Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

domingo, 21 de junio de 2009

Otro

- Estoy harta de tanta mediocridad.

- Eso no es nada nuevo, ya estabas harta ayer, así que tu excusa para venir a las 4 de la mañana hasta aquí no me convence. ¿Qué pasa?

- Mmm, ¿me encanta tu casa?

- No cuela. Pasa.

Entré, una noche más, a la casa de quien se había convertido en mi salvador en los últimos meses. Estar con él era como jugar al pilla-pilla, siempre que permanecía a su lado era “casa”, y por lo tanto, estaba segura. Sam me abría la puerta a la hora que fuera, y soportaba mi neurótica presencia y mi continua paranoia sin mostrar desagrado alguno. Es más, me atrevería a decir que disfrutaba viéndome elaborar cadenas de deducciones irracionales que desembocaban en una autodestrucción masiva. Nos amábamos, pero de una forma… un tanto peculiar.


- ¿Vodka? – sugirió.

- No, hoy no beberé, prefiero ser consciente de todo lo que digo y hago.

- Oh, cariño, tú nunca eres consciente de lo que dices o haces, estés o no borracha.

- Mm… cierto.

- Y ahora, cuéntame – dijo paciente y acomodado en su adorable sillón de cuero.

- Ya sabes por lo que he venido, Sam.

- ¿Otra vez la misma historia?

- Siempre la misma historia.

- ¿Os habéis enfadado?

- Claro que no. Soy yo… para variar.

- Tú y tus jodiendas.

- Eh, eh, eh, no me vengas con las tuyas.

- ¿Vas a empezar a hablar o me puedo ir a dormir?

- Que sí. Es solo que… no puedo ser una amiga al 100%. Yo… tengo ciertas limitaciones.

- Lógico.

- Sólo necesito tiempo, ¿verdad?

- Claro que sí, eres una tía muy cool.

- Algún día podré, de verdad, estoy segura, sólo tengo que esperar a que otros dedos se enreden en mis rizos, y entonces… todo será genial para todos, ¿a que sí?

- Oh, nena, mis dedos estarán siempre a tu entera disposición.

- … No te andes con jodiendas, Sam, no te andes con jodiendas.


Rompimos a reír, y así, otra noche más, el tío cool de las jodiendas me salvó.

viernes, 12 de junio de 2009

Otra

Había quedado en reunirme con Richard en cinco minutos. Era un tanto anormal la situación, porque él sólo me llamaba habitualmente para follar, y esta vez quería que habláramos.

- ¿Hablar? – le dije yo- ¿Desde cuándo hablamos?

- Hay una primera vez para todo, nena – se limitó a decir.

Caminaba hacia el lugar un tanto extraña, pero secretamente feliz. Ojalá ese hombre amará algo más que mi coño algún día.

Cuando llegué él me estaba esperando, y estaba extrañamente ansioso. Si no hubiera comenzado a hablar hubiera pensado que realmente tenía ganas de sexo.

- ¿Y bien, de qué quieres que hablemos? – le dije

- Tienes que ayudarme

- ¿Qué ocurre?

- Es… algo muy complejo de explicar.

- Dispara.

- He conocido a una chica.

El mundo se me vino abajo, y el vacío se extendió en toda la longitud de la frase. Decidí ser fría, como siempre.

- Mm, ¿y qué?

- No es una chica… normal.

Le odiaba.

- Oye, mira, no puedo perder el tiempo con historias amorosas. Yo no soy esa amiga que estás buscando.

- Déjame acabar. Fui a la redacción a entregar la historieta de esta semana, y cuando salí había una chica, una niña diría, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor, y muy perdida, con miedo. Era tan guapa, me hechizó en el primer momento. Ella me miró, y vio que tenía un libro entre las manos. Entonces, se acercó corriendo hacia mí, y con voz angelical me pidió si podía ojear el libro.

- ¿Y?

- Y luego, ella… intentó meterse dentro del libro.

- ¿Perdona?

- Como lo oyes.

- Creo que bebes demasiado Vodka.

- No te estoy mintiendo, joder.

- ¿Y qué explicación le das?

- No lo sé, estoy totalmente confundido. Ella apenas dijo nada, tan solo que necesita encontrar a su autora.

- ¿A su autora?

- Sí.

- ¿Qué pasa, ahora es un personaje salido de un libro?

- Eso parece…

- ¿Qué más sabes?

- Su nombre.

- ¿Y bien?

- Anaís.

- … ¿Qué quieres de mí?

- Tienes que conseguirle una identidad para que pase desapercibida.

- ¿Y ya está? ¿No hay nada más que Yo pueda ofrecerte?

- Ashley, ya follaremos otro día, no es el mejor momento.

- … No te enteras de nada, Rick. De nada, de absolutamente nada. Eres un imbécil.

- ¿Qué coño te pasa?

- Nada. Pasado mañana tendrás la identidad de tu chica. Adiós.

- Ashley

Me giré.

- ¿Sí?

- Gracias –me dijo dándome un beso en la mejilla – no sé qué haría sin ti.

- Follarías con otras.


Y me fui, muriendo por dentro, y con el hastío comiéndome entera.

jueves, 4 de junio de 2009

Descargas eléctricas/Susurros

Noches solitarias sobreviviendo a base de descargas eléctricas. Y es que después de un repentino remolino de sentimientos que parecía hacer rebosar esa fosa de vacío que me acompaña desde hace meses, ha dado paso a una Nada muy vulnerable. Cuando te acostumbras a convivir la mayoría del tiempo contigo misma, los acercamientos por parte de la gente son muy peligrosos, pero a la vez muy tentadores, y yo, cómo no, he sucumbido a la tentación. ¿Cuál es el problema? Que apesto a soledad, y estas muestras de cariño han sido demasiado pasajeras, pero duelen como si me hubieran rajado el cuerpo entero. Y es que como ya he dicho alguna vez, es muy fácil adaptarse a lo bueno, pero tremendamente difícil aguantar lo malo. Tanto, que me engañan constantemente. Sí, llámenme ilusa sin ningún reparo, así soy. Mi mente y mi cuerpo quedan tan destrozados después del “tornado”, que me siento muy vulnerable, y más sola que antes. Necesito estar aislada de las personas, para evitar nuevas muestras de cariño, que ahora supondrían dolorosas descargas eléctricas como castigo a mi ilusionismo cansino. Y así, está noche, necesito vomitar palabras, sacar de mí el hastío, para tener un poco de paz artificial, y mañana comenzar otro día, pudiendo olvidar, con esmero, el tedio.

Me siento tan vulnerable que un solo susurro bastaría para terminar de matarme. Pero que no dejen de tocar a las puertas de mis oídos los susurros, por muy débiles o pequeños que sean, que no cesen… Si cesan, yo… Pero que se alejen, que me odien, que sientan náuseas sólo con rozar mi pelo, que busquen otros oídos adornados con pendientes de princesas, y que alquilen piso en la mente de alguna dama que desencaje menos con las notas de la tan silenciosa pero aún pequeña voz que por las noches imagino cantarme Nana(s) y me hace quedarme dormida con una sonrisa de nostalgia, pero plena, porque de alguna forma, el pequeño susurro está tarareando mi melodía preferida. ¿O es todo producto de mi imaginación?