónica, alguien que entienda o no mis difíciles caídas me levanta, me levanta y no sé cómo, me mantiene en pie. Alguien que me da tranquilidad cuando me quedo sin voz y todo se me echa encima, que me invita a helados cuando en casa todo son caras largas, o que consigue que apague el ordenador para evadirme de las tristes realidades y me saca de mi zulo particular, me lleva con sus amigos – no ángeles, pero buenos – y parece que me río. Sí, llego a sonreír.
Mi ángel es alguien que me tiene como prioridad máxima y absoluta en su vida, y es algo que puedo asegurar, y que me creo al 100%, porque donde no ha habido palabras, ha habido hechos, y qué tranquila se siente una pequeña persona como yo cuando le dan hechos para recordar cuando las fuerzas flaquean.
Mi ángel guardián vela por mí, y sé que por hoy ya no habrá más lágrimas, pues ella me las ha quitado con un vaso de leche con cereales de chocolate, y el abrazo-tequiero más genial del mundo, a las 11 de la mañana, cuando el resto del mundo duerme, mientras ella me cubre con sus alas.

Gracias, ángel guardián.

lunes, 20 de abril de 2009

Mi vida sin mí

Caminaba y no sabía por qué pero me sentía extraña. Me miraba en espejos, me tocaba, pero todo estaba igual que siempre. Sin embargo, era como si estuviera lejos de todo, y eso me inquietaba.
Mi vida era bastante compleja, pero había algunas cosas que valían realmente la pena en ella. Una de ellas era mi mejor amiga. Oh, qué afortunada había sido al encontrarla en mi camino. No había persona más bondadosa que ella, y era la única que incondicionalmente me había apoyado en todo. Un año viviendo con su ausencia me hacen escribir estas palabras con más fuerza. La vida no sería lo mismo sin ella. Tenía muchos conocidos, y personas alrededor de las cuales se desarrollaban mis extrañas circunstancias, pero amigos, lo que se dice amigos, había pocos. Había más por mi parte que por la de ellos, en realidad. Quizás aquellos a los que yo consideraba amigos no tenían la misma consideración para mí.
Dicen que los buenos amigos no abundan, y yo lo corroboro. También corroboro que cuando una tiene la suerte de encontrar a alguien bueno, sus manos se convierten en la subasta de toda la gente envidiosa. Bien, así me encontraba yo, ya desde pequeñita, todo el mundo queriendo quitarme a mi mejor amiga. Hubo un momento en que creyeron haberlo conseguido, pero me enorgullece decir que ella me supo querer a pesar de mi poco convincente justificación de existencia en este mundo, y vino a mí. No fue el único intento de robo, claro. Tuve otra bonita circunstancia en mi vida. Era tan bonita que resultaba hasta una amenaza para mi propia persona. Fueron épocas de sonrisas y tranquilidad. Pero no hay una sonrisa sin detrás una lágrima, y había gente llorando a causa de mis sonrisas. Una pena, pues no me apenaré nunca de la felicidad de nadie, sería una mala persona, ¿no creen? Yo no creo serlo. Ciertas personas ideaban un plan, un plan muy sencillo: retirarme el campo de batalla. Tristemente, a veces ganaban combates, pero yo seguía ganando la guerra, y ellos lloraban y lloraban, y me odiaban. Su segunda técnica se basó en el lema de: “si no puedes con tu enemigo, alíate a él”. Yo no era tonta, claro, pero en cierto modo me convenía. Al menos todo estaría en paz. Pero obviamente no era así.
Llegó un punto en que decidí cortar por lo sano y olvidarme de esas personas… con intereses antagónicos, digámosle. Llegó un punto que, desgraciadamente, mi bonita circunstancia me falló. Me falló horriblemente, y dejó una herida enorme, que lloraba a cada momento. Como ya se imaginan, mis enemigos vitorearon de felicidad, reían mis lágrimas, y se chocaban las manos entre camaradas por la gran retirada de la Malvada circunstancia de la bonita circunstancia. Pero no pensé jamás que llegaría a tal punto. Y es aquí cuando prosigo mi historia.
Como decía, todo era raro en ese día. Caminaba por mi amante y ella me acariciaba con la brisa de otoño que la hacía incluso más bonita que el resto del año. Esa ciudad me resucitaba.
Me sentía invisible. Como cada día, observaba a todos los que pasaban a mi alrededor, pero nadie parecía fijarse en mí. Llegué a mi cita semanal con mi grupo de amigos. Allí estaban, en aquel banco como cada viernes. Pero ya se iban. Un momento, ¿qué pasaba conmigo? ¿Se habían olvidado de mí? ¿Y quién es…? Claro, en ese momento lo entendí todo. No faltaba nadie, ya estaban todos. La guerra no había acabado cuando yo creí, por supuesto que no. Se trataba de mucho más que de retirarme del juego. Se trataba de suplantarme. Me habían suplantado. Sentí náuseas e impulsos asesinos, pero nadie era capaz de verme. Ni siquiera esa bonita circunstancia, que un día creí ver en ella la capacidad de verme más que nadie en este mundo.
Qué triste es la vida, con la existencia de personas que realmente pisan tus desgracias para alzarse entre los demás. Qué triste yo, que tengo que aguantar una suplantación tan vomitiva, y qué triste la circunstancia, que es incapaz de ver el engaño. Que esos no son mis ojos. Que ese no es mi cariño. Que deseo mucho más para ella.

