Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

viernes, 26 de octubre de 2012

Qué bonitas son las mentiras siempre


Lo primero que le dije cuando le conocí fue: “me recuerdas a alguien que ya no está”. Entró en mi vida silenciosamente, pasando desapercibido, siendo nadie, pero estando, y cuando su ego maltrecho se mezcló con mi creciente soledad creamos un monstruo encantador. Yo me hallaba sorprendida por el hecho de que alguien fuera capaz de encenderme la luz, de que me interesara más que por la conversación fácil como remedio contra el aburrimiento. Me encantaba fantasear y aspirar a él. Como con Sam, me dejaba sin respiración a menudo y en un mismo día podía odiarle y amarle al mismo tiempo, porque era un jodido encanto insoportable.
Las mentiras son siempre bonitas, hasta para brujas malvadas de caparazón duro, y las irrealidades pueden ser tan tentadoras que, en estados de vulnerabilidad, pueden ser muy engañosas. Era tan irreal que acabé por creérmelo.
Así que la opción más factible después del gran hinchazón que tengo en mi trasero como consecuencia de la elegante patada desprevenida que me llevé por estar en las putas nubes dibujando corazones en el aire es joderme el orgullo, sea o no sea así la realidad, porque real o no estoy hasta los cojones de Sams, Luckys, Hanks, y la madre que les parió a todos, y prefiero creer que he estado dando vueltas sobre mí misma hasta que no he podido mantenerme en pie que pensar en un final trágico consecuencia de un amor imposible, porque más bien ha sido inexistente. Y no duele, porque algo irreal no puede doler, pero, joder, cómo escuece.


martes, 16 de octubre de 2012

La habitación

- Te dije que no me metieras en esta puta habitación.

- ¿Qué? – dijo él, confuso.
- Calla y pasa.
Ella le empujó hacia el interior de la estancia y cerró la puertas tras de sí. Odiaba con todo su ser estar en esa habitación con aquella cama tentadora, botellas de alcohol medio vacías, colillas muertas y decenas de papeles llenos de textos inacabados. No era su casa, era su válvula de escape, pero no soportaba pasar demasiado tiempo en ella porque acababa queriendo que ésa fuera su realidad.
- Te lo voy a decir una sola vez más: no me vuelvas a traer aquí jamás.
- ¡Pero si eres tú la que nos has metido aquí ahora!
- Sabes de lo que hablo perfectamente. Ya te lo dije una vez. No me importa que nos veamos en el trabajo, no me importa que quedemos a tomar algo y nos pongamos al día, no me importa que formes parte de mi vida, pero te pedí explícitamente que no me trajeras aquí.
- No es mi intención confundirte, pero a veces necesito escapar.
- ¿Escapar? Esto no es escapar, esto es meterse en la boca del lobo. Puedo ser tu cordura o tu locura, pero no las dos. Y si me metes en esta habitación no puedo pensar con claridad, me anulas. Jugar está bien, pero cuando quieres que ese juego sea una realidad se te va de las manos, y no estoy dispuesta a dejar que nada se me vaya de las manos.
- Pero sabes que si no fuera porque…
- Si no fuera porque tú eres tú y yo soy yo todo sería muy distinto, pero ni tú vas a dejar de ser tú ni yo voy a dejar de ser yo, y todo lo que dices siempre será relativo.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué? ¿Qué pasa mañana?
- Ya lo sabes.
- Pues ya está, no tienes derecho a meterme en esta jodida habitación mental a jugar con la idea de cosas realmente dulces cuando mañana me pasarás la factura del amor de tu vida. O me tratas como a una de tus putitas, o me tratas como si tomáramos batidos de chocolate, o estás a la altura, pero no puedes quererlo todo. Y mañana todo esto se acaba.
- No se tiene que acabar.
- Se acaba porque mañana apago el interruptor, porque no tengo tiempo de jugar a tener 17, así que te lo diré una vez más: no me vuelvas a meter en esta habitación. Eres mi amigo, te aprecio y te quiero en mi vida, te daría de hostias constantemente por el cariño que te tengo, pero no me traigas aquí. Porque entonces no sólo te apreciaré como mi amigo idiota, sino que querré besarte, querré dormir contigo, ver comedias románticas mediocres, patalear como una niña pequeña, y seré un huracán 24/7. No quiero eso en mi vida, así que ve con ella, vuélvela a enamorar, dile que es la jodida mujer de tu vida, y si funciona seré enormemente feliz. Y si no repasa la lista, y luego ven a pedirme consejo, lo pasaremos en grande, como siempre. Pero cierra esta habitación ya, te lo suplico.
- Me gusta lo que esta habitación significa para nosotros.
- Y a mí, pero no es real.
- No, no es real.
- No lo es.
Ella pareció calmarse, y de repente se sintió culpable por el rapapolvo que acababa de darle a su amigo. Se acercó a él y le sonrió tímidamente, casi con miedo. Él le apartó la cara, pero ella posó la mano en su mejilla y le acarició la cara, obligándole a girarse de nuevo. Le dio un beso dulce como regalo por todos los besos que nunca le daría, y abrió la puerta de la habitación. Por un momento apoyó la cabeza sobre el marco, mirando la estancia una última vez. Sonrió con pena, aquel sitio había sido lo más parecido al nirvana en esos últimos meses, pero se recordó a sí misma que no podían seguir jugando. A fin de cuentas ya no tenía 17 años.

