Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

martes, 21 de febrero de 2012

Entre líneas: capítulo 7


El domingo pasó casi sin que Adrienne se diera cuenta. Una vez se metió en la cama a las 3 de la madrugada de aquella noche pasaron horas hasta que pudo conciliar el sueño al no poder quitarse de la cabeza lo que acababa de ocurrir, pero el resto de día no pudo concentrarse en nada, ni siquiera en eso. Estuvo en casa, comió con su familia, vio la tele con su hermana, leyó un rato y escuchó música, pero no reflexionó ni pensó en Christian. No es que no quisiera, es que no estaba preparada.
El lunes comenzó su rutina de cada semana, levantarse pronto para ir al bar a la espera de una ajetreada jornada llena de turistas y propinas. Al principio lo estaba llevando bien, pero después de atender a una pareja de ingleses demasiado enamorada no pudo evitar acordarse del beso de la anterior noche y comenzar a darle vueltas al asunto. Fue entonces cuando una ola de emociones feroces la atacaron desprevenida y tuvo que sentarse porque estaba empezando a hiperventilar. Notó cómo el corazón se le volvía a acelerar y el calor se apoderaba de ella. Christian la había besado. Primero en la boca y luego en la frente. En la frente. Ella sabía que un hombre te besa en la frente cuando se preocupa por ti y quiere protegerte, y eso sólo conseguía ponerla más de los nervios. Y es que lo cierto era que aunque Christian le volvía loca no confiaba en él. No le conocía, y lo poco que sabía es que tenía unos asuntos turbulentos en otro país y que básicamente se escondía en su ciudad, hasta el punto que no sabía siquiera su apellido. Además, Adrienne sentía cosas por Christian, pero nunca se había llegado a plantear tener algo con él, lo veía imposible e indeseable, no se podía hacer una idea de lo que sería salir con una persona fugitiva en cierto modo. Por otro lado, sólo había ido un beso, quizás tampoco tuviera que significar todo aquello que se le pasaba por la cabeza, quizás simplemente tuviera que tomárselo como un simple beso, pero por mucho que le pudiera pesar, no lo sentía así.
Cuando acabó su turno por la tarde fue a casa, se duchó y en acabar llamó a su amiga Chloé. No es que fueran muy amigas, pero Adrienne estaba empezando a darse cuenta de que no tenía a nadie femenino a quien recurrir en emergencias como ésta y creyó conveniente depositar su confianza o sus temores en alguien como alternativa a la muerte súbita. En un par de horas habían quedado en uno de los bancos del puente que conectaba el río, pero Adrienne fue un poco antes para ver si podía aclarar su mente un mínimo. Al rato apareció Chloé y se sentó a su lado en el respaldo del banco.
- Me sorprende que me hayas llamado para vernos un lunes a las 8 de la tarde, no pensaba que fueras tan sociable, teniendo en cuenta que nos vimos el viernes.
- Lo sé, pero estoy al borde de la desesperación, y ni siquiera sé si he hecho bien en llamarte porque ahora pensarás que soy una interesada ya que casi nunca nos vemos, pero es que no sé qué hacer.
- No te caracterizan tus ganas de pasar tiempo con la gente, la verdad, pero no veo problema alguno en que me llames para hablar. Cuéntame, ¿qué ocurre?
 Y Adrienne puso al corriente en casi todo a Chloé, omitiendo las partes en las que comprometían directamente a Christian, ya que como él le había dicho el día anterior hay secretos que no nos pertenecen, y ella no se sentía con el derecho a desvelarlos.
- Así que de lo que estamos hablando en esencia es de que te gusta este chico más de lo que quieres admitir, ¿no?
- Algo así – dijo Adrienne a regañadientes.
- Te pasaste medio año esperándole en silencio y ahora que vuelve se comporta entre capullo y caballero, o como diría yo, un capullero – dijo Chloé bromeando.
- No sé si estoy preparada para él. Tiene las cosas demasiado claras pero sin embargo creo que en el fondo ni siquiera él sabe dónde podría estar mañana. No confío en él. Creo que voy a intentar pasar, no me acaban de gustar las cosas raras que me contó.
- Sabes ya que no podrás, ¿no? – dijo Chloé.
- Sí podré, de todas formas no es para tanto. Al principio él era una incógnita, y cuando desapareció me costó mucho quitármelo de la cabeza, pero ahora ya he tratado con él y a parte de ser un chico interesante y misterioso, no tiene más, no creo que vaya a ser demasiado difícil olvidarme de todo este asunto. Sí, lo tengo decidido, pasaré de él.
Los siguientes días fueron de mal en peor para Adrienne. Al principio tenía muy claro lo que quería y eso le daba fuerza para seguir adelante pasando por alto el hecho de que probablemente Christian estaría esperando su llamada, pero poco a poco sus argumentos fueron perdiendo consistencia, y el martes dudoso dio paso a un miércoles caótico. Cada vez sus sentimientos la golpeaban con más fuerza y llegaba un punto en el que ya no entendía ni por qué estaba pasando cuando en realidad se moría de ganas de verle.