domingo, 19 de abril de 2009

El reino de los cielos/infiernos

Mis ojos se abrieron lentamente, cegados por la luz del sol. Me hallaba tirada en la cama de la habitación de una de mis amigas, rodeada por decenas de pares de ojos observándome atentamente, como si yo fuera la atracción, como si esperaran algo de mí.


- ¿Cómo te encuentras? – dijo alguien compasivamente.

Y de pronto volvió esa sensación. Esa opresión del pecho y ese nudo en la garganta que no me dejaban articular palabra alguna. Las lágrimas empezaban a brotar pasionalmente y yo deseaba morir. Otra vez ese sentimiento de pérdida, de haber perdido a alguien muy importante, alguien que quizás nunca me había pertenecido. Mi corazón se aceleraba y volvía a sufrir crisis nerviosas. Así pasaron semanas, rodeada de amigos, médicos y familiares. Todos intentaban conversar conmigo pero yo no escuchaba nada. Yo no estaba allí, había dejado de estar hacía mucho tiempo. Era como haber muerto pero estando enganchada al cuerpo, el cual pretendía sobrevivir tristemente. En un principio creí hallar en las pastillas la solución a mis problemas, por lo que pasaba el día drogada perdida hasta que me pusieron vigilancia, y fue aún peor, porque Insomnio me violaba cada noche y me dejaba su sucio olor por todo el cuerpo. Pasaban horas y horas, y cuando ya me había deshidratado lo suficiente, le recordaba.

Algunos días encontraba las fuerzas para hablar, y mis “cuidadores” creían que estaba progresando, pero se desilusionaban al oírme decir:

- ¿Dónde está?

- ¿Quién, querida?

Por supuesto que sabían de quién hablaba, pero con tal de alargar el calvario, lo que fuera.

- Sabes de quién hablo.

- … Él ya no está.

- Por qué.

- No lo sé, cielo, pero eso no importa ahora, lo primordial es que…

- Sí que importa, joder, ¡es lo único que importa! Quiero saber por qué se ha ido, por qué me ha dejado sola, por qué me ha obligado a depender así de él para dejarme muerta con su partida.

- Él no te merece, no merece que estés así por él.

- Claro que no.

- Entonces, ¿vas a esforzarte por estar bien a partir de ahora?

- No.

Y así prosiguieron mis días. Insomnio me follaba cada noche y ya ni me importaba. Comencé a fumar y a escribir. A veces bebía, no porque me gustara, sino con el pensamiento de que al vomitar, expulsaría todo el venemo que llevaba dentro y que era mucho más nocivo que el alcohol. Fumaba, follaba y escribía. Por supuesto, nadie me leía, pero eso daba igual, pues escribir era igual o mejor que vomitar. Escribía para mí, a veces para él, pero es lo de menos.

Una noche de verano, después de acabar con la botella de Vodka, me apeteció bailar. Oh, qué sensación tan genial sentí. Quería bailar, quería dejarme llevar por el viento, así que bajé a la vía del tren a esperar a mi acompañante. Fue la muerte más dulce jamás vivida.
Y bueno, no sé si ahora estoy en el cielo o en el infierno, pero me he comprado una máquina de escribir y me dedico a hacer chistes malos sobre ese infierno de ahí abajo llamado Tierra. En fin, hasta después de muerto hay que vivir de algo. Desde aquí le miro, le observo... en mi pensamiento, claro. Arriesgarme a sufrir es algo que no quiero tentar, no aquí, en el reino de los cielos/infiernos II.

viernes, 17 de abril de 2009

Bipolaridad

- La he visto rondando por tu barrio. Estabas con ella.