domingo, 14 de octubre de 2012

Bebiendo sola


- Te invito a una copa.
- Lo siento, esta noche no me apetecen caballeros andantes que no saben ni llevar armadura.
- ¿Perdona?
- Te he visto venir desde lejos, vienes con unos andares de seguridad prefabricada, tienes en mente las frases que me vas a decir, las has estudiado bien, e ibas a dártelas de tío alternativo, maduro pero misterioso, incluso bohemio. Pretendes hacerme sentir única y especial para que automáticamente crea que la suerte ha llamado a mi puerta y que a partir de ahora todo será flores y arcoíris. Pero, ¿sabes? No creo en la suerte, ni en los niñatos camuflados en cuerpos de hombre.
- Ni siquiera me has dado la oportunidad.
- Es que verás, no hace falta.
- ¿No te gusta jugar? No sabes lo que te pierdes.
- ¿Me hablas tú de jugar, guapo? Yo invento el juego cada día, el juego de verdad, el de mirarte desde el otro lado del bar y aumentar tu temperatura corporal con sólo una mueca en mis labios. El juego de vacilarte elegantemente y que estés a mi altura, que me dejes sin palabras. El juego de dejarte con la miel en los labios cuando crees que ya me tienes. Ése es el juego de verdad, querido, no el de pseudo-hombre fanfarrón con la copa en la mano como signo de autenticidad.
- Ya sé lo que es eso.
- No, no lo sabes. No sabes nada. Por no saber, no sabes ni lo que quieres.
- Sí que lo sé, quiero una mujer en mi vida.
- Jajaja, una mujer, dice. No sabes ni lo que es una mujer, mucho menos sabes tratarla o comprenderla. Quieres sexo fácil pero intentas disimulártelo hasta a ti mismo. Te convences de que quieres la complicidad de tener a una chica a tu lado que te entienda y te mime, pero eres como cualquiera de los hombres del montón que plagan el mundo, buscáis a una mujer que os recuerde lo grandes que sois, lo perfectos, inteligentes y guapos que sois, aunque no lo seáis. Ni siquiera pensáis en si podéis estar a la altura, si podéis aportar algo que realmente valga la pena, porque os la suda por completo, lo único importante es conseguir que alguien os ponga en el altar para que vuestra seguridad no se tambalee tanto como lo hace habitualmente.
- No es verdad.
- Queréis una chica guapa, delgadita pero no un palillo, que tenga una buena delantera y un culo bien puesto, que sea inteligente pero no pedante (para eso ya estáis vosotros), que sea mona e ingenua y que su carácter sea regulable, porque no podéis lidiar con el hecho de que una mujer os plante cara, porque como os la plante os cagáis en los pantalones y salís corriendo buscando a vuestra mami. En definitiva, una mujer lo suficientemente tonta como para que os haga creer que lo valéis aunque no lo valgáis ni un poco.
- …
- ¿Ves? Ya estás acojonado. Cuando ya habéis usado a la chica en cuestión vuestra autoestima es tan frágil que necesitáis renovarla, y es cuando buscáis a otra. Así hasta el final de vuestra existencia, sin plantearos el grave problema que tenéis, prefiriendo depender de otro ser humano al que implícitamente despreciáis por no asumir el riesgo y el esfuerzo que conlleva levantarse cada mañana sin que nadie te dé un empujón.
- Me largo, amargada. Normal que estés en este bar bebiendo sola.
- Estoy bebiendo sola porque sois tan egocéntricos que aún no os habéis dado cuenta de que las que estamos acojonadas somos nosotras – pensó para sí misma.

