Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

miércoles, 11 de julio de 2012

Entre líneas: capítulo 10


- ¿Quién mierdas eres? – dijo Adrienne al chico que la había casi obligado a meterse en el coche y había arrancado a toda velocidad, haciendo que el aeropuerto quedara como un dibujo borroso en la lejanía.
- ¿Puedes hacer el favor de estarte quieta? Lo estás complicando todo mucho más – contestó el chico con una voz ronca que hubiera intimidado a Adrienne de no ser porque era bastante jovial.
- ¿¿Que me esté quieta?? ¡Me has secuestrado, gilipollas! Va a estarse quieta tu madre, déjame bajar del puto coche YA.
- Vaya, no sabía que en París fuerais tan malhabladas – dijo el chico con una sonrisa burlona.
 Adrienne se quedó un momento pensativa, valorando la situación. Lo cierto era que el chico en cuestión no daba miedo, y no parecía que fuera a hacerle daño, pero no cabía duda de que él sabía mucho más de ella que al revés, lo que la inquietaba bastante.
- ¿Quién eres? – volvió a preguntar Adrienne.
- Mmm, un chico.
- ¿En serio? – Adrienne miró al techo y suspiró. - ¿Dónde está Christian?
- ¿Quién?
- No me trates como a una tonta. ¿Dónde me llevas?
- A un lugar seguro.
- ¿Con Christian?
- No, con Christian no.
- ¿Dónde está?
- Él está bien, no te preocupes. Quien ahora mismo no lo está eres tú.
- Eso es evidente, ¿no crees? Me has secuestrado.
- ¿Quieres no preocuparte?
- ¿Me vas a matar?
- No.
- ¿Y a violar?
El chico echó la vista atrás, como cavilando mientras la miraba de arriba abajo para finalmente decir que no burlonamente.
- Eres gilipollas.
- Cállate y cuando lleguemos donde tenemos que llegar te explico todo.
Adrienne quería pensar que no pasaba nada, que todo estaba en orden, pero no pudo dejar de temblar durante todo el trayecto.
Finalmente llegaron a una calle random de Londres. Adrienne no tenía ni idea de dónde estaba, pero el chico bajó y la sacó del coche con más educación que cuando la metió en él, aunque no la soltó hasta que se metieron en el portal, no sin antes ver cómo un hombre trajeado tomaba las riendas del auto y se lo llevaba.
Cogieron el ascensor y el chico apretó la decimotercera planta. Adrienne lo tenía muy cerca y ahora que se había quitado las gafas podía apreciar el color miel oscuro de sus ojos y la barba rebelde que llevaba.
- ¿Cómo te llamas? – preguntó Adrienne.
- Puedes llamarme Alex.
- ¿De qué otra forma podría llamarte?
- Cállate.
Llegaron a la planta en cuestión y Alex abrió la puerta de un piso de lo más común, sin nada fuera de lo normal. Pidió a Adrienne que se sentara en uno de los sofás y desapareció para volver a los pocos minutos con una tila.
- Esto es para que dejes de temblar, ya te he dicho que no voy a hacerte daño, ni soy un secuestrador.
Adrienne bebió temerosa la tila, pensando que quizás llevaba veneno y que en pocos minutos se dormiría para despertar en un futuro lleno de sangre e intestinos fuera, o quizás sin riñones.
- Gracias… ¿Podrías explicarme qué está pasando?
- Sí. Christian te pidió expresamente que fueras cautelosa a la hora de comunicarte con él.
- Y lo he sido.
- No lo debes de haber sido demasiado si te han descubierto.
- Chris llevaba dos semanas sin dar señales de vida y teniendo en cuenta el jaleo que tiene montado aquí y que no me cuenta, me preocupé, como es lógico. Además, ¿quién me ha descubierto? O lo que es mejor: ¿quién no tenía que descubrirme?
- Básicamente su familia, pero no te puedo contar más, eso es cosa suya.
- Quiero verle.
- Lamentablemente ahora mismo no va a poder ser. Su familia cree que yo he ido al aeropuerto para meterte en el siguiente avión hacia París.
- ¿Christian también lo cree?
- No, él sabía lo que iba a hacer.
- ¿Sois amigos, entonces?
- Aaalgo así, se podría decir.
- Uf, eso me deja mucho más tranquila.
- Me alegro.
- ¿Y si no puedo verle por qué ha dejado que me traigas hasta aquí?
- Porque sabía que no te quedarías tranquila y que pensarías que lo tienen en un sótano torturándole o algo por el estilo, y que querrías explicaciones.  Como él no te las puede dar, me ha pedido que te las dé yo.
La conversación no fue mucho más trascendente después. Adrienne se encontraba cansada, pero a pesar de que sabía que ellos eran amigos no conseguía tranquilizarse. ¿Y si todo era mentira? Alex se dio cuenta y cogió el teléfono.
- Sí. Todo bien. Está bastante nerviosa, creo que no se fía de mí. Tampoco soy tan mala persona – iba diciendo Alex por el teléfono.
De repente llamó a Adrienne, y entre susurros le dijo:
- No te alteres, no te alargues ni esperes de él respuestas recíprocas, le tienen vigilado.
Adrienne cogió el teléfono con la respiración acelerada.
- Christian, ¿eres tú?
- Hola, Alex, ¿cómo fue? ¿Todo bien?
- Oh, gracias a Dios que escucho tu voz, me estaba volviendo loca. Tu amigo me ha secuestrado y no me fío, y necesito verte, y…
- Me alegro, lo mismo te digo. No te preocupes, está todo en orden, todo irá bien.
