Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

sábado, 18 de febrero de 2012

Last cigarette


Hacía semanas que no le veía, pero parecían siglos. Desde que me envenenó el alma con el humo de sus cigarrillos no podía pensar en otra cosa que en él. Le buscaba por todas partes, como si mi idealización le convirtiera en omnipresente, pero no estaba. Yo ya no sabía si pensar que todo había sido fruto de mi imaginación, que en realidad todos esos momentos a su lado no habían sido otra cosa que fantasías demasiado ambiguas como para pasarlas por alto. Pero me resistía a creer que no era real porque lo sentía tan intensamente como el roce de una pluma en la piel.
Poco me importaba haberlo visto sólo una vez, pues él llevaba mucho tiempo en mi mente, como cuando un personaje de ficción aparece en la realidad, enseguida lo reconoces. Sin lugar a dudas sabía que era mi hombre, quien haría justicia a los viernes de amantes a mi lado, con quien hasta los domingos dejarían de ser domingos. Sabía que me haría cosquillas cuando me enfadara y que me trataría como a una niña pequeña porque entendería la pureza de mi alma, pero también sabía que nunca dejaría de sorprenderse cuando me calzara el uniforme de femme fatale y le sedujera una y otra vez.
Por eso él disfrutaba cuando le decía que muchas noches las pasaba leyendo a Bukowski, y que prefería quedarme escuchando Sex on fire una y otra vez a sociabilizar con mis compañeros, al igual que sabía que en secreto se reía cuando le explicaba las formas, las posiciones y las situaciones imposibles en las que escribía,  porque realmente entendía lo que la pasión significaba para mí, y lo entendía porque él la vivía de la misma manera. Estábamos hechos el uno para el otro y yo lo sabía.
Sin embargo, las semanas habían pasado y con ellas su presencia. Necesitaba verle, necesitaba electrocutarme cuando él me rozara el brazo al saludarme. Le echaba tanto de menos que compré un paquete de Lucky Strike, a pesar de que ni siquiera fumaba, sólo por volver a sentirle, por engañarme pensando que al inhalar ese humo lo estaría acercando a mi alma. ¿Pero qué iba a hacer si no cuando me acordaba de sus ojos? Necesitaba tenerlos en frente de mí, porque cuando me miraba mi vida por fin tenía sentido durante unos segundos, como si al hacerlo me transmitiera la certeza de que ya me habían mirado cientos de veces. Eran como un océano en el que ansiaba sumergirme para llegar a su mente y desvelar sus pensamientos.
Era otoño y el frío se iba acentuando cada vez más. Era viernes y yo me sentía muy sola. Miré por la ventana y vi cómo el cielo estaba nublado, dándole la bienvenida a una noche fresca de puro otoño. Tenía frío por fuera, pero mucho más por dentro, y mientras fumaba sus cigarrillos me preguntaba dónde estaría él, qué estaría haciendo en esos momentos, si se acordaría de mí. Si él tendría tanto frío como yo.
Pero no, era imposible. Un chico como él tendría cientos de chicas ofreciéndole un encendedor, y aunque yo sabía que probablemente fuera mejor que todas las demás, si él, mi hombre, no miraba con los ojos del corazón, no se daría cuenta. 
Di una última calada al último cigarrillo de Lucky Strike, confiando en que mis sentimientos por él se apagaran al acabarlo. Hacía demasiado frío y hacía demasiado tiempo que estaba sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu huella para la eternidad