Pudo aguantar hasta el jueves. Ese día, al salir del trabajo por la tarde buscó en su agenda su número, el que él le había apuntado el viernes pasado cuando ella estaba demasiado borracha como para darse cuenta. Efectivamente ahí estaba su nombre, y sin pensárselo dos veces marcó la tecla de llamar mientras se apoyaba en una pared. A los dos tonos contestó:
- Pensaba que ya no llamarías – dijo Christian
Adrienne se puso muy nerviosa al escuchar su voz, así que tuvo que respirar profundamente antes de comenzar a hablar:
- N-necesitaba pensar en todo un poco. Acabo de salir del bar, ¿haces algo?
- Estoy bastante ocupado ahora mismo – contestó Christian.
- Ah… bueno, en ese caso podemos vernos otro día – dijo Adrienne
- No, tenemos que vernos hoy. ¿Cuánto tardas en llegar a casa?
- Unos 10 minutos, ¿por?
- En 15 tendrás un coche esperando bajo tu casa. Él te llevará hasta la mía. ¿Qué te apetece para cenar?
- Bu-bueno, no sé, cualquier cosa estaría bien. ¿Por qué quedamos en tu casa?
. Cuando vengas te lo explicaré todo. Nos vemos en un rato.
Y colgó. Adrienne se sentía dividida: por un lado estaba muy aliviada y contenta de haber vuelto a escuchar la voz de aquel hombre que le tenía robado el corazón, pero por otro lado había algo en las palabras de Christian que la habían dejado intranquila. Decidió darse prisa para estar cuanto antes en su casa y verle.
Adrienne se asomó por la ventana y como Christian había dicho ahí estaba el coche negro de siempre, esperándola a ella, y no pudo evitar sentirse importante por un momento y sonreír. –Céntrate- se dijo, porque si se dejaba llevar por lo que sentía cometería muchas locuras y saldría dañada con seguridad.
El viaje duró unos 20 minutos, pero no le importaba porque le gustaba el trayecto. Cuando quiso darse cuenta ya veía a lo lejos aquella casa en medio de árboles y prados infinitos, y cuando se acercó un poco vio cómo Christian la estaba esperando bajo.
El coche paró y él le abrió la puerta.
- Hola, Enne, qué cambiada te veo – dijo medio bromeando.
- Sólo han pasado 5 días, tampoco es para tanto.
- Ah, conque llevas la cuenta, ¿eh?
- Cállate – dijo Adrienne rabiosa pero medio sonriendo.
 Cuando entraron en su casa la cena ya estaba preparada y sobre la mesa.
- Wow, huele genial, cocinas mejor que yo sin duda – dijo Adrienne
- No es nada del otro mundo, pero no quería defraudar a mi invitada – dijo Christian con una sonrisa que enmudeció por completo a Adrienne.
La cena transcurrió tranquila y agradable. Ambos estuvieron hablando de la semana y pasando un buen rato juntos. Cuando acabaron el postre, Adrienne habló:
- Por el teléfono sonaste un tanto raro, no sabría decir por qué exactamente, pero no me gustó.
Christian suspiró. Se levantó, y ofreciéndole la mano a Adrienne, le dijo:
- Ven al sofá.
Se sentaron, y una vez ahí Christian acercó sus labios a los de Adrienne para besarla tiernamente.
- Tienes que parar de hacer estas cosas sin más, Christian – dijo ella con una mezcla de rabia y amor que se traducía en el color de su cara.
- Te he invitado aquí esta noche porque tengo algo que decirte, Enne.
- ¿De qué se trata?
- Mañana vuelvo a Londres.
Adrienne se quedó atónita.  Éstas eran noticias que no se esperaba ni quería escuchar por nada del otro mundo.
- ¿Por qué? – dijo ella – No lo entiendo, ¿para qué? ¿No estás bien aquí?
- Digamos que… me “obligan”. Yo tampoco quiero irme por nada del mundo, pero no me están dejando otra opción y en Londres están pasando cosas que repercuten en mi vida y que estando aquí no puedo controlar y ni solucionar.
Hubo un silencio prolongado hasta que Adrienne volvió a hablar:
- ¿Desde cuándo lo sabes?
- Desde el lunes.
- ¿Y por qué me lo dices ahora?
- Te dije que te tomaras tu tiempo, y lo mantuve. Me has llamado esta tarde, así que si te hubiera llamado cuando decidí que tenía que volver no hubiera respetado lo que dije y estaría faltando a mi palabra, cosa que no iba a permitir.
- ¡Pero te vas mañana! ¿Qué más da tu palabra?
- La palabra lo es todo, Enne
Adrienne suspiró, sintiéndose profundamente estúpida.
- No te llamé porque estaba intentando olvidar lo que pasó el sábado y dejarte atrás, pero no he podido.
- ¿Por qué querías olvidarte de mí? – dijo Christian.
- Todo lo que me dijiste es demasiado complicado, ni siquiera sé si estoy preparada. No confío en ti, y no quiero pasarlo mal.
- ¿Has conseguido estar bien?
- No.
- ¿Por qué no?
- Porque a pesar de todo eso sigo sintiendo cosas muy fuertes por ti, y no lo puedo evitar.
Christian cogió a Adrienne y la apoyó en su pecho, abrazándola con ternura.
- Además – continuó ella – me entero de que mañana te vas y veo cómo he desperdiciado casi una semana entera intentando no pensar en ti cuando ahora ni siquiera podré verte.
- No pienses en eso ahora, Enne. Esta noche quiero que sea especial. Esta noche vas a conocerme.
- ¿Cómo?
- Empieza a preguntar.

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