- Sí.

- ¿Pero es que tú nunca aprendes? Estabas genial y tienes que volver a dejarte engatusar por las malas artes de esa malvada.

- Esa malvada es mi mejor amiga.

- No, no es tu mejor amiga, ella no ha estado cuando más lo has necesitado.

- Te equivocas. Cuando más lo he necesitado sólo ha estado ella. Que lo haya sabido apreciar o no es otra historia.

- ¿Pero no ves que te va a volver a hacer daño?

- He sido yo quien le ha hecho mucho daño, y aún tiene la bondad de sonreírme cuando me ve.

- Se lo merece por todo lo que te ha hecho pasar.

- Tú y yo no nos podemos hacer a la idea de todo lo que ha pasado ella, y sola.

- Así es como tiene que ser, tiene que estar sola, no te merece, no te hará ningún bien.

- ¿Sabes? Ella jamás me ha dicho, no vayas con ésa, o con ésta.

- Tan sólo soy una amiga que se preocupa por la felicidad de su mejor amigo.

- Te equivocas: tan sólo eres una persona preocupada por tu propia supervivencia.




Ojalá las palabras brotaran tan fácilmente.

domingo, 12 de abril de 2009

Mono

Normalmente, cuando las personas llegan a casa después de una fiesta, suelen limpiarse la cara, potar, volvérsela a limpiar, ponerse el pijamita y a la cama. Yo cojo el portátil y me pongo a escribir, incongruencias, por supuesto, pero a veces les encuentro más sentido que a las ideas preestablecidas y aparentemente lógicas. Me gustaría tener sueño y no pensar en nada, pero mi mente es un hervidero de preguntas y respuestas, de ideas inconexas y miedos, y aunque el éxtasis de la música y la adrenalina por mi cuerpo adormezcan esta fábrica de pensamientos, cuando abro la puerta de mi “hogar” reaparecen con más fuerza, como vengándose por haberlos dejado de lado durante unas horas. Digamos, pues, que es una forma de llamarle inspiración. De repente un montón de ideas empiezan a tomar forma y a querer ser plasmadas, a querer ser chilladas. La sangre empieza a bullir palabras y mi cuerpo sufre si no las saco. Necesito decirle al mundo cuánto me pesa estar aquí, por el dolor que conlleva el mono. Me siento como una jodida ex drogadicta, meses sin probar la coca y en cuanto la huelo… ¡ZAS! Vuelvo a caer. Se ve muy fácil el simple acto de “holar”, pero es una batalla constante entre mi racionalidad y mi codependencia asesina, porque es muy fácil depender, pero muy difícil aprender a ser independiente, y menos cuando esa independencia es obligatoria y necesaria para tu propia supervivencia. ¿Qué hacer, pues, cuando la coca roza tu piel, se cuela hasta el fondo de tu ser y te anula la razón? ¿De verdad se aprende del todo a no depender de nada/nadie, o simplemente es un estado de autoengaño para creerte el “keep walking”? Pienso en el tan desgastado personaje Edward, haciendo esfuerzos sobrehumanos – nunca mejor dicho – para no matar a su querida Bella, pues por una parte siente una fuerza superior para beber su sangre, pero por otro lado la ama. ¿Dónde está el punto medio? Pienso en lo difícil que es olvidar situaciones que eran estables para empezar otras nuevas, y que aun consiguiéndolo, qué fácil es pasar de todo lo aprendido y volver al punto inicial. Y yo con este jodido mono.

jueves, 9 de abril de 2009

I Conversación entre Anaís y Srta. Nostalgia

Imposible. Tanto como pensar en indiferencia y sonreír. Anaís nunca ha estado hecha para esta realidad de disfraces y dolor. Anaís, Anaís, Anaís, Anaís.


- ¿Quieres parar ya de sufrir?

- Tengo que salir de aquí, por favor, no puedo quedarme más tiempo.

- ¿Pero qué te ocurre?

- No lo sé, pero si sigo aquí voy a morir, se lo prometo.

- No me convences para nada.

