Eternidad

*Recuérdame como un día imaginaste que fui

lunes, 20 de abril de 2009

Mi vida sin mí

Caminaba y no sabía por qué pero me sentía extraña. Me miraba en espejos, me tocaba, pero todo estaba igual que siempre. Sin embargo, era como si estuviera lejos de todo, y eso me inquietaba.
Mi vida era bastante compleja, pero había algunas cosas que valían realmente la pena en ella. Una de ellas era mi mejor amiga. Oh, qué afortunada había sido al encontrarla en mi camino. No había persona más bondadosa que ella, y era la única que incondicionalmente me había apoyado en todo. Un año viviendo con su ausencia me hacen escribir estas palabras con más fuerza. La vida no sería lo mismo sin ella. Tenía muchos conocidos, y personas alrededor de las cuales se desarrollaban mis extrañas circunstancias, pero amigos, lo que se dice amigos, había pocos. Había más por mi parte que por la de ellos, en realidad. Quizás aquellos a los que yo consideraba amigos no tenían la misma consideración para mí.
Dicen que los buenos amigos no abundan, y yo lo corroboro. También corroboro que cuando una tiene la suerte de encontrar a alguien bueno, sus manos se convierten en la subasta de toda la gente envidiosa. Bien, así me encontraba yo, ya desde pequeñita, todo el mundo queriendo quitarme a mi mejor amiga. Hubo un momento en que creyeron haberlo conseguido, pero me enorgullece decir que ella me supo querer a pesar de mi poco convincente justificación de existencia en este mundo, y vino a mí. No fue el único intento de robo, claro. Tuve otra bonita circunstancia en mi vida. Era tan bonita que resultaba hasta una amenaza para mi propia persona. Fueron épocas de sonrisas y tranquilidad. Pero no hay una sonrisa sin detrás una lágrima, y había gente llorando a causa de mis sonrisas. Una pena, pues no me apenaré nunca de la felicidad de nadie, sería una mala persona, ¿no creen? Yo no creo serlo. Ciertas personas ideaban un plan, un plan muy sencillo: retirarme el campo de batalla. Tristemente, a veces ganaban combates, pero yo seguía ganando la guerra, y ellos lloraban y lloraban, y me odiaban. Su segunda técnica se basó en el lema de: “si no puedes con tu enemigo, alíate a él”. Yo no era tonta, claro, pero en cierto modo me convenía. Al menos todo estaría en paz. Pero obviamente no era así.
Llegó un punto en que decidí cortar por lo sano y olvidarme de esas personas… con intereses antagónicos, digámosle. Llegó un punto que, desgraciadamente, mi bonita circunstancia me falló. Me falló horriblemente, y dejó una herida enorme, que lloraba a cada momento. Como ya se imaginan, mis enemigos vitorearon de felicidad, reían mis lágrimas, y se chocaban las manos entre camaradas por la gran retirada de la Malvada circunstancia de la bonita circunstancia. Pero no pensé jamás que llegaría a tal punto. Y es aquí cuando prosigo mi historia.
Como decía, todo era raro en ese día. Caminaba por mi amante y ella me acariciaba con la brisa de otoño que la hacía incluso más bonita que el resto del año. Esa ciudad me resucitaba.
Me sentía invisible. Como cada día, observaba a todos los que pasaban a mi alrededor, pero nadie parecía fijarse en mí. Llegué a mi cita semanal con mi grupo de amigos. Allí estaban, en aquel banco como cada viernes. Pero ya se iban. Un momento, ¿qué pasaba conmigo? ¿Se habían olvidado de mí? ¿Y quién es…? Claro, en ese momento lo entendí todo. No faltaba nadie, ya estaban todos. La guerra no había acabado cuando yo creí, por supuesto que no. Se trataba de mucho más que de retirarme del juego. Se trataba de suplantarme. Me habían suplantado. Sentí náuseas e impulsos asesinos, pero nadie era capaz de verme. Ni siquiera esa bonita circunstancia, que un día creí ver en ella la capacidad de verme más que nadie en este mundo.
Qué triste es la vida, con la existencia de personas que realmente pisan tus desgracias para alzarse entre los demás. Qué triste yo, que tengo que aguantar una suplantación tan vomitiva, y qué triste la circunstancia, que es incapaz de ver el engaño. Que esos no son mis ojos. Que ese no es mi cariño. Que deseo mucho más para ella.

9 comentarios:

  1. Si que te escriba te hace un poco feliz, no tengo más remedio que hacerlo.

    Tu felicidad es mi felicidad, y no soporto verte como estás. Ojalá pudiera crear una burbuja para meternos las dos dentro, donde nadie pudiera herirnos y las palabras rebotaran contra ella.

    Lástima que eso no se pueda hacer, pero sé que tú eres una persona fuerte (como me has demostrado siempre) y saldrás adelante, y les darás en las narices a toda la gente odiosa, ya verás, ya.

    Te quiero pequeña!




    Raquel

    ResponderEliminar
  2. No traen cuenta las burbujas querida Nostalgia. Las palabras de necios y malintencionados no debes evitarlas. Has de sentarte a la mesa y paladearlas despacio para que no te siente mal. Cuidado, una dosis excesiva en cada ingesta puede provocar alucionaciones. Cuando los otros, esos necios y malintencionados de los que te hablaba, vean lo que haces con sus palabras, las guardarán en la fresquera hasta encontrar a otro mas débil al que zaherir.

    Y recuerda, si no puedes ser un buen consejo, sé una terrible advertencia. Y por supuesto, cuidado con los súcubos.

    Yo no te conozco, pero soy una jodida Pitia. Lo veo todo. Eres grande.

    ResponderEliminar
  3. La soledad comienza pero no dejes que sean los demás los que decidan ese comienzo, sino tú misma. Lucha y vencerás, el camino es dificil pero la recompensa puede ser maravillosa.
    Muchos ánimos y sigue escribiendo para nosotros, así la soledad será menor.

    ResponderEliminar
  4. Siempre se encuentra un camino para seguir , lucha con todas tus fuerzas!!

    En mi blog deje elgo para vos!!

    Besitos de chocolates:)
    Srta Nostalgia que tengas un bello dia:)

    ResponderEliminar
  5. Todos tenemos una parte de tornillo y otra de tuerca. No todas las tuercas ni todos los tornillos son iguales. Y piensa que hasta los que encajan a la perfección se desgastan y quedan de forma imperfecta y dolorosa.

    ResponderEliminar
  6. Realmente conmovedor. Encontrarte en medio del camino, entre miles de palabras que salen a tientas y en silencio en noches oscuras.
    Ésa es nuestra vida: Mi vida sin mí.

    Yo creo que a todos nos ha marcado y sobrecogido en algún momento de nuestras vidas la producción de Isabel Coixet.
    Sigue escribiendo porque lo haces genial.

    Besos

    ResponderEliminar
  7. las cosas cambian radicalmente , y nunca sabemos el motivo exacto...

    ResponderEliminar
  8. Sencillamente genial, me encanta como escribes y lo que escribes.
    Un saludo!

    ResponderEliminar
  9. Tú relato me parece más triste que lo que yo explico en la entrada de la envidia. Parece que a tí te provoca dolor la envidia de algunos. A mi solo me produce algo de rabia y frustración, que elimino volcándolo sobre mi blog.
    No dejes que la envidia de otros te haga daño.

    ResponderEliminar

Deja tu huella para la eternidad