Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

jueves, 5 de julio de 2012

Cerrando ciclos (o intentándolo)

Hoy ha sido bonito. Sin darme cuenta me he pasado el día paseando por Barcelona, como si inconscientemente supiera que es mi último día hasta dentro de dos meses.
Fue una tarde perfecta. Estuve en casa de alguien riéndome de banalidades, salí a cenar, e incluso fui al cine. Vi la peli más comercial que están echando con toda probabilidad, pero era trágica. Muy trágica. Tengo un problema con los dramas tan trágicos, y es que pueden conmigo. Los argumentos en los que el final sea infeliz, o desastroso, o inoportuno, me pierden, y más cuando son de amor. Así que al final, muy a mi pesar, he acabado llorando como una adolescente en celo. Y la verdad es que tengo que reconocer que lo que en un principio eran lágrimas de empatía hacia el protagonista han acabado siendo sentimientos propios encontrados. De felicidad, de angustia, de incertidumbre, de satisfacción… Todo en uno (demasiado para haber ido a ver una película mediocre).
El caso es que salí del cine pensando que mañana me voy de Barcelona. Por suerte tengo encantadoras personas a mi alrededor que me han paseado en coche por toda la ciudad. Para los que no me conozcáis soy una chica que ama viajar en todo tipo de transportes en los que pueda ver el paisaje. Amo ir en bus, en tren, en coche… si puedo ver la ciudad a mi alrededor, y mucho más si es de noche. Paseé por todo el centro, perdiéndome entre las luces mágicas de mi amante, Barcelona. Estaba tan tranquila, tan apaciguada… Y me di cuenta de que aunque hayan pasado casi 6 años ya desde que pisé por primera vez la Diagonal y me enamoré perdidamente de todo aquel ajetreo cosmopolita mi relación con la ciudad no ha cambiado nada.
Antes de vivir en Barcelona me pasé años escribiendo sobre ella, lo mucho que la echaba de menos cuando no la tenía, los planes que tenía para ambas cuando viviera en ella… Y recuerdo cómo con 16 años me senté una mañana en las Ramblas a escribir sobre Ciudad Condal y fui incapaz. Lo único que pude decirle fue que sólo me salían palabras bonitas cuando no la tenía, porque era cuando verdaderamente sabía apreciarla. Y a día de hoy sigo igual, con esta relación amor-odio que no deja de hacerme sentir ni un minuto.
Así que ahí estaba yo, apoyada en la ventana mientras pasaba por toda mi vida catalana en un trayecto de coche. Pasé por mi primera casa en el barrio de Sant Martí y todo lo que ello supuso en aquel momento. Me he vuelto a ver caminando de la mano de alguien que no tenía absolutamente nada que ver conmigo y que yo me daba de hostias por intentar que no fuera así. Me he visto pero no era yo, porque yo ya no soy esa chica.
He pasado por Passeig de Gràcia y he recordado la primera vez que entré en la Casa Batlló o en La Pedrera, y en la cantidad de ilusiones que tenía cuando poco a poco descubría un rincón nuevo de Barcelona, allá por mis 16 y 17 años. Y evidentemente he llegado a mi querida Plaza Catalunya, donde empezó todo, quién sabe si por fortuna o por desgracia, pero que hizo que hoy esté aquí, en un barrio de Barcelona a las puertas de mi tercer año viviendo en una relación amor-odio absorbente y consumidora.
Siempre que acabo un curso y vuelvo a casa es como si un ciclo se cerrara. Acaba el año académico y yo vuelvo a mis orígenes para retomar mi presente, que es pasado allí. Sin embargo, este año parece diferente. No siento que haya cerrado ningún círculo, es más, siento como si ahora estuviera dejando cosas a medio hacer. Quién sabe, igual es trabajo adelantado, pero no lo puedo saber.
Mi carrera se va encauzando poco a poco y gracias a Dios voy viendo cada vez más lejanos aquellos años en los que todo me quedaba grande y no tenía fuerzas ni para abrir los ojos. He conocido a mucha gente desde que estoy aquí y voy viendo quiénes se quedan y quiénes se van, y algo que se queda en mitad de proceso es eso, nuevas amistades, o personas que ya estaban ahí pero no habías reparado en ellas antes y que ahora forman parte de tu vida. Eso lo dejo pausado, que no inacabado (espero).
Y por último está esa persona. Si pienso, mi inspiración va mucho más allá de lo sano y en menos de 1 minuto tengo miles de historias trágicas amorosas en torno a los dos, y no lo puedo controlar, es un sentimiento perturbador, que si le das rienda suelta te consume y te deja exhausta y vulnerable. Sigo en una fase de: “no te impliques y no saldrás puteada”, así que lo mejor por ahora será poner distancia geográfica de por medio y esperar a que la situación deje de inspirarme.
Cuando alguien me inspira, estoy perdida. Y es tan bonito estar inspirado que es una pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu huella para la eternidad