Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

viernes, 25 de mayo de 2012

¿Te vas o te quedas? (parte II)


Efectivamente, era él. Su sonrisa divertida lo confirmaba. Para él todo era juego, en especial el que no planeaba.
- ¿Quién? – dijo una de mis amigas.
- Lucky Strike.
- ¿El chico ése de hace tiempo? Ya podrías decirnos como se llama, chata, que has elegido un nombre…
- Es Lucky… - seguía procesando en alto, mientras le miraba de reojo para comprobar que era él. Se lo estaba pasando en grande, intuía mi sorpresa desde el otro lado del bar y estaba esperando a que moviera ficha.
- Sí, es Luucky – dijeron ellas, riéndose y haciendo burla, completamente ajenas a la montaña rusa en la que estaba montada mi mente en esos momentos.
- Está bien, iré. Ese maldito hombre no va a poder conmigo esta vez.
- ¡Así se habla! – mis amigas estaban extasiadas.
 Me levanté decidida, y por poco me caigo. Olvidaba que estaba completamente ebria, y no pude evitar reírme. En realidad empecé a partirme de risa, la situación era de lo más surrealista. Tardé unos segundos en reacostumbrarme a estar sobre mis tacones, me coloqué bien el vestido y les guiñé un ojo a ellas, como si fuera una diosa, no sin antes comprobar que Lucky pudiera captar esa actitud. Para mi desgracia, en ese momento no estaba mirando. Mira que podía llegar a ser de lo más estúpida.
Y comencé a andar. Cada vez me iba sintiendo más y más segura pero más tarde me dijeron que iba haciendo eses. Eso sí, con mucha elegancia (las odio).
Finalmente llegué. Él sonrió, eclipsando todo el local, o eso me pareció a mí, y a continuación cogió mi mano y la besó.
- Dichosos los ojos, bonita, por poco no te reconozco – dijo Lucky Strike.
- Gracias.
 “Gracias”, eso fue todo lo que se me ocurrió, mi grandiosa entrada triunfal borracha y sin saber que decir. Evidentemente sentí la necesidad de remontar la jugada, así que lo volví a intentar.
- ¿Qué haces por aquí? Te creía muerto.
- ¿Me querías muerto? Vaya, gracias – dijo riendo.
- No, que te CREÍA muerto – dije yo levantando la voz.
- Ando por aquí y por allá, descubriendo mundo.
- ¿Has descubierto algo que valga la pena?
- No demasiado, pero será mejor que te sientes, querida, o dentro de poco te tendré que levantar del suelo.
 Realmente iba borrachísima. Mis amigas me miraban de refilón, cuchicheando, pero yo no me daba demasiada cuenta. Nos metimos de lleno en conversaciones banales y estúpidas, pero yo estaba disfrutando como nunca. Lucky amaba el juego demasiado y en ese momento yo era su objetivo. Como era lógico yo había aprendido a amar el juego por su culpa, así que no podíamos estar más conectados aquella noche.
Un par de copas más tarde, una de las cuales tuve que regalarle a él a pesar de que me había invitado porque si no mi muerte sería inminente, me atreví a decirle:
- Honey, has salvado mi viernes por completo. ¿Quieres saber por qué?
- Puedo imaginarme por qué, cariño.
- Cómo no, tú siempre lo sabes todo. Los hombres me vais a acabar por matar de los dolores de cabeza que me dais.
Lucky se quedó mirándome y me inspeccionó de la cabeza a los pies.
- ¿Dónde está aquella chica bohemia con la que solía pasar las tardes?
- Muerta en un vaso de vodka.
- Jajajaja, salgamos, necesito un cigarro.
 Cómo no.  Me incorporé y por poco me vuelvo a caer, pero esta vez él me agarró de la cintura para impedirlo. Una vez estabilizada, su mano no se apartó de ella, y mi corazón iba a sufrir un paro en breves momentos.
Cuando pasamos por delnte de mis amigas les sonreí  y él, como siempre, haciendo de todo un juego, les dijo:
- Señoritas, me la llevo fuera un momento a que tome el aire, o de lo contrario es posible que no sobreviva a esta noche.
Apenas me dio tiempo a ver la cara de pasmadas de mis amigas porque estaba en una nube.
Ya fuera, sacó su cajetilla de Lucky’s y yo, en un alarde de demostrarle que yo también sabía jugar, saqué mi encendedor y se lo planté en la cara justo cuando iba a buscar el suyo. Fumó la primera calada mientras me miraba profundamente y antes de que se diera cuenta le robé un cigarrillo y me lo encendí.
- ¿Desde cuándo fumas? – dijo.
- Las cosas han cambiado demasiado desde que no estás por aquí, forastero. 
- Hay algo que no ha cambiado lo más mínimo.
- ¿El qué? – le dije desafiante, preparada para rebatirle lo que sea que fuera a decir.
Entonces su mano se posó en mi barbilla y la enderezó, como observándome fijamente. El contacto con él me hacía estremecer.
- Tus ojos. Siguen iguales. Tu mirada es inolvidable.
Le dio otra calada a su cigarro y me expulsó el humo en toda la cara, quitando tensión.
En ese instante me di cuenta de que iba a caer, de que caería como siguiera un minuto más a su lado, que toda mi fachada se derrumbaría en cualquier momento. Lo peor de todo era que como ahora jugaba a su juego, podría tenerle. Podría tontear con él hasta el límite y es muy posible que pudiera tenerle en mi cama aquella noche. Él me estaba mirando con deseo toda la noche, y en parte me moría por él, pero no, por mucho que yo también le deseara a la mañana siguiente todo sería igual de imposible y yo seguiría sin estar en su corazón, así que tenía que huír de ahí como fuera.
- Ha sido un placer verte de nuevo, pero es muy tarde y me tengo que ir, Lucky.
- ¿Lucky? Jajajaja, vas muy borracha.
- No. Tú eres Lucky Strike, y yo tengo que salir de aquí ya.
Comencé a andar, intentando llegar cuanto antes al local para refugiarme en mis amigas y, con suerte, volver a nuestras casas enseguida, pero antes de que me diera cuenta su mano se entrelazó a la mía por un momento, frenándome el paso.
- Espera.

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