Salí pegando gritos y dando portazos a aquella estúpida gente de aquel estúpido bar de aquella estúpida ciudad, y me senté en la acera de enfrente. Encendí un cigarrillo y esperé. Esperé como cada día a que ese Algo apareciera. Nada. Vacío, hastío, tedio, pero nada nuevo. Definitivamente, me había vuelto inmune, había asumido el hastío y lo había hecho mío. El vacío ya no era tan puro y grande como antes, pero tenía el mismo efecto que una astilla clavada en el dedo (cuando creías que el dolor había cesado, te rozabas y sentías el molesto pinchazo que te hacía ver que estabas igual). Mi cigarro se consumió, pero yo fui encendiendo otros sucesivamente, hasta que me quedé sin paquete. Entonces me levanté y emprendí el camino hacia mi espacio de supervivencia, o en otras palabras, mi casa. Era consciente de que mis tacones causaban sensación y de que a cada paso que daba hombres y mujeres se giraban para observarme –unas con admiración, otras con envidia, algunos con deseo, otros con pena- pero a mí poco me importaba ya. Odiaba aquella ciudad llena de gente mediocre e ignorante a los hilos que ataban sus cuerpos.
Vivía de mi “discreto” trabajo de directora de marketing en una empresa de zapatos. No me iba nada mal, siempre he sido triunfadora profesionalmente hablando. Como consecuencia de mi trabajo, tenía un armario lleno de regalos de diferentes firmas de zapatos y ropa, por lo que el vestuario no era ningún problema. Hombres no me faltaban, podía acostarme con cuantos quisiera, pero al final seguía sola igualmente. Sólo tenía a una amiga, la única que conservaba de mi pasado, la cual inevitablemente me conocía algo más que el resto, cosa que en parte era un respiro en mi complicada historia. De todas formas, la mayoría del tiempo lo pasaba en la empresa, o vagando sola por las calles, de museos a cines, y de cines a cafeterías, en las cuales me pasaba horas bebiendo café y observando a la gente pasar. En el fondo la envidiaba, pero era algo que reconocía muy pocas veces.
Puede que estén pensando que si tanto odio esta existencia por qué no he acabado ya con ella, y tienen toda la razón del mundo, pero verán, nunca tuve las suficientes agallas para hacerlo, y sinceramente, me gusta jugar con las personas que se cruzan en mi vida día a día, ponerlas a prueba, desorientarlas, reírme de ellas. En fin, mis muñecos preferidos. A esas alturas de mi vida, con 23 años, -desafortunadamente- ya había salido de ser marioneta a ser titiritera, después de muchos descosidos en los hilos o muchos fallos por parte de mis propios titiriteros.
Y hasta aquí por hoy. Por cierto, me llamo Ashley, Ashley Hayes, y les doy la bienvenida a mi historia. A partir de ahora me parece que me leerán un poco más. Esto es demasiado largo y complejo de explicar, espero hacerlo lo mejor que pueda.
P.D: ¿Y si les estoy engañando y en realidad es todo una ironía que tiene por objetivo la diversión de una maquiavélica persona –titiritera- como yo? Ustedes mismos.
Buena entrada, me gusta ;)
ResponderEliminarUn saludo!
¡¡Me encanta tu blog!!
ResponderEliminar¿quién maneja realmente a quién?¿quién observa y quién es observado? ¿quién se cree que tiene el control cuando en realidad nunca lo tuvo?......
ResponderEliminar1abrazo!!
Brutal.
ResponderEliminarNada mas que añadir, me encanta.
Genial. La verdad es que cada entrada es mejor. Me encantan tus pequeñas historias :D
ResponderEliminarYo tb había pensado en crear un nuevo foro, pero no me veo tan capaz para hacerlo, de estar pendiente. No sola. Con algo más de tiempo podríamos organizar algo e intentar volver a juntar a la gente, crecer... No sé. La verdad es que la cabeza ahora la tengo un poco descentrada.
Unbesote!
Maquiavélica y titiritera son dos palabras que me encantan.
ResponderEliminarbuen texto..
ResponderEliminarcuidate!