Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

jueves, 26 de noviembre de 2009

Misantropía II / Inferno


La invisibilidad nunca fue mi mejor arma. Siempre, de algún modo, acababa destacando en algo, y eso era como tirarme piedras contra mi propio tejado, pues lo que más ansiaba era dejar de tener unos ojos bonitos, una voz dulce, una sonrisa perfecta, para pasar desapercibida y así olvidar las conveniencias y los buenos modales, como método para vivir en sociedad, de lado.
Dentro de mi maquiavélica mente observaba a todas y cada una de las personas que día a día me rodeaban. La mayoría, basura, pero siempre había unas pocas que conseguían atraer mi atención, casi siempre por sus cualidades peculiares, muchas de las cuales yo carecía, o por sus extrañas circunstancias. Solía tener sueños idílicos en los que yo era capaz de relacionarme con esos “entes” especiales y sentirme normal haciéndolo, como si fuera una divertida rutina más. Pero sabía que no existe la perfección, y que en el momento en que intentara convertir en realidad mis sueños se iría todo al traste, seguro que yo me encargaría de ello, por lo que así viví toda mi vida, alejada del círculo dentro del mismo.
Sin embargo, cierto día alguna persona que otra, inexplicablemente, consiguió acceder más adentro de mí que el resto, y la confortabilidad que sentí fue tal que no me vi con fuerzas para echarlos de mi vida, quedándose indefinidamente – a veces, intermitentemente- en ella.
Yo era más que feliz, sin saber cómo tenía ciertas personas con las que poner el on en mi mente, con menos motivo ahora iba a intentar ahora expandir mis fronteras interpersonales. ¿Para qué? Tenía todo lo que necesitaba.
Pero, ¿basta sólo con estar satisfecha una misma? Descubrí que mi pseudomisantropía generaba misantropías no deseadas, y me sentí impotente. ¿Qué podía hacer? Hasta mi parte más irracional habló con un tono esclarecedor: equilibrio. Aunque sea una desequilibrada mental.
---
Nunca hagas pactos con el diablo, ni tan siquiera pienses en ello, pues puede que te maldigas eternamente. Al igual que en el organismo el ATP transfiere un fosfato para convertirse en ADP y proporcionar alta energía para ejercer las funciones vitales, el diablo se nutre de todo el amor y lo transforma en odio, ya que su eterna lucha es destruir todo afecto positivo. Sin embargo, jamás se podrá llevar al amor de verdad, ése que está adherido al alma y que aunque tú no lo quieras permanecerá latente.
Como alternativa a su “fatídica” desventaja, elabora un plan muy sucio, en el que incomunica todo ese amor con odio, dejándolo intacto, pero no sintiendo otra cosa más que ira y rabia por todo lo demás, ardiendo en llamas toda la sensatez, y no es que tenga precisamente mucha, pero en semanas como ésta deberían encerrarme bajo llave hasta que toda mi ira indefinida se desvaneciera, porque en el fondo sólo quiero seguir queriendo tan intensamente como siempre.
100 mg de racionalidad. Eternas toneladas de ti.