Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

sábado, 2 de abril de 2011

El corazón de la razón

Estoy preparando una nueva huida, una metafórica, que me aleje de los sentimientos que nadie de mi ser quiere que formen parte de mí ya. Nunca me fue difícil vivir con aquellas emociones enfrentadas, las asimilé como si fueran parte de mí, y si digo que me resigné mentiría porque era totalmente ajena a la realidad de la situación.
Así que cuando esa realidad me sacudió y humilló a espuertas, tuve que salir arrastrándome, y por suerte todos los sentimientos enemigos de mi razón se quedaron allí. Afortunada y desgraciada, a la par que sola, me mudé. No fue algo instantáneo, no. Estuve vagando cual nómada por distintos hábitats de lo más variopintos. Un lugar en el que paré bastante tiempo fue el hastío de Odio y amigos. A pesar de lo que puedan pensar, lo cierto es que ese malparido autodestructor de Odio me ayudó bastante, porque me mantenía lejos del dolor, y bien es sabido que cuando lo escondes por debajo de un montón de excusas y sentimientos corruptos, no lo sientes tan cerca. Así que durante ese tiempo me dediqué a obviar el dolor y a alimentar sentimientos negativos, o simplemente a pasar de ellos. Pero es imposible vivir permanentemente con Odio, sobre todo para una persona como yo (¿cómo soy yo? Apuesten), así que tarde o temprano me tuve que marchar de ese pequeño infierno que ya no me satisfacía.
Me quedé vagando bastante tiempo en tierra de nadie, sin hallar el camino, ni la inspiración, ni nada que me indicara por dónde debía seguir ahora. Y entonces llegó mi vieja amiga –tan olvidada- Nostalgia, para, como siempre, hacerme recordar todo el camino, todos los finales, todos los procesos, todas las heridas, todos los tequieros, toda mi vida basada en la gristura. Y me dijo: ¿seguro que es odio lo que tu corazón siente justo? Y llegué a la conclusión de que más que odio, sentía frustración por la resolución fallida de conflictos interpersonales.
Ese vacío tan característico que provoca esa maldita frustración siempre me acompañó en mi período de nómada, pero desde la reaparición de Nostalgia, empezó a hacerse más y más grande, a hacerse notar de más. Pero, ¿qué podía hacer? Me decía a mí misma. No estoy en la posición de tomar decisiones, pues ya las han tomado por mí y sólo me cabe desear que se reescriban los guiones.
Pero un día la vida decide que es hora de girar la rueda del destino, y las cosas vuelven a cambiar bruscamente (demasiado), y vuelves a estar en el punto de partida, con la repetidísima responsabilidad de controlar a tu cuerpo y tu mente, que por pura mecánica, desean y se preparan, casi inconscientemente, para desenvolverse como de costumbre.
Sólo que esta vez hay una diferencia: la razón, por primera vez, ya no quiere lo de siempre. Y el corazón, sorprendido, se siente tremendamente raro y confuso, pues el sentimiento y la necesidad siguen estando latentes, pero la razón, nunca antes (tan) fuerte, con esa idea tan clara de NO, provoca en éste una bradicardia pseudoautoimpuesta que le aletarga, le paraliza, le impide latir con tanta pasión como para bloquear a la razón y tomar las decisiones en base a la sensación del momento. Sin embargo, que el corazón se encuentre supeditado a la razón no significa que sea tonto, y jamás aceptará la fuerza de la razón sin pruebas. Necesita hechos que justifiquen que tenga que reprimir su deseo de dejarse llevar para latir y bombear sangre con frenesí por culpa del amor y la pasión, hechos que sean de peso suficiente como para aceptar que debe seguir hibernando hasta que aparezca un algo (ese algo) anhelado que tenga la combinación secreta para establecer un vínculo entre dos corazones que hablen el mismo idioma, que sean capaces de entrelazar sus lenguas sin enredarlas y que consigan sincronizar el latido de ambos para encontrar esa armonía casi utópica en la que no creo, pero que el corazón sí.
Por tanto, la razón, coaccionada por el corazón, presenta El hecho. Un hecho que el corazón espera con toda su irracionalidad que lo eleve a soberano para así poder relevar a la razón a su tan habituado segundo plano y tener vía libre para latir hasta casi explotar. Aunque él mismo supiera que si estuviera en lo cierto después no se dejaría llevar, porque supeditado a la razón conseguía acercarse un poco más a la estabilidad tan bien recibida en este ser, la tranquilidad que le daría tener la certeza de que si se dejara llevar todo podría ser como antes era demasiado tentadora, aunque sólo fuera por ser consciente de la realidad.
Pero el hecho lo cambia todo, porque en cuanto lo observo un poco, caigo en la cuenta de que probablemente ni siquiera se trate del mismo hecho determinante de siempre. Al contrario, me hallo en una situación totalmente nueva, donde apenas hallo resquicios de la esencia que antes dominaba esa estructura física (que sigue siendo completamente la misma)
Mi pobre corazón, mientras tiene tiempo, busca inquieto esos restos de un pasado que le pueda dar experiencia para reconocer los rasgos característicos del hecho de siempre. ¡Pero no encuentra nada! La carcasa es la misma, pero la esencia es inteligible. Y el corazón, dominado parcialmente por la razón, no se complica ni se desespera de más por encontrar algo por más que quiera, porque aunque lo encontrara, lo tendría que rechazar por supervivencia.
Así que noto cómo deja de buscar y se dispone a aletargarse, cuando de repente: ¡ZAS! Pinchazo. Dolor. ¿Dolor? Y no lo comprendo en un principio, por lo que me mantengo alerta y observadora. Pasados unos minutos, ¡zas! Pinchazo de nuevo. Y, tonta de mí por no haberme dado cuenta antes, caigo en que, por mucho que la esencia sea totalmente distinta y ahora desconocida, la estructura física y sus esquemas son exactamente los mismos. Por tanto, los pinchazos que siento no son sino un reflejo de las bien conocidas patadas vomitivas en mi estómago, pero esta vez son peores, pues no hay una esencia que compense el dolor y que haga de bálsamo para las heridas.
Mi corazón, triste y abatido por la acuchillante realidad, respira, y se acurruca cual niño pequeño indefenso detrás de la razón. Se miran por un momento, y no hacen falta palabras, pues la razón ya sabe lo que ha de hacer. Abraza al corazón y le susurra: no te preocupes, a partir de ahora yo me encargo.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho el planteamiento de este texto, el diálogo entre corazón y razón.

    ¿Es posible que cada vez escribas mejor? Empiezas a llegar a niveles serios.

    No soy capaz de escoger mi parte favorita, en este texto.

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  2. Corazón y razón... como si fueran distinta cosa. Estás en duelo. El duelo es bueno porque sin duelo no hay superación.
    Corazón y razón atrincherados en tierra de Alma harán que todo pase. No se trata del olvidar sino de comprender y pasar de una vez por todas, a otro nivel.
    Estás más crecida, mas seria, mas directa. Me gusta mucho.

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  3. He leido tu relato, me gusta y te he votado. Corazón y razón, que dos partes tan distintas pero tan unidas e inseparables al formar parte de una misma persona. A veces se odian, a veces se aman y otras, como en este caso que tan inteligentemente has planteado, se protegen. Enhorabuena.

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