- Te quiero, Christian.
- Y yo también. Cuídate, Alex.
- Hasta luego, Chris. Te quiero.
Alex miraba desde la otra punta de la habitación, observando la desesperación palpable de la chica e intentaba acordarse de la última vez que había vivido algo así de intenso. Ya no lo recordaba.
- Precioso. ¿Tranquila ya?
- Sí… Más o menos. ¿Por qué hablaba en clave?
- Ya te lo he dicho, le están escuchando.
- ¿Pero quién le escucha?
- Su familia.
- ¿Acaso son una mafia o algo? ¿Asesinos, terroristas?
- No, mucho peor: son personas influyentes.
- ¿Eso qué significa?
- Nada. ¿Quieres darte una ducha?
- ¿Me lo dices porque huelo mal o para que me calle?
- Te lo digo porque sigues temblando y una ducha con agua caliente te vendrá bien.
- Ah, pues sí… Gracias.
- Si quieres me meto contigo.
- Eres gilipollas. ¿Dónde está el baño?
- Al fondo a la izquierda, malhablada.
Adrienne se metió en la ducha y durante unos minutos se concentró en las gotas de agua caliente cayendo sobre su cuerpo, esa sensación agradable era lo único que quería sentir. No duró mucho, pues enseguida recordó la voz de Christian, fría pero cercana, al otro lado del teléfono, la aparición repentina de Alex y su pseudosecuestro para acabar siendo un amigo de Chris, todo lo relacionado con su familia y lo que parecía ser una mafia extraña, y demás acontecimientos fuera de lo normal a lo largo del día. Estuvo como media hora bajo el agua, y cuando salió de la ducha agradeció tener su maleta con sus pertenencias para poder adecentarse bien el pelo y ponerse decente. Si había algo que no gustaba a Adrienne era estar en casas ajenas sin sus propias cosas.
Se puso un pantalón de chándal negro que hacía de pijama y una camiseta ancha. Cuando salió vio que Alex había preparado la cena, cosa que agradeció porque se había dado cuenta de que no había comido nada desde primera hora de la mañana, antes de coger el vuelo, y se moría de hambre.
- Ten, toma esta sudadera, te abrigará más que esa cutre-camiseta.
- Gracias, de nuevo.
Se sentaron en el sofá mientras cenaban, y Adrienne estaba tímida, como si ahora le supiera mal haberse comportado tan ariscamente durante todo el día (a pesar de que fuera la reacción más normal).
- ¿Qué dan por las noches en la tele inglesa? – preguntó Adrienne, sintiéndose estúpida ipsofactamente.
-  Telebasura y deportes. He optado por lo primero a pesar de que hoy juega el Chelsea, mi equipo preferido, porque supuse que el fútbol te la sopla, Ariednne.
- No me importa demasiado, no. Y es Adrienne, no Ariednne.
- Oh, perdona. Es que tu nombre es demasiado largo y complicado, no me gusta nada.
- Pues no le puedes hacer nada.
- Ya… Aunque en realidad sí, puedo cambiar tu nombre.
- No, no puedes, soy Adrienne y siempre lo seré.
- No, tengo que buscarte otro nombre, Adrinoséqué es demasiado complicado. ¿Cómo te puedo llamar? Mmm…
- Adrienne, me puedes llamar Adrienne, porque así es cómo me llamo.
- Mmm, tiene que ser un nombre corto, sencillo pero impactante, que siempre vaya a recordar…
- Adrienne.
- ¡Ya lo tengo! ¡Chelsea! Te llamaré así, en honor a mi equipo de fútbol. No te podrás quejar, ¿eh?
- ¿Chelsea? Por el amor de Dios, ¡me llamo Adrienne!
- Cállate y come patatas, Chelsea.
Después de cenar, mientras miraban la tele, Adrienne notaba cómo los ojos se le cerraban irremediablemente. Estaba agotadísima, tanto, que se quedó dormida en el sofá sin darse cuenta. Los volvió a abrir cuando Alex la despertó, avisándola de que era muy tarde y que debería irse a la cama a descansar.
- Puedes ir a aquella habitación – dijo, señalándole con el dedo su ubicación -, es donde Christian duerme cuando se queda aquí.
- Vale… ¿Cuándo me voy a ir? – dijo adormilada.
- Ya hablaremos de eso mañana. Buenas noches, Chelsea.
- Buenas noches…
Adrienne se tiró en la cama y a pesar de que le habría encantado comprobar si era cierto que ahí dormía Christian a veces, el sueño pudo con ella y se quedó sumida en él.
Hasta el día siguiente.

2 comentarios:

  1. Yo me molestaría en madurar un poco más los personajes, y no meter tantos diálogos. La buena esencia de un texto o una historia puede estar en lo que los personajes callan o muestran, antes que lo que hablan. Un saludo.

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    1. Oh, estoy muy de acuerdo, la cosa está en que no dedico demasiado tiempo a esta "saga" porque estoy de lleno con mi novela y cuando escribo aquí suelen ser otro tipo de textos, así que me gusta utilizar esta historia para alternar un poco lo que escribo habitualmente. Es una historieta para pasar el rato y por eso encontrarás más diálogo en algunos capítulos que descripciones y reflexiones en sí. Pero sí, la base de una buena historia reside en las reflexiones que no aparecen de forma explícita en una conversación necesariamente. Gracias por pasarte, leer y dar tu opinión :)

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