Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

miércoles, 20 de abril de 2011

Muerte y vida en sueño

Jamás olvidaré la brisa de aquel verano.
Durante el día no me atrevía a pisar la playa, debido al exceso e innecesario para mí gentío que se volvía loco por coger un buen sitio y disfrutar del sol y el calor como si no hubiera mañana.
No les podía entender, pues el calor aletarga la mente y me impide hacer cosas realmente sustanciales, como fotografiar. La luz estridente del verano mataba la poca inspiración que podía plasmar en mis pobres y nulamente reconocidas fotos, así que mi última esperanza del día siempre estaba al atardecer, cuando el sol rozaba el horizonte desdibujándose y daba paso a una luna mucho más reconfortante. Y fue una de aquellas tardes de verano, después de que la masa hubiera evacuado, cuando, mientras respiraba la brisa del mar y me dejaba llevar por la creatividad que mi objetivo me brindaba, la vi. Una esencia que caminaba por la orilla con las sandalias entre sus pequeñas y delgadas manos, mientras sus ojos se perdían entre las olas, como si deseara que se la llevaran con ellas. En sincronía estaba su pelo, que largo como era, ondeaba en dirección al agua, no sin causar molestia a la chica más perfecta que jamás había visto. No tendría más de 16 años, ya que a pesar de su cara triste también podía distinguir facciones de inocencia propias de alguien que no ha vivido lo suficiente como para ser consciente de la realidad de la vida.
Y no pude evitarlo. Cuando me di cuenta, mi dedo ya había pulsado el botón, y un momento después ya la tenía impactada en mi cámara. Intentando que no se diera cuenta, empecé a fotografiarla, preso de la pasión era incapaz de pensar con lógica, simplemente necesitaba hacerlo. Al final la pequeña de ojos tristes se dio cuenta y se giró. “¿Qué haces?”, me preguntó con una mezcla de enfado y curiosidad. Y así comenzó todo.
Fue el único verano en el que mi alma decadente y paralizada se sintió en paz. En paz de verdad. Esa jovencita me robó el corazón, y quedó constancia en cada granito de arena, en cada foto, en cada cálida noche que pasó en mi cama. Y ella estaba pletórica. Siempre me decía que yo lo había cambiado todo, que estaba enamorada de mí, aunque yo lo atribuía todo a sus 16 años y a la elevada concentración de hormonas que eso supone. Pero lo cierto es, que si la felicidad existe, nosotros la reinamos durante esos meses.
Así que cuando nos tuvimos que separar fue demasiado doloroso, pero nada cambió, pues yo la seguí amando con locura, y creo que ella a mí también. Y digo creo porque si separarme de ella fue doloroso, aún más lo fue despertarme y descubrir que eso nunca pasó de verdad, que sólo lo soñé. Que mi mente, en busca de echar por tierra mi desencanto hacia el falso amor disfrazado de real y perfecto, intenta confundirme haciéndome soñar que el amor pasional, eterno y perfecto existe. Y me hace imaginar a una pequeña preciosa mujer enamorada y dispuesta a amarme eternamente aunque se haya separado de mí, y me obliga a sentir que yo también la amaré para siempre, por lo que, no sólo tengo que superar el dolor que en el sueño me produce separarme de ella, sino que he de cargar cada día con la putada de que estos amores tan utópicos, tan incondicionales, tan arrasadores y pasionales, sólo pueden existir en mi mente.
Porque ya no hay final feliz para mí.

1 comentario:

  1. Este texto me parece muy bonito y diferente. Te diría más cosas, pero no me sale. Quizás debo saber el significado :P

    Sigue escribiendo, pequenyi.

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