Me hallaba sentado en el césped con la chica más dulce que jamás había conocido. Ella me sonreía de una forma tierna y siempre era muy agradable conmigo, pero yo no era feliz. Y todo por sus ojos, por sus jodidos ojos en los que no me veía para nada reflejados. No era yo a quien ella veía. Nunca un caramelo fue tan difícil de saborear.
Quedábamos a menudo, ella me contaba cosas, y se interesaba por todo lo que yo hacía. Incluso a veces me daba por pensar que buscaba mi protección, algo que no me costaba ningún esfuerzo. Se la veía tan vulnerable...
Pero a veces él pasaba y se acercaba a saludarla. Ella ya lo había visto a km, como si notara su presencia, como si supiera que él estaba cerca. Y, para mi desgracia, sí que veía su reflejo en sus ojos, y le sonreía liberada, sin ocultar nada – imagino que nada podría ocultarle ya-, y ah, yo moría 890 veces. Luego ese cabrón se iba y ella se quedaba en un mundo totalmente ajeno al mío – y quizás ajeno al resto de la humanidad-.
- ¿Es tu amigo?
- Ajá.
- ¿Fuisteis novios?
- No.
- Le miras diferente.
- Así es.
- ¿Le quieres?
- Sí.
Y ahí me quedaba yo, solo, intentando andar por el impenetrable camino que comenzaba en sus ojos y acababa en los de él.
Que jodido es jugar a la ruleta rusa de las emociones. Y no siempre toca.
ResponderEliminarCasi nunca toca.
Muaks indios
Lara tiene alas
Los sentimientos son así de inconcebibles, pero la mirada lo es aún más. A mí me encantan sus ojos, pero ya no los veo.
ResponderEliminarGracias por escribirnos así de bonito.
impresionante...
ResponderEliminarun par de veces me he sentido asi... andar por ese camino me resultó doloroso.
hace tiempo no me pasaba por aqui, siquiera pasaba por mi blog xD
cuidate, y me ha encantado, como siempre lo han hecho tus textos...
adiós.