- Claro, yo nunca convenzo a nadie, yo siempre vuelvo loca a la gente, yo soy la chica que todos quieren tirar a patadas de sus vidas. Desde que salí de Norealidad es como si tuviera menos oxígeno para respirar. Hubo momentos en los que me sentí rebelde, con ganas de comerme Realidad, me encantaba, me sentía orgullosa de mí misma, me decía: oh, Anaís, qué real eres, qué genialidad más grande tiene este mundo gracias a ti, qué buena eres, qué salvadora de almas te sientes, oh, sí, Anaís, eres la mejor. Pero no duró mucho, Srta. Nostalgia, y empecé a sentirme realmente mediocre. Y con eso sí que no puedo vivir. Oh, no, claro que no. ¿Mediocre? Yo no nací para ser mediocre, yo necesito ser importante. No pienso quedarme en Realidad viendo como la gente, toda idiota (de la cual me gustaría poder realmente pasar) ignora mi existencia, yo, que soy la protagonista de un mundo entero. Me tengo que ir de aquí, Srta. Nostalgia.

- Anaís, ¿pero no ves que yo te creé, que eres una invención de mi mente, que no existes en realidad?

- Eso es lo que al principio usted pensaba, pero sabe tanto como yo que tengo de invención lo que de mediocre.

- … Está bien, Anaís, pero yo no puedo devolverte a Norealidad.

- Y entonces, ¿qué hago?

- Has de encontrar una historia, una novela a la que le falte un personaje, y has de introducirte en ella como sea. Los medios, los dejo a tu decisión.

- Pero…

- Cuídate, Anaís.




No puedo. Realmente no puedo.

domingo, 5 de abril de 2009

Lluvia

Chapoteo en mis lágrimas, haciendo un recorrido rectilíneo según yo, circular según el resto. Soy el centro de atención de todos mis pensamientos, me miran atentos y expectantes, y yo sólo siento mareo. Se burlan de mí, experimentan conmigo y me hundo en el hastío. Me hundo en la oscuridad y me doy un golpe seco, que desafortunadamente no me mata, sino que me aturde aún más. Veo dientes a mi alrededor, bocas riéndose descaradamente de mí, de mi vida, de toda esta obra de teatro tan mal gestionada. Subo escaleras de vacío, y caigo una y otra vez. Pero no aprendo. Por supuesto que no. Y lo peor es que no pasa el tiempo, no viene a recogerme a las 9, y yo me quedo sentada en las escaleras del portal, con los tacones en las manos, el maquillaje corrido y las sonrisas tocando suelo. Soy estudiante de teoría, pero la práctica la llevo fatal, y me voy a estampar, lo voy a hacer, lo sé. ¿Por qué no existen donadores de ilusión, tranquilidad y risas? En este mes de lluvia, me sumo a ella, y lloro. Sólo lloro.

sábado, 28 de marzo de 2009

Hay nuevos tacones en la ciudad de polvo

Salí pegando gritos y dando portazos a aquella estúpida gente de aquel estúpido bar de aquella estúpida ciudad, y me senté en la acera de enfrente. Encendí un cigarrillo y esperé. Esperé como cada día a que ese Algo apareciera. Nada. Vacío, hastío, tedio, pero nada nuevo. Definitivamente, me había vuelto inmune, había asumido el hastío y lo había hecho mío. El vacío ya no era tan puro y grande como antes, pero tenía el mismo efecto que una astilla clavada en el dedo (cuando creías que el dolor había cesado, te rozabas y sentías el molesto pinchazo que te hacía ver que estabas igual). Mi cigarro se consumió, pero yo fui encendiendo otros sucesivamente, hasta que me quedé sin paquete. Entonces me levanté y emprendí el camino hacia mi espacio de supervivencia, o en otras palabras, mi casa. Era consciente de que mis tacones causaban sensación y de que a cada paso que daba hombres y mujeres se giraban para observarme –unas con admiración, otras con envidia, algunos con deseo, otros con pena- pero a mí poco me importaba ya. Odiaba aquella ciudad llena de gente mediocre e ignorante a los hilos que ataban sus cuerpos.

Vivía de mi “discreto” trabajo de directora de marketing en una empresa de zapatos. No me iba nada mal, siempre he sido triunfadora profesionalmente hablando. Como consecuencia de mi trabajo, tenía un armario lleno de regalos de diferentes firmas de zapatos y ropa, por lo que el vestuario no era ningún problema. Hombres no me faltaban, podía acostarme con cuantos quisiera, pero al final seguía sola igualmente. Sólo tenía a una amiga, la única que conservaba de mi pasado, la cual inevitablemente me conocía algo más que el resto, cosa que en parte era un respiro en mi complicada historia. De todas formas, la mayoría del tiempo lo pasaba en la empresa, o vagando sola por las calles, de museos a cines, y de cines a cafeterías, en las cuales me pasaba horas bebiendo café y observando a la gente pasar. En el fondo la envidiaba, pero era algo que reconocía muy pocas veces.

