Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

viernes, 25 de mayo de 2012

¿Te vas o te quedas? (parte I)


Llegó un punto en que me enfadé con Lucky, concretamente la última vez que nos vimos. Aún hacía frío y yo ya me estaba cansando de congelarme a su lado. No es que él no me derritiera con la mirada, es que al parecer sólo podía (o quería) hacer eso. Albergaba y albergaba en mí torbellinos de sentimientos que nunca encontraban su centro de equilibrio, hasta el punto de volverme completamente loca.
Al principio pensaba que no querría verme, y dejé de buscarle en un intento infernal de darle libertad o lo que sea que necesitara, pero no sirvió de nada, él venía a mí. No sabía cómo pero siempre acababa viniendo a mí, como si el Universo ejerciera una atracción imperceptible para ambos que nos impulsaba a cruzarnos en el camino de nuevo.
¡Pero es que era un calvario! Pasábamos horas y horas mirando a la nada mientras yo me moría de ganas por conocerle y que me conociera. Deseaba abrirle mi corazón, enseñarle cada cicatriz sabia que me convertían en la estúpida chica que era en la actualidad, contarle alguno de mis secretos para hacer que me amara, o simplemente explicarle lo que la música, o la brisa, o la luna llena, significaban para mí. Y aún más deseaba bucear en su interior, conocer sus distintas risas, lo que le iluminaba los ojos, lo que le revolvía el alma entera. Hasta me hubiera conformado con saber quién era su escritor preferido, o de qué sabor prefería los helados. Tenía 19 malditos años y sólo quería saber si Lucky Strike prefería el chocolate o la vainilla, pero lo único que sabía era que esos odiosos cigarrillos eran los que más cerca estaban de él siempre. Los odiaba tanto que sobre mi mesita de noche tenía unos siempre. A veces leía la etiqueta, otras veces sacaba un cigarrillo y frente al espejo me ponía a practicar distintas poses de femme fatale con la única intención de ser más mujer para él. Patético.
Así que llegó el día en el que me cansé de tanto silencio, de tanto frío y de tanta incertidumbre. No le pude decir adiós porque sentía a la muerte sobre mí sólo de pensarlo, pero cambié de aires y él lo entendió.
Seguí con mi vida y me di cuenta de lo niña que había sido, y guardé la esencia de Lucky como un recuerdo muy especial enterrado en mi mente de niña, pues ahora me había convertido en una mujer. Aunque le había olvidado, lo cierto es que desde que me marché cogí el vicio de fumar, tal vez por la increíble sensación del humo envenenándome o porque me recordaba a él, pero no quería pensar. Y sin darme cuenta, me convertí en toda una femme fatale. Lo pasaba de lujo. Sexo, alcohol, humo y pasión. Pasaba más tiempo desmaquillada que maquillada, y no me importaba una mierda porque aunque no me saliera a cuenta ponerme medias yo disfrutaba como nunca lo había hecho antes. Los hombres me adoraban, tenía éxito en lo que me propusiera y sólo mis ojos delataban que en otra época había sido la más inocente del mundo. Sólo cuando pensaba en él… pero no, eso era agua pasada.
Hasta que llegó aquella noche. LA noche. Era finales de julio, un viernes, claro. Todas las cosas buenas pasan los viernes, pero aquel no era un buen día. Había tenido una cita desastrosa, un tipo de lo más asqueroso que me había tratado como si realmente fuera una prostituta, ni siquiera estaba interesado en un poco de charla interesante, así que en cuanto pude escapé, y a riesgo de que mi autoestima se viera dañada por ese cretino decidí llamar a mi amiga de confianza.
- Yo estoy con las chicas en Red.
- ¿No es eso demasiado pijo para vosotras?
- Nos apetecía cambiar, vente.
 Era idóneo que estuvieran en Red, porque mi outfit de aquella noche era la de un viernes de amantes en el que sabes que vas a triunfar, solo que me había equivocado. Llevaba un vestido negro ceñido con los hombros morenos al descubierto, mi pelo salvaje caía acertadamente sobre mi espalda desnuda, y me movía sobre unos stilettos rojos carmín, a juego con mis labios, con mi bolso y con mi alma.
El caso es que llegué y allí estaban ellas, con sus cócteles hablando de estupideces mundanas que, sinceramente, me encantaban. Me reía como loca y me olvidaba de todo, eran increíbles. Pero algo había en mí, una vibración extraña. Antes siempre hacía caso a ese tipo de percepciones pero con el tiempo las había pasado por alto porque ya no las solía sentir.
- ¿Estás bien? Te noto como agitada – dijo una de mis amigas.
- Sí, tranquila, es el calor, estas luces me van a matar.
- Pero sin son tenues.
Intenté distraerme, y lo conseguí. Más tarde, ya con bastante alcohol bailando como loco por mi cuerpo, y riéndome con mis amigas de distintas chorradas, volví a sentir esa sensación, pero esta vez mi embriaguez me hizo ser más instintiva, y se lo dije a mis amigas:
- Está a punto de pasar algo, chicas. Algo importante.
- JAJAJAJA, vas muuy borracha.
- Lo sé, pero va a pasar algo.
Fue cuando pasó. Mientras ellas se reían noté cómo al otro lado del local, en la barra, había unos ojos esmeralda completamente fijos en mí. Sin mirar sabía perfectamente quién me estaba mirando.
- Lucky – susurré sin apenas voz.
Y sentí cómo mi cuerpo quiso desvanecerse.

1 comentario:

  1. Volver es una agradable sensación. Que te den la bienvenida mas.
    Tus textos rebosan algo que no se puede entrenar y que con el tiempo se pierde irremediablemente. Frescura. Ventilas las oscuras estancias de lo reconcentrado.

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