Ana ya no tiene 17 años


Ana tiene 17 años y escucha música a todas horas. Se imagina cómo las notas de cada canción estiran de las líneas del pentagrama y las enredan por su cuerpo.
Ana pasa todo el día en el instituto y es la mejor, pero acostumbra a sentirse muy vacía por dentro. Coge el autobús a las 8:25h y vuelve a casa a las 17:45h, momento en el que enciende el ordenador y deja a la música llenar su habitación.
Ana se tumba en la cama y como cada tarde intenta descubrir nuevos significados a las letras. Escucha mucho rap. No es un género que le guste especialmente, pero en esta época de su vida le salva.
Ana tiene 17 años y piensa en por qué se siente tan sola, en por qué no puede ser como sus amigas, parece que no tengan problemas. ¿Por qué tiene problemas Ana, si sólo tiene 17 años?
Ana escribe mucho. En las libretas de clase, en la agenda, en su ordenador, en post-its. Escribe a todas horas, y a veces dibuja. Hace dibujos de caras largas y sierras, y de corazones deformes con florituras alrededor.
Ana es rara. Hace muchas bromas y siempre sonríe a las personas que aprecia. Le gusta sonreír a la otra Ana, y a Víctor, el futuro arquitecto/gigoló. Pero Ana es rara, tiene 17 años y se pregunta por qué tiene problemas.
Ana mira hacia la pantalla brillante del ordenador y ve que Oscar le está hablando. Otra vez. Sonríe pero enseguida siente la patada de siempre en el estómago. Se gira hacia el otro lado de la cama e intenta perderse de nuevo en su rap. Entonces le llega un mensaje de texto al móvil: “te tengo en la cabeza y te prefiero en mi almohada”. A Ana se le acelera el pulso, David siempre le pone nerviosa. Busca la canción donde sale esa frase y se recrea en el exquisito placer de saber que alguien piensa en ti cuando escucha esa letra. Ana se ríe tímidamente.
David escribe verdades como puños, deja a Ana anonadada. ¿Cómo puede un chico de 17 años escribir así? ¿Cómo puede tener esas ideas? Ana y David escriben historias en sus conversaciones, a estas alturas tendrían 10 novelas ya. David le envía muchas frases de canciones, pero nunca escribe sobre ella, aunque la piense a menudo.
Ana cree que David no le quiere lo suficiente porque nunca escribe sobre ella.
Ana tiene 17 años, es rara, sueña mucho y vive poco, lleva un abrigo negro donde esconde su cara para huir del mundo, y cuando sale a las 8:15h cada mañana sólo piensa en que sean las 17:45h para olvidar que está vacía y que tiene problemas, pues David está muy lejos pero es lo más cercano a la comprensión que tiene en esos momentos.
Ana ya no tiene 17 años, ya no llega a las 17:45h del instituto ni recibe mensajes de texto que dicen: “sólo con mirarte ya te intuyo, es de estar sin ti de lo que huyo”.
Ana ya no tiene 17 años y se pregunta por qué tiene problemas.

lunes, 1 de octubre de 2012

Me encantaría


Me encantaría ser de las que llama para quedar contigo. 
Me encantaría ser de las que no escanea antes de conocerte, que no pone etiquetas injustificadas antes de que abras la boca.
Me encantaría no tener que descartarte porque falles en alguno de mis requisitos.
Me encantaría que el que tus zapatos no combinen con tu camisa no fuera una excusa para pasar de ti.
Me encantaría pasar más tiempo viviendo momentos contigo que escribiéndolos.
Me encantaría que las ganas de dormirme abrazada a tu lado fueran mayores que el miedo a ser vulnerable.
Me encantaría no tener que hacerte estar a la altura de una idealización inexistente.
Me encantaría no ser una borde malhumorada que te asusta con la mirada.
Pero lo cierto es que aunque me gustes es probable que no te llame, y que saque mil y un argumentos en tu contra para descartarte. Es muy probable que prefiera quedarme un viernes por la noche escribiendo sobre nuestra noche perfecta que pasándola contigo en un bar, y que duerma sola porque en realidad no soporte el bienestar del contacto con tu cuerpo. Es muy probable que siendo estupendo no seas el hombre de mi vida porque no existe, por lo que es muy probable que sea una estúpida contigo para que te alejes.
¿Y sabes por qué? Porque no te darás cuenta de que aunque no te llame me gustas, ni sabrás ver que cada argumento que construyo en tu contra es una razón de lo mucho que me vuelves loca. No comprenderás lo que significa que yo te haga protagonista de alguna de mis historias, ni que prefiera dormir sin ti aun prefiriendo dormir contigo, porque no sabes lo muchísimo que me cuesta exponerme a que me hagas daño. Y sobre todo, no serás capaz de ver que detrás de mi estupidez sobrehumana estoy bebiendo los ríos por ti.
Podrás pensar que soy una cobarde, y es muy probable que tengas razón. Pero quiero creer que quien tenga que darme los “buenos días, cariño” sea capaz de ver lo increíblemente estúpida que soy. Y me quiera a pesar de ello.