Puede que estén pensando que si tanto odio esta existencia por qué no he acabado ya con ella, y tienen toda la razón del mundo, pero verán, nunca tuve las suficientes agallas para hacerlo, y sinceramente, me gusta jugar con las personas que se cruzan en mi vida día a día, ponerlas a prueba, desorientarlas, reírme de ellas. En fin, mis muñecos preferidos. A esas alturas de mi vida, con 23 años, -desafortunadamente- ya había salido de ser marioneta a ser titiritera, después de muchos descosidos en los hilos o muchos fallos por parte de mis propios titiriteros.
Y hasta aquí por hoy. Por cierto, me llamo Ashley, Ashley Hayes, y les doy la bienvenida a mi historia. A partir de ahora me parece que me leerán un poco más. Esto es demasiado largo y complejo de explicar, espero hacerlo lo mejor que pueda.


P.D: ¿Y si les estoy engañando y en realidad es todo una ironía que tiene por objetivo la diversión de una maquiavélica persona –titiritera- como yo? Ustedes mismos.

domingo, 22 de marzo de 2009

Vodka

Estoy borracha y muero de sueño. Lo primero es mentira, aunque me gustaría ser capaz de llegar a ese estado y petar al mundo con mis delirios ebrios. Así que, queridos lectores, déjenme imaginar por esta noche que voy borracha y que me da igual todo, de esa forma podré desvelar secretos sin sentirme tan mal por ello. Comencemos de nuevo, pues:

Estoy borracha y muero de sueño. La botella de vodka ha volado, y ahora el mundo peligra teniéndome delante del portátil escribiendo mensajes-bomba. Quiero odiar, oh sí, quiero odiar. Soy una estúpida que bien podría valer de modelo a la religión católica, por el rollo de poner la otra mejilla. Bien, me he quedado sin jodidas mejillas católicas, budistas, y las que coño haya. Pero ni una pizca de odio. Rabia sí, a borbotones, pero efímera y devastadora, me quita las posteriores ganas de odiar. Ahora mismo muero por ella. He pasado 3 horas bailando sin parar, ausente de mí misma, como mejor estoy, hasta que ella me ha vuelto inundar. Pero sin odio, claro. ¿Y cómo odiar si no hay rastro de odio en mí? Yo nací para ser mediocre. Algún día estaré por encima de los sentimientos mundanos, os lo prometo.


Necesito algo. ALGO.

martes, 17 de marzo de 2009

Noches de enero

- ¿Por qué no escribes?

- Porque tengo miedo.

- ¿Miedo a qué?

- A mí mismo.

Eran las 3 de la mañana, y yo no aguantaba más el olor a mediocridad de ese antro, así que salí, y me senté en el banco más cercano, tampoco era plan de mandar a tomar por culo a la gente que me había invitado. ¿O sí? En fin, daba igual, ya estaba fuera, aunque la discoteca se resistía a permitir que la olvidara haciéndome oír desde fuera su ritmo inigualable. –Fuck- me decía una y otra vez.


Durante la media hora que estuve ahí fui la espectadora de las historias más mundanas y a su vez tan inspiradoras. Una chica cualquiera agarrada a un chico cualquiera, dispuestos a pasar una noche inolvidable, rodeados de sexo, drogas y “chunga-chunga”. Un grupo de amigas para las cuales la noche acababa de empezar, saliendo de una discoteca para meterse en la de al lado. Posiblemente al día siguiente la mitad de ellas no se acordaría de nada, y la otra mitad se arrepentiría de acordarse. Un chico preocupado con lo que parecía ser su chica en brazos, acompañándola a una esquina para que vomitara. –Qué bonito – pensé irónica y no irónicamente. Y por último, una chica que sale gritando a su novio en medio de la calle, incluso pegándole. –Seguro que el chico se ha atrevido a mirarle el culo a otra mujer – me dije, divertida.

- Ya está bien por hoy, me piro a casa – dije en alto.

¿Y los acompañantes? Por mí podían introducirles a todos un petardo por el culo, yo vería encantada el festival de luces y vísceras humanas. De camino a casa iba absorta en mis pensamientos. Me reabrigaba constantemente, como si por muy confortable que fuese mi abrigo yo siguiese helada. No encontrando nada en el suelo que pudiera ser de mi interés, se me ocurrió mirar al frente. Y ahí estaban. Como me ocurre normalmente, siempre tengo que encontrar pruebas de felicidad en vidas ajenas. A dos metros de mí, caminaba una pareja de jóvenes –quizás, demasiado – sobrios, por cierto. Desde luego que ella no estaba helada como yo, pues tenía su abrigo y su hombre-hombro protector. Y cómo no, ese tipo de parejas tan explícitamente felices me miran y sienten escalofríos. Ella le murmuró algo y él asintió. Sí, probablemente estarían compadeciéndose de mí. Oh, pobre de mí, que en una noche fría de enero caminaba sola hacia casa. Mi cabeza empezó a llenarse de ira, y en el punto en el que pareja feliz y yo estábamos a la misma altura, mientras me seguían mirando, les grité:

- ¡Me basto conmigo misma! ¡No necesito a nadie! No necesito a un hombre a quien llorarle las penas, no necesito a un hombre que me de las buenas noches, ni que me abrigue cuando tenga frío. No necesito a un hombre que me haga reír, ni que me apoye cuando todo el mundo me de de lado. ¡Eso es lo que la sociedad espera de vosotros, mediocres!


Hice el ridículo más imposible e inimaginable del mundo.

- Le decía a mi hermano que me gusta tu boina.

Oh, sí, reitero que hice jodidamente el ridículo más grande de toda mi vida.

- ¡A la mierda!

Me encajé la boina y me fui andando, por no decir corriendo. En el camino – o sprint- a casa me pregunté por qué coño llevaba semanas sin escribir, y después de mucho tiempo obtuve respuesta. Era miedo. Miedo a plasmar en palabras mi realidad más desagradable y menos esperada. Miedo a que al escribir, tendría que asumir la situación y no evitarla directamente. Pero joder, mi sangre hervía palabras, y yo me suicidaría pronto si no las reflejaba en el papel. Así que, una vez más, pasando de mi vida misma, me dediqué a hacer lo único que sabía hacer: contar historias. Y aquí está el resultado. Podría ser feliz y llevar una existencia mediocre y tranquila, pero así no tendría motivos para escribir. Aún no he decidido que eso sea bueno o malo. Todo se verá.





[Aclaración: todas las situaciones que escribo son ficticias, ninguna de ellas ha sucedido en otro lugar que no sea mi mente. Aclaro esto porque en la entrada anterior varias personas pensaron que lo que contaba era real. Aquí lo único real es que mi cabeza no funciona correctamente. Un beso.]

domingo, 22 de febrero de 2009

En busca del niño perdido

En mi búsqueda por encontrarme, me topo con personajes muy curiosos, los cuales, no sé por qué, me suenan como si ya los hubiese conocido antes. Pero yo ya no conozco a nadie.


Caminaba buscando el fin de algo que aún no había podido identificar pero que me consumía. Andaba y andaba durante horas, hasta que, fatigado y harto, volvía a ese lugar al que todos calificaban como “hogar”. Pasando por un parque vi a una chica sentada en un banco, con mirada perdida y años de más encima. –Una adulta prematura – pensé. Cuando el viento apartó un poco el pelo de su cara pude ver que lloraba, y no pude sino acercarme y preguntarle:


- ¿Por qué lloras?

- Porque ya no puedo hacer otra cosa.


- La perra vida te ha jugado una mala pasada, ¿eh?

- No. La vida no es perra, lo es la gente.

- Cierto…

Me quedé sin palabras. ¿Qué más podía decir? Tenía toda la razón, y nada que pudiera intentar decir iba a solucionar sus problemas, así que hice lo que nadie hizo nunca conmigo y siempre me hubiera gustado: me senté a su lado, la abracé, y esperé a su lado. Esperé mientras ella lloraba y yo observaba a la mediocridad pasar de un lado para otro. A veces algún curioso se paraba a mirar, pero mis miradas pronto disuadían de hacerlo. Cuando por fin paró, me dijo:


- Ojalá pudiera ser como todos ellos, ser inconsciente de la realidad y vivir una mediocre existencia, con mediocres problemas, mediocres personas, y en fin, una mediocre pero tranquila vida.

- Sí, suena como unas vacaciones al Caribe con todos los gastos pagados.

-No, suena mucho mejor.

La miré, le sonreí, y me levanté. Seguí con mi camino, y por supuesto, como me pasa con todas las mujeres inteligentes que conozco, jamás la volví a ver.